Pablo Luna Carné nació en Alhama de Aragón, España, el 21 de
mayo de 1879, y murió en Madrid, España, el 28 de enero de 1942. Compositor.
El sitio www.dbe.rah.es
publicó este recordatorio firmado por Luis M. Gracia Iberni.
Pablo Luna Carné
Biografía
Luna Carné, Pablo. Alhama de Aragón (Zaragoza), 21.V.1879 –
Madrid, 28.I.1942. Compositor, empresario teatral y director de orquesta.
Nacido en un pequeño pueblo aragonés, desde muy pronto
mostró una sensibilidad excepcional hacia la música. Cuando su padre, teniente
de la Guardia Civil, fue trasladado a Zaragoza, entró en el Conservatorio,
donde recibió clases de Teodoro Ballo y Miguel Arnaudas. Al terminar sus
estudios se dedicó a tocar el violín por teatros y cafés, hasta que en 1900 fue
contratado como concertino de la orquesta del teatro Principal de Zaragoza al
servicio de las compañías de zarzuela y ópera que lo visitaban habitualmente.
Estrenó sus primeras zarzuelas, La escalera de los duendes y La rabalera, en
Bilbao y Zaragoza, respectivamente, en 1904. Paralelamente comenzó a dirigir
las formaciones de foso con éxito. En 1905 decidió probar suerte en Madrid,
donde Chapí le requirió para hacerse cargo del puesto de concertador y director
de orquesta en el teatro de la Zarzuela, en el que permaneció durante casi diez
años. Tras haber compuesto El gran embustero (1908), recibió el encargo de
Musetta, con libro de Luis Pascual Frutos, que se estrenaba el 13 de julio de
1908 con fortuna desigual. Su debut en el teatro Apolo, ese mismo año, con
Fuente escondida, pasó prácticamente desapercibido. Luna asistió con dolor al
incendio que asoló el teatro de la Zarzuela el 8 de noviembre de 1909, lo que
obligó a disolver la compañía. Después de casi un año de transitar por los
teatros menores de Madrid, llevó a cabo la obra que le proporcionaría mayor
fama, Molinos de viento, con libreto de Luis Pascual Frutos, estrenada el 2 de
diciembre de 1910 en el Cervantes de Sevilla. Dos meses más tarde llegaba con
gran éxito al teatro Eslava, donde fue acogida triunfalmente, lo que le abrió
las puertas de todos los teatros. Volvería a recibir el aplauso del público con
Huelga de criadas (1910), con libro de Martínez Viergol y en colaboración con
Luis Foglietti. En plena racha de éxitos, Las hijas de Lemnos (1911), en el
Apolo, fue acogida con ovaciones, al igual que la versión teatral de Sangre y
arena (1911) sobre la célebre novela de Blasco Ibáñez, tratada casi como un
acontecimiento nacional. La tendencia se quebró con su opereta La canción
húngara, de clara influencia de Lehár, que apenas gustó.
A principios de 1913 apareció otra de las mayores
referencias en la vida de Luna, Los cadetes de la reina, opereta en el modelo
vienés. Presentada en el teatro Price, obtuvo un éxito importante. Meses más
tarde ofreció La alegría del amor, junto a Cadenas y Asensio Mas (1913),
apuesta por la opereta de corte erótico, casi arrevistada, con amplios
decorados e inevitable exhibición del sexo femenino. Pese al esfuerzo económico
de la empresa, la obra pasó casi desapercibida, lo mismo que La gloria del
vencido. En 1914, en unión de Arturo Serrano, Luna se convirtió en el
empresario del renacido teatro de la Zarzuela. Bajo su responsabilidad
artística estrenaron autores como Conrado del Campo, Joaquín Turina, Rafael
Millán, Jesús Guridi y el mismo Falla. A la par, Luna asumió la responsabilidad
musical, por lo que se convirtió en una de las batutas más experimentadas del
momento en el foso de los teatros. En 1916, y casi por sorpresa, vivió uno de
los grandes acontecimientos artísticos con El asombro de Damasco, con libro de
Paso y Abati. Llegó a traducirse al inglés y obtuvo un notable éxito en su
presentación en el teatro Oxford de Londres. Dos años más tarde obtuvo un nuevo
éxito con El niño judío (1918), con libro de García Álvarez y Antonio Paso, que
impulsó otras composiciones que también se estrenaron ese año en el Apolo.
Verían la luz El aduar (1918), celebrada por la “Canción del camellero”, Trini
la Clavellina (1918) o Los calabreses (1918), opereta popularizada por la
“Canción del bandido”. Tras algunos fracasos, como Juanito y su novia (1918),
Muñecos de trapo (1919), La mecanógrafa (1919) o Pancho Virondo (1919), vio la
luz La Venus de las pieles, ofrecida en el Eslava (1920), con la colaboración
de La Argentinita, incluida en el espectáculo Kursaal de Gregorio Martínez
Sierra. Los años siguientes estuvieron llenos de estrenos, aunque ninguno pudo
considerarse como auténtico éxito. Escribió obras como Su alteza se casa
(1921), Los papiros (1921), El querer quita el sentío (1921), Ojo por ojo
(1921), Los dragones de París (1922) —que se proyectó popularmente gracias a la
conocida como “Canción del capitán de dragones”— o Los apuros de Pura, pieza
menor, calificada como “farsa matrimonial” (1922). El gran acontecimiento de
esta época, sin embargo, se produjo con el estreno de Benamor (1923), uno de
los mayores logros de la vida artística de Luna, así como del teatro de la
Zarzuela, que cobijaba dicha obra, con libro de Antonio Paso y González del
Toro. Ambientada en la exótica Persia y desarrollada siguiendo un cuento
oriental, la composición musical es una de las más ambiciosas de Luna. El éxito
se vio favorecido por la interpretación, en la que tanto Esperanza Iris como
Enrique Ramos obtuvieron el aplauso de público y crítica. La opereta fue
llevada a Londres, donde se estrenó en 1924.
La actividad del compositor aragonés durante los años
siguientes fue, de nuevo, frenética, como correspondía a los compositores del
momento. Hay que destacar Rosa de fuego (1924), obra de amplias dimensiones, de
temática reiterativa, La joven Turquía (1924) y Calixta la prestamista (1924),
un sainete de poco interés con libro de García Álvarez y Luque que, sin
embargo, ayudó a salvar el comienzo del otoño en el Apolo. Ni El anillo del
sultán (1925) ni La paz del molino (1925), presentadas en el Apolo y el Pavón,
respectivamente, aportaron un ápice a la memoria de éxitos del compositor.
Mayor ambición había en Sangre de reyes (1925), una colaboración junto a
Francisco Balaguer, defendida con éxito por Ramón Peña y Rosario Leonís.
Centrada su producción en el teatro Pavón, no logró imponerse con El tropiezo
de la Nati (1925), con texto de Arniches y Antonio Estremera, ni con Las
espigas (1925), en colaboración con Enrique Brú. Los años siguientes fueron
considerablemente menos intensos en actividad, aunque hubo composiciones como
El fumadero (1927), La manola del Portillo (1928) o La chula de Pontevedra
(1928), colaboración con Enrique Brú. Con La pícara molinera, estrenada en el
teatro Circo de Zaragoza (1928), Luna obtuvo su último gran éxito, al tratarse
de la obra maestra de su madurez. Fue protagonizada por Marcos Redondo y Sélica
Pérez Carpio.
En los últimos años de su vida artística ya no volvería a
rememorar sus logros previos. Ni la revista El antojo (1929), a mayor gloria de
la eximia Celia Gámez, ni El caballero del guante rojo (1929) ni La mujer de su
marido (1929) merecieron más allá de éxitos medianos y no demasiado duraderos.
La década de 1930 fue especialmente dura, tanto por la conflagración bélica a
la que estuvo sometida España, que Luna vivió con gran dolor, como, en el
terreno lírico, por el declive imparable de la zarzuela frente a otro tipo de
espectáculos más ajustados a la realidad y al coste del momento. El éxito,
además, pasó de soslayo por el trabajo de Luna que se vio obligado a limitar
considerablemente su producción, desde piezas como la zarzuela cómica Flor de
Zelanda (1930), llena de tópicos, o La moza vieja, inusual y no muy afortunada
colaboración junto a Federico Romero y Guillermo Fernández Shaw. En el catálogo
de Luna todavía aparecieron algunas apuestas relevantes, como Las calatravas
(1941), última tentativa de ambición, donde volvía al espíritu de la comedia
romántica. Hay que resaltar que en estos años Luna colaboró con el
cinematógrafo componiendo bandas sonoras para películas, como Miguelón, basada
en la vida de Fleta, El negro que tenía el alma blanca, Una aventura oriental o
La farándula.
A comienzos de 1942 Luna enfermó. Un ataque de uremia lo
postró definitivamente, falleciendo el 28 de enero de 1942. El entierro fue una
impresionante demostración pública de dolor. Todavía el 12 de octubre de 1944
se estrenó póstumamente, en el teatro Principal de Zaragoza, El Pilar de la
victoria, con libro de Manuel Machado y completada por Julio Gómez.
Obras de ~: La escalera de los duendes, 1904; La rabalera,
1904; Mussetta, 1908; El gran embustero, 1908; Fuente escondida, 1908; Molinos
de viento, 1910; Huelga de criadas, 1910; Las hijas de Lemnos, 1911; Sangre y
arena, 1911; Los cadetes de la reina, 1913; La alegría del amor, 1913; La
gloria del vencido, 1913; El asombro de Damasco, 1916; El niño judío, 1918; El
aduar, 1918; Los calabreses, 1918; Trini la Clavellina, 1918; Juanito y su
novia, 1918; Muñecos de trapo, 1919, La mecanógrafa, 1919; Pancho Virondo,
1919; La Venus de las pieles, 1920; Su alteza se casa, 1921; Los papiros, 1921;
El querer quita el sentío, 1921; Ojo por ojo, 1921; Los dragones de París,
1922; Los apuros de la Pura, 1922; Benamor, 1923; Rosa de fuego, 1924; Calixta
la prestamista, 1924; La joven Turquía, 1924; El anillo del sultán, 1925; La
paz del molino, 1925; Sangre de reyes, 1925; El tropiezo de la Nati, 1925; con
E. Bru, Las espigas, 1925; El fumadero, 1927; La manola del portillo, 1928; La
chula de Pontevedra, 1928; La pícara molinera, 1928; El antojo, 1929; El
caballero del guante rojo, 1929; La mujer de su marido, 1929; Flor de Zelanda,
1930; Las calatravas, 1941; El Pilar de la victoria, 1944.
Bibl.: A. Fernández Cid, Cien años de teatro musical en
España (1875-1975), Madrid, Real Musical, 1975; A. Sagardía, Pablo Luna,
Madrid, Espasa Calpe, 1978; C. Gómez Marco, “El viaje intercontinental de
Luna”, en El niño judío, Madrid, Teatro de la Zarzuela, 2001.
Luis M. Gracia Iberni
A continuación, lo recordamos en el día de su nacimiento,
con la Danza del fuego, de la zarzuela Benamor, en la versión de la Orquesta de
Valencia, dirigida por Martínez Alpuente.