El Diario Infobae, en su edición digital, publicó este artículo firmado por Walter Santoro.
La entrañable amistad entre Piazzolla y Gardel:
una carta de Ástor y el momento en que Carlos
le anticipó que sería “un gran bandoneonista”
Se conocieron cuando ‘El gato’ tenía 13 años mientras “El
Zorzal” filmaba “El día que me quieras”, en los Estados Unidos. Le hizo de
traductor de inglés cuando las admiradoras se le acercaban, lo acompañó a las
mejores tiendas de ropa a comprar sus clásicas camisas a rayas y crearon un
vínculo que el compositor de “Adiós, Nonino” jamás pudo olvidar
No está claro si podemos hablar de casualidad o causalidad sobre aquel encuentro en el que Ástor Piazzolla conoció a Carlos Gardel. Era muy joven y le marcó en forma inconsciente el amor por lo propio, por Buenos Aires, algo que descubriría muchos años después, cuando entendió que él había revolucionado la música porteña: “Mi sueño es imponer mi música, la de mi país, en todo el mundo”, había confesado.
Como creador de un nuevo estilo supo decir: “No concibo el color pastel en el tango. Mi bandoneón tiene que cantar y gritar. Esos golpes que pego en la caja por lo general son parte de la música; un efecto de percusión”, que hoy define a la música y a los sonidos de Buenos Aires. Por ello, su aparición fue revolucionaria para el género y hoy su figura discutida e irrepetible es solo comparable a la de Carlos Gardel, quien marcó una decidida influencia en la evolución del tango.
Muchos años después, aproximadamente en el año 84, Piazzolla había comenzado a pensar en crear una ópera homenajeando a su amigo Carlos Gardel, a quien consideraba un innovador de primer orden. En 1985, en Londres, Ástor fue invitado a una mesa radial redonda por el Servicio Latinoamericano de la BBC de la que participó también el escritor Simón Collier. Piazzolla lo llevó a un costado para hablar y pedirle un favor: le confió que su gran ambición era escribir una ópera (en lenguaje tanguero) basada en la vida de Carlos Gardel y que le gustaría que el libreto fuera escrito en inglés y, en lo posible por Tim Rice, coautor junto a Andrew Webber de la opera Evita.
La idea fue calando hondo de manera forma obsesiva en Ástor, que encargó el libreto a su amigo y letrista Pierre Philippe, quien escribió un manuscrito para una ópera que duraría entre cuatro y cinco horas. Su impresión era que Piazzolla “quería hacer algo muy osado” y, gracias a ese trabajo, se convirtió en gran admirador de Gardel.
Para la Navidad de 1987, el compositor viajó a Punta del Este con la esperanza de trabajar en ese proyecto, pero no avanzaron mucho. El compositor estadounidense Gary Burton comentó que lo que a Ástor lo obsesionaba era la ópera sobre Gardel: “Ansiaba que ésta constituyera su éxito consagratorio”.
La obra nunca pudo concretarse. Ástor sufrió inesperadamente un ACV que le impediría terminarla.
En una emotiva carta que Ástor le habría escrito en 1978 a Charlie, como le decía, recuerda aquel encuentro ocurrido a sus 13 años y deja entrever el reconocimiento, la admiración y el agradecimiento que nunca pudo darle en vida.
La trascripción completa de la carta de Piazzolla a su amigo Gardel
Buenos Aires, año de 1978
Querido Charlie:
Quizá llamándote Charlie te acordarás del pibe de 13 años que vivía en Nueva York, que era argentino y tocaba el bandoneón. Además, trabajó de canillita contigo en “El día que me quieras”. Te puse Charlie cuando me preguntaste en tu casa como se decía Carlitos en inglés. ¿Te acordás cuando te llevé un muñeco de madera que había tallado mi viejo? Esa mañana me dedicaste dos fotos, una para Vicente Piazzolla y otra para “el simpático pibe y futuro gran bandoneonista”. De 1934 a hoy, 1978, pasaron 44 años y realmente no te fallé. ¿Te acordás cuando me llevabas a tus filmaciones en los estudios Paramount de Long Island? Febrero de 1934, la peor nevada del año, dos metros de alto y 10 bajo cero y yo tu traductor de piropos a las pibas que te querían conocer. Nunca olvidaré las dos bicicletas que agarramos con Tito Lusiardo y rompimos tratando de entrar en calor.
Por las tardes solía acompañarte a que te compraras ropa en grandes tiendas de Nueva York. Recorrimos Sacks, Macys, Florsheini y al fin compraste tus dichosas camisas con rayas verticales y horizontales. Docenas de ellas, zapatos de charol, borsalinos, etcétera, como si te sobrara la guita. Te mostré toda mi ciudad (estaba orgulloso de saber tanto; también... hacía once años que vivía allí), sobre todo en mi barrio, Greenwich Village, adonde te llevaba a conocer las mejores cantinas italianas, y vos, con problemas de buzarda, te cuidabas; sin contar las veces que viniste a mi casa donde probaste los ravioles de la nonina Asunta, además de un final de buñuelos de membrillo. ¡Cómo te gustaba comer bien!
Jamás olvidaré la noche que ofreciste un asado al terminar la filmación de “El día que me quieras”. Fue un honor de los argentinos y uruguayos que vivían en Nueva York. Recuerdo que Alberto Castellano debía tocar el piano y yo el bandoneón, por supuesto para acompañarte a vos cantando. Tuve la loca suerte de que el piano era tan malo que tuve que tocar yo solo y vos cantaste los temas del filme. ¡Qué noche Charlie! Allí fue mi bautismo con el tango. Primer tango de mi vida y ¡acompañando a Gardel! Jamás lo olvidaré. Al poco tiempo te fuiste con Lepera y tus guitarristas a Hollywood. ¿Te acordás que me mandaste dos telegramas para que me uniera a ustedes con mi bandoneón? Era la primavera del 35 y yo cumplía 14 años. Los viejos no me dieron permiso y el sindicato tampoco. Charlie, ¡me salvé! En vez de tocar el bandoneón estaría tocando el arpa.
Empieza la nueva época de mi vida. Volvemos a Mar de Plata en el 36. Me agarra el flechazo de la música y estudio locamente el fuelle. Mi bandoneón y yo nos vamos a Buenos Aires y debuto con Anibal Troilo. ¿Sabés quién es Troilo? Él era vos, tocando el bandoneón. Es como decir, tu continuador. Estábamos en 1939 y hacía 4 años que eras Dios. Tus filmes y discos subieron desesperadamente. ¡Ahora los giles descubren que cantabas bien! Se acuerdan de aquel momento en que preferían escuchar a otros cantores. Tu teatro estaba vacío. Tu ida a Europa fue premonitoria y tus presentaciones son cada vez más importantes. Después los Estados Unidos, tus filmes, Hollywood, Centroamérica y Medellín, el fin de la ruta. ¿Sabés una cosa? A mi tampoco me gusta el avión, menos esa catramina que tomaste vos. Pero... después de tu ausencia comienzan a aparecer los nuevos personajes de Buenos Aires, Charlie... Le arruinaste la vida a los cantores, esos que solían decir: “Menos mal que se fue Gardel y hay más laburo para nosotros”, y otros contestaban: “¡Guarda, muchachos! Que quedan los discos”.
Aprovechando este momento, aparece una nueva clase social: “las viudas de Gardel”, personajes que compraban o tenían tus discos. Automáticamente se hacían locutores de radio y “críticos”; además todos decían que eran amigos tuyos y nunca te habían visto en la vida. Esta gente que tiene su clan formado en toda la Argentina, Uruguay, Colombia, Venezuela y muchos países más, hace casi 45 años que viven gracias a vos. Pero allí no termina la cosa. Después del 1936 nacen los Gardelianos, Gardelones, Gardelitos o Gardeluchos. Son unos bichos raros que usan tu sonrisa, tus mismas pilchas, tu misma manera de andar y de hablar, pero lo que no pueden hacer es cantar como vos.
Charlie, sé que estarás muriendo de risa, no es para menos. Te puedo decir que la mayoría de los cantores quisieron ser Gardel, y Gardel fue todos. Aquí se ha corrido la voz de que tus discos ensayan de noche, por eso cada día cantás mejor. Te cuento una linda, Charlie: ciertos profesores de canto del Teatro Colón hacen escuchar tus discos como modelo de canto y estoy seguro de que siempre estarás mirándonos de allá arriba y pensarás que te hubiera gustado cantar los grandes tangos del 40; además yo hubiera escrito para vos y te hubiera hecho los arreglos y tocaría el bandoneón. ¡Matamos Charlie!
Lo único que no quisiera usar en la orquesta es el arpa. Allá tendrás una colección de todos los colores. Vos que conoces a los ángeles ¿por qué no les pedí que cambien el sistema y metan un bandoneón en la orquesta? Mirá que están el gordo Pichuco, Maffia, Laurenz. Me estoy entusiasmando demasiado y prefiero esperar un poco para ser yo quien organice esa orquesta. Me voy a trabajar, o sea, como se dice hoy, “¡tengo un recital!”.
Voy a pensar en el pibe Piazzolla cuando vos le dijiste: “Ahora poné música de Arrabal amargo y dale con todo”. Era la primavera del 35 y había nacido el dúo Gardel-Piazzolla. Soy un tipo de suerte. Algún día nos encontraremos en el último piso. Esperame, pero.... no te mueras nunca.
Astor Pantaleón Piazzolla
No podría confirmar que la carta hubiera existido, ni siquiera que la hubiera escrito Piazzolla, pero como estudioso de su vida y obra, sé que estos son sus pensamientos y es por eso que me pareció oportuno trascribirla cuando celebramos los 100 años de su nacimiento.
Resistido, incomprendido y combatido en su tiempo, Astor sufrió la embestida de sectores conservadores, reaccionarios a todo cambio; tuvo que defenderse, pelear, discutir, pero su genio innovador se impuso y triunfó, constituyéndolo en modelo y valioso legado para la música de todo el mundo.
Desde el comienzo se vio luchando consigo mismo para tratar de parecerse a cualquier otro en la vida cotidiana, pero sabiéndose distinto por dentro, experiencias que fueron templando su carácter. Crecer en fortaleza física y anímica estimulado permanentemente por sus padres para que no se sintiera disminuido, constituyó su temprano entrenamiento para afrontar los avatares que la vida le impondría.
En tu aniversario querido Astor podría decirte, al igual que Gardel: lo has logrado, aquel sueño que supiste compartirnos es una realidad. Tu música sigue creciendo, impulsada por las nuevas generaciones y como alguna vez supiste decir: “Que si Gardel viviera, sería piazzolliano”, sin ninguna duda. Y podríamos afirmar que para el mundo Gardel es la voz y Piazzolla la música de Buenos Aires.
*Walter Santoro, presidente de la Fundación Internacional Carlos Gardel
A continuación, recordamos a Carlos Gardel, con un fragmento de la película El Día que me Quieras, y a Astor Piazzolla, con Adios Nonino, junto a su Quinteto Tango Nuevo, en vivo en Utrecht, en 1984.