Aniversario del estreno de la Sinfonía Nº 8 en Mi Bemol Mayor, De los Mil, de Gustav Mahler.
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La “Sinfonía Nº 8 en mi bemol mayor” (Der Tausend) fue
empezada en el verano del año 1906, después de una temporada más de febril
actividad al frente de la Opera de Viena. Durante sus vacaciones estivales, que
como sabemos solía pasar en su Häuschen de Maiernigg, rodeado por el bosque de
Carintia, en el mes de julio le llegó la inspiración para poner música al himno
de Pentecostés, Veni Creator Spiritus. El texto que poseía era incompleto y
telegrafía a Viena para que se lo envíen. Su labor de composición es tan
rápida, que cuando le llega el texto completo, ya había terminado la música.
Sorprendentemente, la música que había compuesto se adapta fielmente al texto
que le faltaba. Con su primer movimiento terminado, busca un nuevo texto para
el resto de su obra. No podía ser otro que del venerado Goethe, con la escena
final de la segunda parte del Fausto.
La obra fue compuesta con una gran rapidez en solo seis
semanas. Es la primera sinfonía que utiliza partes corales en todos sus
movimientos. La gran cantidad de efectivos que necesita para su composición le
han dado el sobrenombre de “Sinfonía de los mil”, un nombre nunca aprobado por
Mahler y que como veremos es engañoso.
La sinfonía no se estrenó hasta el 12 de septiembre de 1910
en Munich, en la nueva sala de conciertos construida con motivo de la
Exposición Internacional. El público estaba expectante ante la magnitud de la
obra y su elevado número de intérpretes. Rodeando a los reyes de Baviera se
encontraban las personalidades de la cultura de la época, como Richard Strauss,
Max Reger, Camille Saint-Saëns, Alfredo Casella, Stefan Zweig, Bruno Walter,
Franz Schalk, Max Reinhardt y muchos otros. La acogida de la obra fue triunfal,
uno de los pocos momentos de gloria que recibió Mahler como compositor.
Su orquestación emplea cinco flautas, algunas doblando
piccolo, cuatro oboes, corno inglés, seis clarinetes, cuatro fagots,
contrafagot, ocho trompas, cuatro trompetas, cuatro trombones, tuba, piano,
celesta, armonium, órgano, dos arpas, mandolina, glockenspiel, tres timbales,
bombo, címbalos, gong, triángulo, campanas tubulares, aparte de la cuerda
habitual. Además utiliza ocho trompetas y tres trombones, situados en varios
puntos de la sala. En la parte vocal emplea como solistas a tres sopranos, dos
contraltos, un tenor, un barítono y un bajo, coro infantil y dos coros
completos. Los efectivos son numerosos, pero se puede interpretar sin necesidad
de llegar a los mil ejecutantes.
El motivo de llamar a esta obra sinfonía, se puede
justificar por la interrelación entre sus movimientos y por la forma sonata
empleada en el primero. Mahler trata a las voces como otros instrumentos
sinfónicos y somete a todo el grupo a amplios juegos contrapuntísticos.
La obra está dividida en dos partes. La primera Veni,
creator spiritus, ven, espíritu creador, utiliza como texto el Himno de
Pentecostés escrito en latín por el Arzobispo de Mainz, Rabanus Maurus en el
siglo IX, unas palabras que Mahler cambió según sus necesidades.
El primer movimiento allegro impetuoso, empieza con un
acorde del órgano, acompañado de las maderas y cuerdas graves, que introduce el
primer tema con los dos coros entonando las palabras Veni, creator spiritus. Un
Veni en fortissimo del coro pierde fuerza, dando paso a cuatro solistas que
presentan el segundo tema, con las palabras Imple superna gratia, lleno de
gracia suprema. Los coros se unen al cuarteto solista que lo llevan hasta la
repetición del primer tema del Veni creator, mas ampliado y elaborado por la
orquesta. Con un episodio más sombrío empieza la conclusión de la sección de
exposición. Los coros entonan las palabras Infirma nostri corporis, endurece
nuestros cuerpos, sobre un solo de violín. El canto toma una forma antifonal
con los coros respondiéndose.
La intervención de la orquesta introduce el desarrollo. Una
inquieta sección de transición, con el sonido de las trompas y campanas, da
paso a los ocho cantantes solistas, con la reafirmación de la estrofa Infirma
nostri corporis, sobre un fondo en contrapunto de la madera y cuerdas. La parte
fundamental del desarrollo empieza con los coros cantando Accende lumen
sensibus, ilumina nuestros sentidos, con un tema que tendrá gran importancia en
la segunda parte de la obra. La intervención de los coros se efectúa de forma
triunfal, llevando la música al climax
del movimiento. El desarrollo termina con una amplia doble fuga de los coros,
iniciada con las palabras ductore sic te praevio, así que bajo tu guía.
Continúa con una breve recapitulación del primer tema Veni, creator spiritus,
seguida por el segundo tema que nos llevará a la extensa coda, mediante el
lírico Gloria como un impresionante final.
La segunda parte, Schluβszene aus Goethes Faust II, está
formada por la escena final de la segunda parte del Fausto de Goethe. Empieza
con un preludio orquestal poco adagio, como segundo movimiento de la sinfonía.
El primer tema es interpretado sobriamente por los violoncelos y contrabajos,
siendo una versión modificada del Accende lumen sensibus del primer movimiento.
El segundo tema lo presentan las flautas y clarinetes. Una música que expresa
la angustia de las aspiraciones humanas.
El coro entra dulcemente en forma de eco con la frase
Waldung, sie schwankt heran, el bosque se estremece, cantando misteriosamente.
Luego el barítono entona la parte correspondiente al Pater Ecstaticus. Es la
primera invocación del amor, contestada seguidamente por el Pater Profundus
cantado por el bajo. Invoca otro aspecto del amor, con imágenes de la
naturaleza, terminando con su aspecto más espiritual en la frase final O Gott!
beschwichtige die Gedanken, erleuchte mein bedürftig Herz!, ¡Dios mio, alivia
mis pensamientos, ilumina a mi pobre corazón!. El tema del Accende del primer
movimiento se reanuda con la palabra erleuchte, con lo cual se produce la unión
entre los textos de ambas partes.
Aparece el coro de ángeles que continúan con el tema del
Accende. Entran los coros infantiles con el coro de los niños bienaventurados y
los ángeles más jóvenes. Cantan la estrofa Jene Rosen, aus den Händen, las
rosas que traen en sus manos, reflejando la inocencia en estado puro. El coro
de los ángeles más perfectos canta de modo meditativo, sobre solos de la viola
y el violín. Interviene la contralto y luego se reanuda el coro. El Doctor
Marianus interpretado por el tenor, se junta con los ángeles para realizar una
alabanza a la Reina de los cielos. Los coros de los niños y de los ángeles se
unen con el Doctor Marianus, en un canto cada vez más exultante hacia la
Virgen, que llega a su máxima expresión, al final del solo del tenor, en la
frase Jungfrau, rein im schönsten Sinn, Virgen, pura en el sentido más excelso,
con el tema del Accende ennoblecido, el cual dará paso a la última parte de la
sinfonía.
Un fragmento orquestal, adagissimo et vibrando, de recogida
belleza, con una suave melodía de los violines acompañados por las arpas y
armonium, dará paso a los coros. En el coro de penitentes aparece una soprano
solista que no es otra que Gretchen, la Margarita del Fausto. Dos sopranos y la contralto, Magna Peccatrix,
Mulier Samaritana y Maria Aegyptiaca, cantan sobre una música tierna sus
vivencias personales. Las tres unen sus voces aumentando su emoción. Gretchen,
al ser el ángel guardián de Fausto, implora la gracia a la Virgen. El coro
infantil le acompaña con sus dulces voces seráficas como el coro de niños
bienaventurados. Entonces se escucha desde las alturas la voz de la Virgen, la
Mater Gloriosa acompañada por delicados colores de la orquesta, con el arpa y
la flauta.
En la última parte el Doctor Marianus con el coro formando
eco, pide a los penitentes elevar los ojos al redentor. La coda consiste en un
himno cantado por el coro místico empezando muy dulcemente y aumentando
gradualmente su fuerza, para conducirnos a la exaltación de lo Eterno Femenino,
das Ewig-Weibliche, mediante un gran trabajo contrapuntístico, uniendo los
temas de Goethe con el Veni Creator del primer movimiento. Una soberbia coda
orquestal, con la brillante intervención de los metales y el órgano, nos lleva
a un impresionante final.
Se puede considerar una obra intensamente religiosa, pero en
el caso de Mahler su forma de ver la religión no es dogmática. Hombre dotado de
una gran espiritualidad creía en un ser supremo, hacia el cual se dirigía el
hombre después de recorrer un duro camino.
La obra nos presenta un canto de alabanza al creador,
seguida de la redención del hombre a través del amor. Fausto es un pecador
redimido por el amor de Gretchen. Por la intervención de la Virgen llegará su
perdón. Como se puede apreciar es una obra en cierto sentido feminista, con la
exaltación de la figura de la mujer como das Ewig-Weibliche, lo eterno
femenino. La mujer como salvación del hombre mediante un acto de amor. La obra
está dedicada a su esposa Alma, a la que unía un amor no demasiado
correspondido, especialmente en la época del estreno de la sinfonía.
El año 1907 se convertiría en uno de los más terribles en la
vida de Mahler. Se cumplía la profecía de los tres golpes de martillo escritos
en su sexta sinfonía. Dejaba su cargo en la Opera de Viena. Durante diez años
había conseguido una renovación total de las interpretaciones operísticas. Su
gran sentido de la profesionalidad le había llevado a altas exigencias en sus
colaboradores, no siempre conformes con las largas horas de ensayo. Sus grandes
producciones y su afán de novedades habían disparado los gastos del Teatro. Su
origen judío no le favorecía en unos momentos en que se estaba desarrollando
una campaña antisionista. La prohibición de la representación de la Opera de
Richard Strauss “Salomé”, por encontrarla sexualmente depravada, encolerizó a Mahler.
Estos fueron los motivos por los que dimitió más o menos forzadamente de su
cargo.
Poco tiempo más tarde, al principio del verano su amada hija
Putzi, Maria Anna, muere en pocos días a causa de una difteria. Mahler como era
habitual en aquellos años, estaba pasando sus vacaciones en Maiernigg. La madre
de Alma acudió a visitarlos y tuvo un ataque de corazón. El médico que la
visitó le recomendó reposo después de examinarla. Mahler sugirió al doctor que
también le reconociera. El diagnóstico fue que sufría una insuficiencia mitral
y le prohibió cualquier actividad física. La causa era una malformación de una
válvula cardiaca, debida a una infección incurable en aquella época, lo cual le
impediría efectuar cualquier deporte.
La enfermedad separó más al matrimonio, viviendo casi
aislados uno del otro, sumidos en la melancolía. Mahler acepta una invitación
para dirigir en New York. En el otoño de 1907 abandona Europa para realizar su
labor de director de la Metropolitan Opera de New York durante cuatro meses. El
trabajo es grato y los beneficios económicos altos. Otra ventaja es que tendrá
más tiempo para componer, pues sus vacaciones son más amplias.
El 1 de enero de 1908, Mahler debuta en New York, dirigiendo
el “Tristan und Isolde”. Seguirán 23 conciertos en el Metropolitan y otros en
Filadelfia y Boston.
A continuación, de Gustav Mahler, la Sinfonía Nº 8 en Mi Bemol
Mayor, De los mil, en la versión de Ricarda Merbeth y Juliane Banse, sopranos; Anna
Lucia Richter y Mihoko Fujimura, mezzosopranos; Sara Mingardo, contralto; Andreas
Schager, tenor; Peter Mattei, barítono; Samuel Youn, bajo barítono, el Coro de
la Radio de Baviera, el Coro de la Radio Letona, el Orfeón Donostiarra, el Coro
de Niños Tölz, y la Orquesta del Festival de Lucerna, dirigidos por Riccardo
Chailly.