miércoles, 19 de junio de 2013

Juan Bautista Alberdi


Juan Bautista Alberdi nació en San Miguel de Tucumán, el 29 de agosto de 1810 y murió en Neuilly-sur-Seine, Francia, el 19 de junio de 1884.

Fue un abogado, jurista, economista, político, estadista, diplomático, escritor y músico argentino, autor intelectual de la Constitución Argentina de 1853. 

Su familia, una de las más importantes de Tucumán, apoyó la Revolución de Mayo desde sus inicios y su padre frecuentaba al general Manuel Belgrano cuando éste estaba al mando del Ejército del Norte. 

Salvador Alberdi falleció en 1822, y su hijo Juan Bautista quedó al cuidado de sus hermanos mayores.

Se trasladó desde muy joven a Buenos Aires, donde estudió en el Colegio de Ciencias Morales, gracias a una beca de estudio otorgada por la provincia de Buenos Aires.

Abandonó prematuramente sus estudios en 1824 y se empleó como ayudante de comercio, pero pronto retomó sus estudios, cursando en el departamento de jurisprudencia en la Universidad de Buenos Aires.

En esos años se dedicó también a la música y compuso obras clásicas de piano, guitarra y flauta para sus amigos y en 1832 escribió su primer libro, El espíritu de la música.


En 1834 viajó a su provincia natal, deteniéndose para rendir exámenes en Córdoba, obteniendo el título de bachiller en leyes que no lo habilitaba para ejercer la profesión, porque para ello debía cursar dos años en la Academia de Práctica Forense y rendir un examen ante la Cámara de apelaciones.

En Tucumán colaboró con el gobernador Alejandro Heredia, a quien dedicó un folleto titulado “Memoria descriptiva de Tucumán”.

A fines de 1835 regresó a Buenos Aires, donde se unió al llamado Salón Literario, fundado por Marcos Sastre y frecuentado por Juan María Gutiérrez, José Mármol y Miguel Cané padre entre otros jóvenes, con los que se vinculó a la llamada generación del '37.

Estos intelectuales adhirieron a las ideas de la democracia liberal y se asumieron como continuadores de la obra de la Revolución de Mayo, propiciando una organización mixta del país como respuesta al enfrentamiento entre federales y unitarios.

En 1837, siendo aún estudiante, publicó lo que pensaba que sería su tesis doctoral: el Fragmento Preliminar al Estudio del Derecho, en que pretendía hacer un diagnóstico de la situación nacional y sus posibles soluciones.

Esta obra estuvo influenciada por el historicismo jurídico argentino, doctrina que consideraba al sistema jurídico como un elemento dinámico y continuamente progresivo de la vida social.

Ese mismo año editó un periódico, La moda, del cual se publicaron en total veintitrés números y estaba dedicado a divulgar la evolución de la moda en Europa: vestimenta femenina y masculina, música, poesía, literatura y costumbres y publicaba con el seudónimo de "Figarillo".

En noviembre de 1838, debido a su negativa a prestar juramento al régimen del gobernador de la provincia de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas y a la persecución de la Mazorca, creada por Rosas para atemorizar a sus adversarios, se disolvió el Salón Literario, y se formó la logia "La joven argentina", cuyos estatutos fueron confiados a Alberdi.


En Montevideo trabajó como abogado y periodista, fue secretario del general Juan Lavalle, de quien se alejó debido a diferencias políticas y en este período escribió dos obras de teatro: La Revolución de Mayo y El gigante Amapolas.

En 1843, se trasladó a Europa acompañado por su amigo Juan María Gutiérrez y durante su residencia en París, conoció al general José de San Martín.

De regreso de Europa, se instaló en Valparaíso, Chile, donde revalidó su título, ejerció como abogado, ganó enorme prestigio, y presentó su tesis doctoral, "Sobre la conveniencia y objetos de un Congreso General Americano", donde expuso la idea de una unión americana por medio de una unión aduanera.

Adquirió la finca Las Delicias, tomó contacto con Domingo Faustino Sarmiento, y escribió numerosos artículos costumbristas bajo seudónimo. 

En Chile se dedicó a estudiar la constitución de los Estados Unidos, con la idea de copiar lo que se pudiera para la de Argentina, cuando llegara el caso de sancionarla.

Producida la derrota de Rosas en la batalla de Caseros, el 3 de febrero de 1852, Alberdi se puso a escribir un tratado sobre la futura constitución argentina, a la que denominó las Bases y Puntos de Partida para la Organización Política de la República Argentina.



Este libro lo llevó a la fama, tardó apenas un par de semanas en escribirlo y lo publicó en mayo de ese mismo año,reeditándolo con ampliaciones, e incluyó un proyecto de Constitución, basado en la Constitución Argentina de 1826 y en la de los Estados Unidos.

En 1853 publicó un tratado complementario de Bases llamado Elementos de derecho público provincial argentino.

Frente a un país casi despoblado, su principal preocupación fue su población, y a tal fin favoreció la inmigración europea:

"Aunque pasen cien años, los rotos, los cholos o los gauchos no se convertirán en obreros ingleses... En vez de dejar esas tierras a los indios salvajes que hoy las poseen, ¿por qué no poblarlas de alemanes, ingleses y suizos?... ¿Quién conoce caballero entre nosotros que haga alarde de ser indio neto? ¿Quién casaría a su hermana o a su hija con un infanzón de la Araucanía y no mil veces con un zapatero inglés?
Tenemos suelo hace tres siglos, y sólo tenemos patria desde 1810. La patria es la libertad, es el orden, la riqueza, la civilización organizados en el suelo nativo, bajo su enseña y en su nombre. Todos estos elementos nos han sido traídos de Europa, desde las ideas hasta la población europea".


Fue muy crítico del estatismo de la herencia colonial hispana, principal barrera, en su opinión, al progreso de la América independiente.

La Constitución ha consagrado el principio de la libertad económica, por ser tradición política de la revolución de mayo de 1810 contra la dominación española, que hizo de esa libertad el motivo principal de guerra contra el sistema colonial o prohibitivo.

En su libro Sistema económico y rentístico de la Confederación Argentina, que también fue una obra complementaria de las "Bases", expresó claramente su pensamiento como jurista y como economista:

"El que no cree en la libertad como fuente de riqueza, ni merece ser libre, ni sabe ser rico. La Constitución que se han dado los pueblos argentinos es un criadero de oro y plata. Cada libertad es una boca mina, cada garantía es un venero. Estas son figuras de retórica para el vulgo, pero es geometría práctica para hombres como Adam Smith. Llevad con orgullo, argentinos, vuestra pobreza de un día; llevadla con esa satisfacción del minero que se para andrajoso y altivo sobre sus palacios de plata sepultados en la montaña, porque sabe que sus harapos de hoy serán reemplazados mañana por las telas de Cachemira y de Sedán. - La Constitución es un título de propiedad que os llama al goce de una opulencia de mañana. El que no sabe ser pobre a su tiempo, no sabe ser libre, porque no sabe ser rico".

Los constituyentes sancionaron la Constitución Argentina de 1853 en base al texto de las Bases de Alberdi.

En esa época entabló una polémica ideológica con Domingo Faustino Sarmiento plasmada en las Ciento y una del sanjuanino y las Cartas quillotanas del tucumano y ambos mostraron sus dotes de estadistas, sus semejanzas y sus diferencias políticas. 



Al rechazar el ofrecimiento de Ministro de Hacienda en 1855, Urquiza le encargó la misión de obtener en Europa el reconocimiento de la Confederación Argentina bajo la nueva Constitución y evitar el reconocimiento del Estado de Buenos Aires, escindido de la Confederación, como nación independiente, misión que Alberdi cumplió con éxito y que le valió el encono del general Bartolomé Mitre y de Domingo Faustino Sarmiento, enojo profundizado luego por la oposición frontal de Alberdi a la Guerra de la Triple Alianza, actitud que le valió ser calificado como "traidor".



En 1862, al asumir la presidencia Mitre, triunfador sobre Urquiza en Pavón, sus gestiones en el exterior fueron interrumpidas.

Alberdi regresó al país el 16 de septiembre de 1878 al resultar electo como diputado al Congreso Nacional por su provincia y se reconcilió con Sarmiento.

Asistió a la lucha por la sucesión presidencial desatada en 1880 cuando el gobernador de Buenos Aires, Carlos Tejedor, se sublevó contra el presidente Nicolás Avellaneda, que resulto vencedor en la contienda y Buenos Aires fue declarada Capital de la Nación por una ley que fue refrendada por la legislatura provincial. Los diputados como Alberdi, que no acompañaron al presidente fueron declarados cesantes.

El 24 de mayo de 1880, fue designado doctor honoris causa por la Facultad de Derecho, no pudo hacer uso de la palabra, en razón de su delicada salud, y Enrique García Merou, leyó la disertación "La omnipotencia del Estado es la negación de la libertad individual".

Mitre, avivando viejos rencores se empeñó en desacreditar a Alberdi, se opuso a la iniciativa de imprimir sus obras completas por parte del Estado Nacional, mediante un proyecto de ley que el presidente Julio Argentino Roca, sucesor de Avellaneda, había enviado al Congreso y a su nombramiento como embajador en Francia. 

Las obras fueron editadas, pero en el senado autorizó la designación diplomática y abrumado por esta circunstancia, Alberdi se marchó nuevamente a Francia, donde lo encontró la muerte el 19 de junio de 1884, a la edad de 73 años.

Placa recordatoria en el edificio en el que Juan Bautista Alberdi vivió en Francia.

El 27 de abril de 1889 sus restos fueron repatriados, por decreto del presidente Miguel Juárez Celman, y embarcados a bordo del vapor "Azopardo".


Se los trasladó en principio a la Catedral de Buenos Aires, donde se le rindieron honores hasta el 5 de junio, fecha en que se ubicaron en la bóveda de la familia Ledesma en el Cementerio de la Recoleta.

Mausoleo en el Cemeterio de la Recoleta
Actualmente sus restos reposan en un nicho especialmente construido en la casa de gobierno de Tucumán, su provincia natal.

Para completar este recuerdo, lo hacemos con sus frases y pensamientos.



La democracia es la libertad constituida en gobierno, pues el verdadero gobierno no es más ni menos que la libertad organizada.

¿Qué exige la riqueza de parte de la ley para producirse y crearse? Lo que Diógenes exigía de Alejandro: que no le haga sombra.

En efecto, ¿quién hace la riqueza? ¿Es la riqueza obra del gobierno? ¿Se decreta la riqueza? El gobierno tiene el poder de estorbar o ayudar a su producción, pero no es obra suya la creación de la riqueza.

El Gobierno es una necesidad de civilización, porque es instituido para dar a cada gobernado la seguridad de su vida y de su propiedad. Esta seguridad se llama y es la libertad.

El gobierno no ha sido creado para hacer ganancias, sino para hacer justicia; no ha sido creado para hacerse rico, sino para ser el guardián y centinela de los derechos del hombre, el primero de los cuales es el derecho al trabajo, o bien sea la libertad de industria.

El Estado es libre en cuanto absorbe y monopoliza las libertades de todos sus individuos, pero sus individuos no lo son, porque el gobierno les tiene todas sus libertades.

La libertad no es una mera idea, una linda abstracción, más o menos adorable. Es el hecho más práctico y elemental de la vida humana. Es tan prosaico y necesario como el pan. La libertad es la primera necesidad del hombre, porque consiste en el uso y gobierno de las facultades físicas y morales que ha recibido de la naturaleza para satisfacer las necesidades de su vida civilizada, que es la vida natural del hombre, por excelencia.

En este sentido, la libertad no es ni más ni menos que el gobierno expedito de sí mismo. Ser libre, es gobernarse a sí propio. La libertad es el mejor de los gobiernos, por esta razón palpable y natural: que como nadie es más amigo de sí mismo que uno mismo, nadie es mejor juez ni más fiel administrador de lo que interesa a su propia existencia que uno mismo.

La riqueza, como la libertad, vive en el hombre, y tiene por causa al hombre. En el hombre está la mina, no en el suelo. El suelo puede estar lleno de oro: allí se quedará si falta el hombre capaz de explotarlo.