Agnes Mathilda Luckemeyer, más conocida como Mathilde
Wesendonck, nació en Elberfeld, Wuppertal, Alemania, el 23 de diciembre de 1828,
y murió en Altmünster, Austria, el 31 de agosto de 1902. Poetisa.
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MOMENTOS ESTELARES DE LA MÚSICA CLÁSICA
III
Wagner: Tormenta de pasión por Mathilde Wesendonck
Entre el derroche de lujuria de Minna Planer y el remanso de buen juicio que supuso Cósima Liszt, quien supo afianzar y potenciar la leyenda de su marido, Richard Wagner conoció el amor idealizado y hondamente inspirador de Mathilde Wesendonck. Ella era la joven esposa de un comerciante que se prestó a dar cobijo a uno de los artistas con más deudas de la historia y, se desconoce si consumando o no su relación con el compositor, operó como auténtica fuerza motora del arrebato de pasión de 'La valquiria' y del cautivador drama amoroso de 'Tristán e Isolda'. Ellas tres y otras mujeres fueron siempre instrumentos de los que se valía el genio para cumplir la que consideraba su divina misión creativa
Composición del dúo de 'Tristán e Isolda', Nochevieja de 1857
Aventuras aparte, Richard Wagner albergó tres grandes amores: Minna Planer, Mathilde Wesendonck y Cósima Liszt, la hija de otro genio. Cada una le proporcionó -a él, que era el centro del mundo- un tipo de combustible diferente para su asombrosa máquina creativa, y a todas les correspondió con aquello que más le sobraba: entusiasmo.
Mientras la amó, Wagner describió a Minna con palabras entusiastas luego desmentidas por sus biógrafos, que vieron en ella un bello ser de coquetería calculada y pasado movido que le había dejado como recuerdo una hija a la que presentaba como su hermana. El musicólogo Kurt Pahlen ha reconstruido a través de las cartas que intercambiaron la relación apasionada entre el compositor y la actriz que lo hizo navegar por las agitadas aguas del "amor sensual" (o sea, el sexo).
La pasión era lo único que permanecía en el egocéntrico y brillante Wagner; lo que cambiaba eran sus destinatarias, fijas o de ocasión. "Siento que todas mis extremidades están amputadas cuando me faltas", leemos en una de sus inflamadas misivas a Minna, pero con idéntico ardor y grandilocuencia le escribe a Judith Gautier, hija del célebre escritor, muchos años después: "Pienso en sus abrazos como en la embriaguez más maravillosa, en el orgullo supremo de mi existencia".
No hay cartas entre Wagner y Cósima, la mujer más importante de su vida, puesto que nunca se separaron. Ella le sobrevivió y supo detectar el creciente mito de su marido, afianzarlo y administrarlo con fidelidad e inteligencia; le proporcionó "el comprensivo y tranquilo hogar para su madurez artística" y su olimpo artístico: el teatro de Bayreuth.
Entre el desenfreno de Minna y el remanso de Cósima media el amor sublime, inspirador y no sabemos si consumado de Mathilde, la esposa de 23 años del comerciante de sedas Otto Wesendonck. La pareja se construye una lujosa villa en el lago de Zúrich en la que da asilo a Minna y Wagner, que ha salido a la carrera de Dresde por su implicación en un movimiento revolucionario. Tras encadenar tres éxitos (Rienzi, El holandés errante y Tannhäuser), el autor necesita marcha, experiencias excitantes, y además está cansado de su mujer.
Huye a Weimar con Liszt, su futuro suegro, quien le procura dinero y un pasaporte falso. En plena huida aparece Minna, pero con el pretexto de la cautela la deja tirada y a cargo de Liszt para seguir solo rumbo a Zúrich. Antes de conocer a Mathilde, y de que Minna le dé alcance en la ciudad suiza, Wagner tiene tiempo de planear una fuga con Jessy Taylor, esposa de otro comerciante.
La relación de 10 años entre el compositor y Mathilde comienza en 1851. Aunque al principio parece diluirse dentro una amistad común de dos matrimonios bajo el mismo techo, ella sucumbe poco a poco a la personalidad desbordante del músico, y él halla a una mujer bella y encantadora que, además, comprende sus más secretos anhelos musicales. De esta sintonía surgen los Wesendonck Lieder, cinco canciones para voz y piano que adaptan poemas atribuidos a Mathilde pero que podrían pasar por obra de Wagner, tal es su influencia sobre la muchacha.
Cuando comienza a componer La valquiria, tres años más tarde, desliza en un rincón de la partitura las letras "G.S.M.", que se interpretan como "Bendita sea Mathilde". Al mudarse los Wagner a chez Wesendonck, la novela de los dos enamorados alcanza un clímax que no pasa inadvertido a Minna, quien declara la guerra a su joven rival. Poco le importa a Wagner, sólo atento a sí mismo y presa de una embriaguez amorosa irrefrenable por quien su imaginación ha idealizado ya como Isolda, la princesa rubia de la leyenda artúrica.
"El compositor ha encontrado su reino mágico en el alma de Mathilde", señala Kurt Pahlen. Ella se convierte en "la fuerza motora de la delirante tormenta de pasión de La valquiria y en inspiración del más subyugante drama de amor que jamás se haya creado: Tristán e Isolda". En efecto, el último día de 1857, Wagner escribe a su amada: "El gran dúo de Tristán me ha salido extremadamente bello", y le recita: "Lo que se lamentaron/ y negaron,/ Tristán e Isolda/ en castos tonos de oro,/ sus lágrimas y sus besos/ los pongo a tus pies,/ para que al ángel alaben /que tan alto se eleva".
Menos de dos años después, Wagner ha sabido ver que su unión con Mathilde no puede ser eterna y la ha transformado en una amistad que se prolongará años. Milagro que no se ha cobrado ninguna víctima a excepción de una, la pobre Minna, a quien el desgaste emocional deja al borde del colapso físico y nervioso. El matrimonio Wesendonck sale no ya indemne, sino incluso más fuerte, y Wagner continúa impertérrito en pos de una gloria que, esa sí, será el gran amor de su vida.
A continuación, la recordamos en el día de su nacimiento, con el ciclo Wesendonck Lieder, de Richard Wagner, en la versión de la soprano Karan Armstrong, junto a la Orquesta de la Gewandhaus de Leipzig, dirigida por Kurt Masur.