El Diario La Nación, publicó esta entrevista realizada por Matías Avramow.
“El loco de la azotea”: la otra cara del creador del primer programa de radio del mundo y su relación con Gardel
Es conocido por su trayectoria en la radio, sin embargo,
esa es solo la punta del iceberg de las hazañas de Enrique Susini
Durante varias mañanas de 1920, los vecinos del barrio de Retiro vigilaban con sospecha el Teatro Coliseo, frente a la plaza Libertad. Y es que un grupo de cuatro jóvenes bien vestidos y engominados se encargaron de colar cables e instalar antenas extrañas en la azotea del edificio. Los bautizaron “los locos de la azotea”. El grupo era dirigido por Enrique Susini, y junto con sus tres discípulos, transmitieron por primera vez en la historia del mundo, un programa de radio. Fueron pocos los que se enteraron en aquel momento, pero después de ese día, el mundo cambió por completo.
Antes de eso, Susini era conocido solo como médico. La radio era una afición adquirida unos años antes. Pero el día que logró transmitir música por radio experimentó un cambio radical. Se sumergió en la música, el arte y la farándula. Ser vanguardista se convirtió en su obsesión: fundó el primer canal de televisión, la primera productora de cine, trabajó con Gardel, con Enrico Caruso e incluso produjo a Mirtha Legrand en sus primeros años. LA NACION conversó con Gonzalo Susini, su sobrino nieto y sin dudas una de las personas que más conocen la historia de Enrique.
Los locos de la azotea
Desde muy joven, el estudio se convirtió en fanatismo para Enrique Susini. Cuando su padre ejerció como cónsul general en Europa estudió medicina y música en Viena. Antes de cumplir 23 años logró graduarse de física y química. Al regresar a la Argentina, a principios de siglo, también se recibió de médico. Su curiosidad servía de excusa para mantener su manía por investigar; no paraba hasta que se aburría. Luego pasaba a lo siguiente.
La medicina fue la razón por la que conoció la radio. Durante la Primera Guerra Mundial, reclutaron a Susini para ser miembro del cuerpo médico para la Potencia de la Entente. Él había trabajado desarrollando vacunas con su padre y tenía experiencia tratando muchos pacientes al día.
Por sus conexiones en Europa terminó curando heridos en las trincheras. En el frente, los soldados se comunicaban con un aparato que no necesitaba cables para hablar, usaban ondas con la incipiente transmisora de radio que habían inventado 10 años antes. El proceso lo alucinó desde el primer momento.
— ¿Qué hizo Susini cuando regresó de la guerra?
— Se dedicó casi exclusivamente a la producción de vacunas. Pero también fue periodista en el diario LA NACIÓN, en la Prensa, y en Crónica. En paralelo, con su sobrino y sus amigos comenzaron con la radioafición.
Junto con Susini, Luis Romero Carranza, Miguel Mujica y César Guerrico eran vistos como una especie de pandilla. Los llamaban los “locos de la azotea”. Ellos tres eran estudiantes de medicina pertenecientes a la clase más alta del país. Pero eran rebeldes, no seguían los estándares familiares. Su curiosidad los llevó a cualquier lado. Con la radio comenzaron a estudiar las posibilidades médicas que podía brindarles pero con el uso de aquel aparato y una mayor familiarización terminaron transmitiendo música y poesía.
— ¿Por qué un médico se interesaba tanto por la cultura?
— Porque Enrique era un tipo que sabía ocho idiomas, cantaba en ruso, en alemán y en italiano. Al mismo tiempo que hacía lo de la radio era director de ópera. Dirigió la Scala de Milán, las termas de Caracalla, en Austria, en Viena y en Berlín.
— ¿Cuánto duró el proyecto de radio?
— Duró poco. Después de un tiempo le dejaron de hacer caso. Desde aquella época, Samuel Yankelevich volvía loco a mi tío abuelo para hacer plata con la radio, pero no les interesaba.
— ¿Qué buscaba?
— Seguir ideando. No paraban. Si ganaban plata con un proyecto era para invertirlo en el siguiente. Cuando crearon Vía Radiar invierten una fortuna.
Una empresa millonaria que surge de la radio
Entre 1920 y 1930, la Argentina estaba superpoblada por migrantes que llevaban poco tiempo en el país. Y Vía Radiar se convirtió en su medio de comunicación trasatlántica por excelencia. En aquella época se usaba el telégrafo, pero era engorroso comunicarse con Europa.
Se formaban colas gigantescas para enviar mensajes al otro lado del océano. Con bobinas gigantes que cargaban en barcos, tiraban cables de 10 mil kilómetros de largo, pero se cortaba la comunicación frecuentemente. Según Susini, Vía Radiar aceleró la comunicación y la hizo más barata.
— ¿Qué era Vía Radiar específicamente?
— La tecnología no era muy avanzada así que comunicarse de la Argentina a Europa era carísimo e intermitente. Lo que hizo mi tío abuelo fue emplear ondas cortas de radio para sustituir esos cables.
—¿Qué son las ondas cortas de radio?
— Son ondas de radio que viajan miles de kilómetros. Entonces sacabas de la variable el cable y ahorrabas millones. Cuando vieron que funcionaba se expandieron a Paraguay, Canadá, Estados Unidos, a todos lados. Después de un año vendió el proyecto a la empresa ITT y ganó 200 millones de pesos, que en aquella época era una fortuna. Un auto valía 1000 pesos. Era más caro que el valor de un trasatlántico entero.
Gardel, Mirtha Legrand y el Hollywood argentino
Con el dinero que Susini ganó, llevó a toda la familia de vacaciones a Europa y de ahí tomó un avión directo a Estados Unidos. Con sus antiguos amigos aficionados a la radio visitaron los estudios de cine de MGM e idearon su nuevo proyecto: fundar el primer estudio de cine de América Latina, Lumiton.
— ¿Cuál fue la primera película que produjeron?
— Los Tres Berretines, que fue la segunda película argumental de cine sonoro argentino, unos días después de Tango. Dirigieron más de 99 películas con el sello de Lumiton. También produjo a Gardel en esa época.
— ¿Ahí lo conoció?
— Sí. Fue cuando recién comenzaba con ese proyecto. Eran muy cercanos. Él lo trató porque era otorrinolaringólogo. Lo operó de unos nódulos en la garganta. Enrique comenzó a producir videos suyos. Pero Gardel quería ser cantante de música clásica. Enrique trabajaba en ópera. Él sabía que no le daba para cantar ópera. Así que le dice “mire Carlos, con la cantidad de cantantes de ópera que tenemos, no tiene sentido. Siga con la música popular. Lo que sí le digo, sepárese de Razzano”.
— ¿Entonces siguió siendo médico?
— Sí. Tenía su consultorio, atendía a todos. Operó a Gardel, a Caruso y a Mimí Pons. Él la descubrió en una audición para teatro.
— ¿A quién más descubrió?
— Él inició a Mirtha Legrand cuando tenía 13 años, con “Los martes, Orquídeas”. Era una producción de Lumiton.
Para los 30, Susini ayudaba a producir los cortometrajes musicales del ícono tanguero. Todos pasaron por Lumiton. Hicieron el primer noticiero argentino, teleteatro, películas nacionales e internacionales.
Sin embargo, después de 10 años, se aburrió de aquel proyecto, vendió su parte y se dedicó al teatro. La productora permaneció en pie hasta los 60.
El encuentro con Perón
Durante el primer gobierno de Perón, Samuel Yankelevich, Pablo Guerrico y Enrique Susini se plantearon fundar el primer programa de televisión del país. Sin embargo, un proyecto de tal envergadura no podía pasar sin el aval del gobierno de turno. Con el primer peronismo, la iniciativa privada no era bien recibida, así que tenían que reunirse con el presidente. Pero había tensión. Tanto Yankelevich como Susini habían tenido problemas con Perón o sus ministros.
— ¿Por qué era tan difícil abrir un canal de televisión?
— El gobierno peronista no quería la televisión. Al menos no quería que la televisión proviniera de otro lado que no fuese el Estado.
En 1950, Guerrico, Yankelevich y Susini lograron una audiencia con el presidente Perón. Fue a través de Eva Perón que lograron aquella reunión.
Evita admiraba a Susini por su éxito en la producción cinematográfica y radial. Gonzalo narra el encuentro: “Enrique comenzó a contarles el proyecto, pero antes de que pudiera explicarlo, Perón lo interrumpió. Le dijo, ‘mire doctor, para su tranquilidad, todo lo que usted propone ya está aprobado. Cuéntenme, ¿qué necesitan?, ¿qué ayuda requiere?’. Enrique les dijo que no necesitaban nada, que con tal de no interferir no habría problema. Perón accedió y les dijo, ‘tendrán comunicación directa con Evita. Porque si no hacemos esto de la televisión, Eva me mata’”.
— ¿Pero no se quedó en el canal?
— Tuvo problemas con Yankelevich. El equipo de Lumiton fue el que instaló todo el equipo de Canal 7. Enrique era el director general, manejaba la cámara y sabía cómo funcionaba todo. No es cierto que Yankelevich lo haya hecho. Lo que pasa es que se queda con la parte legal. Estafó a mi tío abuelo, a pesar de que eran amigos. No les pagó a los técnicos de Lumiton que instalaron todo. Así que mi tío abuelo, al final, decidió alejarse.
— ¿Qué hizo después?
— Volvió a producir teatro, siguió con sus pacientes médicos y retomó la primera inquietud que la radio le dio: encontrar aplicaciones curativas de la radio. Por mucho tiempo experimentó el efecto de la onda corta de radio para tratar el cáncer. Fabricó aparatos y llevó sus investigaciones a Europa, especialmente las dedicadas a tratar el cáncer.
A finales de los 60, después de cumplir 80 años, Enrique Susini decide mudarse a Pinamar. Fue uno de los precursores de la costa. No había más que algunas casas en medio de bosques y dunas de arena. Su casa estaba frente al mar.
— ¿Usted conoció a Susini?
— Tenía seis años y mi tío abuelo pasaba los 75. Todos los veranos viajábamos a Pinamar para visitarlo. Me acuerdo de Facón, su perro. Me alucinaba porque lo había entrenado muy bien Enrique.
— ¿A qué se refiere?
— En las mañanas Facón iba al supermercado del pueblo con una bolsa en la boca que tenía plata y una lista de compras. Los de la tienda llenaban la bolsa con el pedido y el perro volvía solo. Cuando hacía frío, mi tío le hacía la seña y Facón iba por leña… era una genialidad.