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publicó este recordatorio firmado por Susana Desimone.
El ruiseñor florentino: Luisa Tetrazzini
Un 29 de junio (de 1871) nació en Florencia, una de las más
brillantes sopranos de coloratura que haya dado Italia, rica y pródiga en
cantantes líricos a lo largo de la historia de la ópera. Su talento natural se
manifestó a los tres años, edad a la que comenzó a cantar sin que esa actividad
cesara hasta poco antes de su muerte, ocurrida el 28 de abril de 1940 en Milán.
Fue contemporánea de otras dos grandes sopranos de coloratura: Amelita
Galli-Curci (1882-1963) y Nellie Melba (1861-1931). La voz de Luisa era más
amplia que la de Amelita pero igualmente bella, aunque con frecuencia se la
criticó por su modo de actuar. En efecto, se decía que no era buena actriz,
aunque quizá haya incidido en esa apreciación su voluminosa figura que hacía
poco creíbles algunos roles como el de 'Violeta' en La Traviata o el de
'Rossina' en El Barbero. Pero el tono y la técnica de la coloratura hicieron de
ella una auténtica diva de su época. No cabe duda de que a fines del siglo XIX
y comienzos del XX los cantantes no estaban obsesionados por su peso y quizá
los espectadores también pensaran que un cuerpo robusto y hasta obeso fuera
garantía de un aparato vocal poderoso. Lo cierto es que debemos avanzar en el
siglo que acaba este año para advertir que la belleza física y la figura estilizada
son compatibles con la excelencia de la voz, salvedad hecha para algunos
brillantes intérpretes wagnerianos, que aún hoy ostentan físicos imponentes,
aunque este aspecto nos recuerda a alguien que dijo alguna vez: "Los
alemanes lo hacen todo grande: los niños, las salchichas y los libros de
filosofía". Y regresamos a Luisa para decir que comenzó sus primeros
estudios serios con su hermana Eva, quien también era una soprano dramática.
Asistió, además, al conservatorio en su Florencia natal y su debut es recordado
como una muestra del carácter y el temperamento que la distinguieron a lo largo
de su vida. En efecto, Luisa (por entonces de 19 años) asistió con su familia
al teatro Pagliano donde iba a representarse La africana de Jacobo Meyerbeer.
Cuando el director anunció que la cantante que debía representar el papel de
Inés no podría hacerlo por hallarse enferma, Luisa saltó de su butaca y le
gritó: "No se preocupe, maestro. Yo sé perfectamente ese papel y puedo
cantarlo". Según se cuenta, el hecho no fue producto de la mera
casualidad, sino de la habilidad, perseverancia y astucia de Luisa, quien en
esa época estaba casada con Giusseppe Scalaberni, administrador del edificio en
el que funcionaba el teatro y donde ella pasó largas horas escuchando los
ensayos. Al parecer, cuando descubrió que la soprano contratada para el rol de
Inés no estaba bien de salud y que era difícil su intervención tal como estaba
programado, resolvió asistir a la función, en la que tuvo lugar el episodio
comentado. Este audaz debut fue calurosamente recibido y marcó el comienzo de
su brillante carrera. Cantó luego en Roma y en otras ciudades italianas y
comenzó giras que la llevaron a Rusia, Madrid, Lisboa, Viena, Berlín, México y
Sudamérica. Cantó por primera vez La Traviata en el Covent Garden de Londres en
1907 y debutó en el Manhattan Opera House de Nueva York en 1908.Buenos Aires
fue testigo de una de sus tempestuosas aventuras sentimentales: después del
suceso alcanzado, ella y su amante sacaron pasajes para Brasil, pero a fin de
despistar a su marido y a la prensa (parece que los papparazzi no son una
creación reciente del periodismo escandaloso) ambos se disfrazaron de marineros
y así subieron al barco. Quien más ha investigado la vida de Tetrazzini ha sido
Charles Neilson Gattey, quien descubrió -cuando reunía documentación para su
libro: Reinas del Canto- que nadie había escrito una biografía de la soprano,
por lo que resolvió emprender esa tarea y publicó un libro de 379 páginas con
la más completa y exhaustiva investigación que se hubiera llevado a cabo hasta
ese momento. También debe recordarse a Fred Gaisberg, el escritor que ayudó a
Tetrazzini a escribir sus memorias en un libro publicado en 1921 con el título
de Mi vida en el canto. El mismo Gaisberg escribió después otra obra, publicada
en 1942, un año después de la muerte de la soprano, en el que dice que ella
sólo mostraba una imagen a los ojos del mundo. Charles Neilson Gattey, por su
parte, decidió quitar toda máscara y así reveló la vida privada de Luisa,
incluyendo sus enredos amorosos, sus batallas legales, sus triunfos
profesionales y también algunos de sus fracasos. El libro escrito con la ayuda
de Gaisberg no fue el único: en 1923 la Tetrazzini publicó otro con el título:
Como cantar, probablemente destinado a sus alumnos de canto en Milán, ya que
-luego de su período de máximo esplendor- antes de la Primera Guerra Mundial,
apareció en numerosos recitales y se dedicó a la enseñanza, aunque sin
abandonar del todo su carrera operística. Luisa, celosa de su independencia, no
soportaba las cláusulas que le exigían respeto por la exclusividad de sus
apariciones para aquellos que la contrataban. Por tal motivo tuvo que pleitear
con Heinrich Conried del Metropolitan Opera y con Oscar Hammerstein I. En esta
última oportunidad y estando en San Francisco, dijo que cantaría en las calles,
si no podía hacerlo en el teatro porque no toleraba ninguna atadura
contractual. Y así lo hizo en la Nochebuena de 1910, ante el edificio del
diario San Francisco Chronicle, donde cantó ante una audiencia de casi 250.000
fervorosos aficionados a su arte. Apasionada, exuberante y rebelde, la
Tetrazzini era capaz de conmover con una simple canción popular como con los más
arriesgados papeles que le exigían una refinada técnica vocal la que, por otra
parte, conservó casi intacta hasta poco antes de su muerte. Ganó y derrochó
fortunas y poco antes de morir, casi en la miseria, proclamó orgullosamente:
"Estoy vieja, estoy gorda, estoy fea...pero todavía soy la
Tetrazzini". Cuando su biógrafo Gattey visitó su tumba en Milán, se
sorprendió al advertir que el mausoleo que la recordaba había sido demolido por
falta de fondos para su mantenimiento y sus restos fueron enviados a un
cementerio para gente pobre. Debe señalarse, además, que la obra de Gattey contiene
una completa enumeración de la discografía existente de la soprano, con
comentarios y críticas de las versiones, a cargo de prestigiosas figuras. Digamos
para finalizar que así como la Melba fue honrada por el chef Auguste Escoffier
con varios platos preparados en su honor de los cuales el que pasó a la
historia y aún se continúa sirviendo en los restaurantes del mundo es la Copa
Melba, también al ruiseñor florentino le fue dedicado el Pollo a la Tetrazzini,
del que existen varias versiones, como sucede en el terreno de la música, que
hasta hoy figuran en los menúes públicos y privados de buena parte de
occidente. Ambos, el postre y el plato principal, contienen una cantidad
escandalosa de hidratos de carbono, grasas saturadas y calorías como las que disfrutaban
nuestros antepasados inmediatos sin culpa y con gran placer. No caeremos en el
abominable lugar común de que todo tiempo pasado fue mejor, pero es indudable
que ni aun las divas sufrían de anorexia o bulimia y que, especialmente ellas,
disfrutaban de un narcisismo tan completo y desarrollado, (Freud dixit) que
parte de ese bienestar lo transmitieron con fuerza arrolladora a sus
contemporáneos y a quienes llegados más tarde a un mundo dominado por la
censura de las conductas individuales y a la férrea obligación de un
comportamiento políticamente correcto, buscan sus grabaciones, primitivas e
imperfectas, tratando de encontrar en sus voces, quizás, el secreto de una
magia perdida para siempre.
A continuación, la recordamos en el día de su nacimiento,
con el aria Caro nome, de la ópera Rigoletto, de Giuseppe Verdi.