Jorge Francisco Isidoro Luis Borges nació en Buenos Aires,
el 24 de agosto de 1899 y murió en Ginebra, Suiza, el 14 de junio de 1986.
Fue uno de los autores más destacados de la literatura del
siglo XX, publicó ensayos breves, cuentos y poemas.
Su obra es fundamental en la literatura y en el pensamiento
universal, y ha sido objeto de minuciosos análisis y de múltiples
interpretaciones que trasciende cualquier clasificación y excluye todo tipo de
dogmatismo.
Lo recordamos con algunas de sus frases y pensamientos.
El psicoanálisis no me gusta. Es el lado oscuro de la
ciencia-ficción.
And yet, and yet... negar la sucesión temporal, negar el yo,
negar el universo astronómico, son desesperaciones aparentes y consuelos
secretos... El tiempo es un río que me arrebata, pero yo soy el río; es un
tigre que me destroza, pero yo soy el tigre; es un fuego que me consume, pero
yo soy el fuego. El mundo, desgraciadamente es real; yo, desgraciadamente, soy
Borges.
Hay quienes no pueden imaginar un mundo sin pájaros; hay
quienes no pueden imaginar un mundo sin agua; en lo que a mí se refiere, soy
incapaz de imaginar un mundo sin libros.
De todos los instrumentos del hombre, el más asombroso es,
sin duda, el libro. Los demás son extensiones de su cuerpo. El microscopio, el
telescopio, son extensiones de su vista; el teléfono es extensión de la voz;
luego tenemos el arado y la espada, extensiones del brazo. Pero el libro es
otra cosa: el libro es una extensión de la memoria y la imaginación.
Poco a poco fui comprendiendo la extraña ironía de los
hechos. Yo siempre me había imaginado el Paraíso bajo la especie de una
biblioteca. Ahí estaba yo. Era, de algún modo, el centro de novecientos mil
volúmenes en diversos idiomas. Comprobé que apenas podía descifrar las
carátulas y los lomos. Entonces escribí el Poema de los dones.
Nadie rebaje a lágrima o reproche esta declaración de la
maestría de Dios, que con magnífica ironía me dio a la vez los libros y la
noche.
El infierno y el paraíso me parecen desproporcionados. Los
actos de los hombres no merecen tanto.
Fácilmente aceptamos la realidad, acaso porque intuimos que
nada es real.
Hay que tener cuidado al elegir a los enemigos porque uno
termina pareciéndose a ellos.
La ceguera es una forma de soledad.
La muerte es una vida vivida. La vida es una muerte que
viene.
Modificar el pasado no es modificar un solo hecho: es anular
sus consecuencias, que tienden a ser infinitas.
Yo había comprendido hace muchos años que no hay cosa en el
mundo que no sea germen de un Infierno posible; un rostro, una palabra, una
brújula, un aviso de cigarrillos, podrían enloquecer a una persona, si ésta no
lograra olvidarlos.
Para ver una cosa hay que comprenderla. [...] Si viéramos
realmente el universo, tal vez lo comprenderíamos.
¿De qué otra forma se puede amenazar que no sea de muerte?
Lo interesante, lo original, sería que alguien lo amenace a uno con la
inmortalidad.
Sentí lo que sentimos cuando alguien muere: la congoja, ya
inútil, de que nada nos hubiera costado ser más buenos.
Pensar, analizar, inventar no son actos anómalos, son la
normal respiración de la inteligencia.
Ser inmortal es baladí; menos el hombre, todas las criaturas
lo son, pues ignoran la muerte; lo divino, lo terrible, lo incomprensible, es
saberse inmortal.
Lo que decimos pocas veces se parece a nosotros.
Cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en
realidad de un solo momento: el momento en que el hombre sabe para siempre
quién es.
Jorge Luis Borges y El Otro. |
Entrevista a Jorge Luis Borges por Joaquín Soler Serrano para el programa "A fondo" de Radiotelevisión Española el 8 de septiembre de 1976.