El fantasma de la ópera es una novela de Gastón Leroux, que fue
publicada por primera vez en fascículos, en el Diario Le Gaulois, el 23 de
septiembre de 1909 hasta marzo de 1910. Posteriormente fue adaptada en numerosas
versiones para teatro y cine.
El sitio www.historia.nationalgeographic.com
publicó este artículo firmado por Sandra Andrés Belenguer.
Actualizado a 09 de abril de 2020 · 16:26 · Lectura: 7 min
En septiembre de 1909 apareció en el periódico parisino Le
Gaulois la entrega inicial de un folletín titulado El fantasma de la Ópera. Su
autor, Gaston Leroux, que por entonces todavía no había abandonado su carrera
periodística, confesaba en tinta impresa haber investigado una serie de
extraños sucesos acontecidos en el Palacio Garnier, sede de la Ópera de
París, y que su propósito en la novela era exponer el fruto de dichas
pesquisas. Durante los cinco meses en que se sucedieron las entregas en Le
Gaulois, los lectores quedaron atrapados por la historia de un fantasma que
deambulaba entre bambalinas causando la muerte a todo aquel que osara mirarle.
EL MALO DE LA NOVELA
El fantasma era en realidad un hombre atormentado cuyo
rostro, deformado de nacimiento, le otorgaba el aspecto de una verdadera
aparición. Leroux lo presenta como un genio de la arquitectura, la magia y la
música, y, a la vez, como un cadáver viviente que había erigido sus dominios
en los subterráneos de la Ópera. La criatura se enamora de una joven soprano,
Christine Daaé, le da lecciones de canto y hace todo lo posible por mantenerla
a su lado, y hasta la rapta para retenerla en su morada. A lo largo de la
historia se suceden las escenas de emoción: trampas bajo tierra, la caída de
la lámpara del majestuoso auditorio, muertes, venganzas...
Una misteriosa presencia habitaba los sótanos de la Ópera de
París provocando accidentes y muertes y chantajeando a los propietarios
Finalmente, Erik –pues ese era el nombre del protagonista–,
en un gesto de redención, deja marchar a Christine con su amor de la niñez,
el vizconde Raoul de Chagny. En el epílogo de la novela, Leroux cuenta el fin
del fantasma: solo y desesperado, presa de sus frustraciones, pero habiendo
sentido un atisbo del amor que tanto anhelaba, concluye su vida aislado del
mundo exterior en el subsuelo del teatro de la Ópera.
Leroux fue un pionero de la novela popular de misterio. En
1907, con El misterio de la habitación amarilla, inauguró una serie en torno
al detective aficionado Rouletabille que proseguiría con gran éxito hasta la
década de 1920. El fantasma de la Ópera cautivó igualmente a los lectores y,
muy pronto, también a los espectadores, gracias a diversas adaptaciones
cinematográficas (entre las que destaca la de 1925, protagonizada por Lon
Chaney) y, más recientemente, por un musical que ha alcanzado popularidad
planetaria.
REALIDAD Y LEYENDA
Desde la primera entrega de la novela, Gaston Leroux
afirmaba con vehemencia que lo que iba a relatar en capítulos sucesivos estaba
basado en hechos reales. "El fantasma de la Ópera existió. No fue, como
durante mucho tiempo se creyó, una inspiración de artistas, una superstición
de directores". Y, en efecto, como otras leyendas, la del fantasma de la
Ópera parte de elementos verídicos con los que el autor francés esculpió
una historia híbrida entre la realidad y la literatura.
Una primera fuente de inspiración para la historia del fantasma
la constituye el mismo edificio de la Ópera, una iniciativa del emperador
Napoleón III, quien quiso crear un templo de la música que se convirtiera en
símbolo de su propio régimen. Al comenzar las obras, en 1862, un inesperado
obstáculo emergió desde las profundidades: un antiguo afluente del Sena
amenazaba la estabilidad del edificio, que debería alzarse sobre terrenos
pantanosos. Para asegurar los cimientos, el arquitecto, Charles Garnier, creó
un lago artificial aislado por muros que debía dar estabilidad al edificio y
evitar filtraciones de agua. En la actualidad, los bomberos parisinos lo drenan
dos veces al año para evitar que el nivel freático suba y protegen a los
peces ciegos que lo habitan. Entre esta gran cisterna y el nivel de suelo se
edificaron cinco pisos de galerías subterráneas para evitar derrumbes.
Gaston Leroux sostuvo hasta su muerte que los hechos que
relataba en su novela eran completamente verídicos.
Muchos de los accidentes que Leroux atribuye a su fantasma
ocurrieron realmente, como la caída de la gran araña sobre la platea del teatro
ocurrida en 1896 y que mató a una mujer.
Todo ello sugirió a Leroux la idea de que Erik había sido
contratado por Garnier como ayudante y que el fantasma, durante el largo
período de tiempo que se dilató la construcción del edificio (casi quince
años), trabajó en el diseño de su propia guarida, donde se refugiaría de la
humanidad.
En ese mismo espacio se sitúa la escena con que se abre la
novela, y que se basa en un hecho cierto del que Leroux fue testimonio. En
1907, un grupo de hombres encabezados por el director de la Sociedad
Gramofónica de París, Alfred Clark, y el director de la Ópera, Pierre Gailhard,
se reunieron para llevar a cabo un encargo de índole casi secreta. Clark
había donado a la Academia Nacional de Música varias grabaciones de cantantes
líricos de la época, con una condición: mantener aquellos discos sellados en
el interior de unas urnas metálicas y no abrirlas hasta que hubieran
transcurrido cien años. Gailhard optó por guardar ese tesoro en el subsuelo
de la Ópera, cerca del lago subterráneo artificial, un lugar protegido del
sol y de miradas curiosas (en 2007 se abrieron las cajas y las grabaciones se
editaron en tres cedés bajo el título Las urnas de la Ópera).
Leroux recoge esta misma historia, añadiendo que, cuando
los obreros comenzaron los trabajos para realizar una caja fuerte en uno de los
muros del subterráneo, la pared se derrumbó́ dejando al descubierto un
apartamento completamente amueblado. No sólo eso: en la cámara apareció un
cuerpo en descomposición.
ESQUELETO TRAS LA PARED
Según Leroux, la Ópera quiso ocultar aquel insospechado
descubrimiento y arrojó el cadáver a una fosa común. Pero el novelista quiso
averiguar más y constató que la estructura ósea del cuerpo presentaba signos
de malformación. Quienquiera que fuese, aseguraba, se había encerrado a sí
mismo con la única intención de fallecer allí.
En realidad, no consta que se hallara ningún esqueleto
misterioso en la Ópera de París, lo que no ha impedido que posteriormente se
haya armado que el cadáver correspondía a un communard, un participante en la
gran insurrección popular de París en 1871. En relación con este punto, el
único hecho probado es que, durante el asedio de París por los prusianos en
1870, el edificio sirvió de refugio y almacén de munición y alimentos. Por
otra parte, años después de la Comuna, en distintas partes de la ciudad
seguían apareciendo restos de los miles de communards víctimas de la
represión de 1871.
La popularidad de El fantasma de la Ópera ha aumentado
gracias a las muchas versiones, tanto cinematográficas como musicales, que se
han hecho. la imagen muestra la portada de una edición de la novela.
Un elemento en el que se mezcla también realidad y ficción
es la protagonista femenina, Christine Daaé. Las semejanzas entre este
personaje de ficción y una cantante de la época son más que evidentes. Al
parecer, Leroux se habría inspirado en la vida de Christina Nilsson para
concebir a Daaé. Ambas habían nacido en Suecia, eran hijas de campesinos, sus
madres habían muerto siendo ellas muy pequeñas y acompañaron a sus padres de
pueblo en pueblo tocando el violín y cantando melodías populares; cuando sus
progenitores murieron, fueron adoptadas por mecenas que no sólo las cuidaron
como a sus propias hijas, sino que les abrieron las puertas del mundo lírico
en París. Finalmente, las dos contrajeron matrimonio con un hombre de la
aristocracia; en el caso de Nilsson con un aristócrata español, el conde de
Casa Miranda.
¿Y el fantasma? Llama también la atención que en los años
en que Leroux escribía su novela, en París se hablase mucho de apariciones de
fantasmas. Por ejemplo, en 1905 el fisiólogo Charles Richet, premio Nobel de
medicina en 1913, causó sensación con un informe sobre ciertas apariciones de
fantasmas en Argelia, fotografías incluidas. Sin embargo, Leroux permaneció
ajeno a este tipo de creencias y en su novela Erik no era realmente un
fantasma, sino un hombre de carne y hueso que se servía del miedo
supersticioso de los demás a los espíritus.
A continuación, El fantasma de la ópera, en las voces de Gerard Butler, y Emmy Rossum.