Paul Wittgenstein nació en Viena, Austria, el 11 de mayo de 1887, y murió en Nueva York, Estados Unidos, el 3 de marzo de 1961. Pianista.
El sitio www.barcelonaclasica.info publicó este recordatorio.
Paul Wittgenstein, el pianista manco
El músico reinventado que inspiró obras de Ravel y Prokofiev
En el mundo de la música, como en el de muchas otras disciplinas artísticas, siempre hay algo que resulta más bien una excepción y no la regla. Las obras para mano izquierda son el rara avis del corpus pianístico, si bien hay épocas en las que su creación ha sido más prolífera, como por ejemplo, durante la primera mitad del siglo XX. Es aquí donde entra en escena el protagonista del artículo, el pianista Paul Wittgenstein, dado que fue una de las principales figuras que impulsaron este tipo de composición.
Paul Wittgenstein nació en 1887 en Viena, siendo el séptimo de los ocho hijos de una de las familias con raíces judías más ricas e importantes del imperio austro-húngaro. Sus abuelos, plenamente integrados en la cultura germánica, eran conocidos como coleccionistas entusiastas y selectivos. El violinista Joseph Joachim, primo de su abuela, fue adoptado cuando tenía doce años por la familia, que lo envió a estudiar con Felix Mendelssohn: «¡Sólo déjelo respirar el mismo aire que usted!», le pidieron al compositor. Joachim fue el principal vínculo entre los Wittgenstein y Clara Schumann y Johannes Brahms, que se convirtieron en invitados habituales en las cenas de la familia de Paul: la amistad de Brahms era valorada por encima de cualquier otra y algunas de sus obras —como el Quinteto para clarinete— se sintieron por primera vez en casa de los Wittgenstein. A las veladas que organizaba Leopoldine Wittgenstein ——madre de Paul y una mujer con un talento musical excepcional— también asistían Gustav Mahler, Bruno Walter, Richard Strauss y Pau Casals, y fue así como su casa se convirtió en un gran centro de exquisitez musical. Es evidente, por tanto, que todo estaba a favor para que los hijos del matrimonio Wittgenstein fueran agentes activos en la vida cultural austriaca. Los deseos y las constantes presiones de su padre, Karl Wittgenstein, para que continuaran con el negocio familiar tuvieron, sin embargo, efectos desastrosos: Hans —el Mozart de la familia— y Rudolf, dos de los hermanos mayores de Paul, se suicidaron en su intento perseguir una carrera en el mundo de la música y del teatro en 1903 y 1904, respectivamente. Ambas tragedias tuvieron efectos devastadores sobre su padre y le llevaron a educar a los hijos más pequeños —entre los que encontramos Paul y Ludwig, que se convirtió en un importante filósofo— con más libertad.
A las veladas que organizaba Leopoldine Wittgenstein ——madre de Paul y una mujer con un talento musical excepcional— también asistían Gustav Mahler, Bruno Walter, Richard Strauss y Pau Casals, y fue así como su casa se convirtió en un gran centro de exquisitez musical
Bajo la maestría de Theodor Leschetizky y Joseph Labor —organista y compositor ciego cuya carrera fue en gran medida impulsada por el mecenazgo de los Wittgenstein—, Paul pronto se convirtió en pianista tras la muerte de su padre y en 1913, con 26 años, debutó como intérprete en Viena: si bien las críticas que obtuvo fueron buenas, no podremos nunca llegar a saber si fueron realmente merecidas o jugó un importante papel la influencia de su familia. En cualquier caso, el reconocimiento que obtuvo como pianista con dos brazos no tardaría en esfumarse: un año después, con el estallido de la Gran Guerra, Paul se alistó en el ejército con su hermano Ludwig. En la campaña de Galitzia, cuando se dirigía a la frontera rusa, sin embargo, una bala lo hirió en el codo derecho y, antes de que recuperara el conocimiento, ya había sido trasladado a un hospital de campaña donde le habían amputado el brazo derecho, con terribles consecuencias para su carrera profesional como concertista. «¡Qué cosa tan terrible! ¿Qué filosofía ayudará alguna vez a superar un hecho de este tipo?», escribió su hermano Ludwig, cuando se enteró de lo que había sucedido.
En 1915, Wittgenstein debutó como pianista manco en un concierto benéfico para mutilados que habían vuelto de las trincheras
Siguiendo la huella del pianista húngaro Géza Zichy —alumno de Liszt que también había perdido un brazo en un accidente de casa—, Wittgenstein no se resignó con la tragedia y decidió sacar adelante su carrera profesional. Desde el hospital de guerra donde estaba internado perfeccionó su técnica de mano izquierda: empezó dibujando el teclado de un piano en una caja, y sobre el boceto practicaba durante siete horas diarias. Al verlo un diplomático danés, lo trasladó a un campo donde tuvo acceso a un piano, con el que empezó a trabajar el Estudio Revolucionario de Chopin, que conocía de memoria. Posiblemente la elección no fue casual, dado que el pianista Leopold Godowsky —que sufrió una parálisis parcial en el lado derecho de su cuerpo— la había arreglado para mano izquierda. En 1915, Wittgenstein debutó como pianista manco en un concierto benéfico para mutilados que habían vuelto de las trincheras: aunque las críticas fueron buenas y su técnica causó sorpresa, de nuevo no se puede descifrar hasta qué punto las reseñas eran más fruto de la valentía que suponía por el pianista volver a los escenarios con un brazo menos.
Sin embargo, Wittgenstein se esforzó para convertirse en un pianista excelente y cuando regresó a Viena se dedicó a estudiar obras compuestas por Labor especialmente para él, arreglos de piezas pre-existentes para mano izquierda que él mismo había hecho y, finalmente, comenzó a encargar obras a importantes compositores del momento, principalmente gracias al reconocimiento y la estima recibida y, sobre todo, a la fortuna familiar. Aunque era admirado en todo el mundo, su familia tampoco estaba muy convencida de su talento, dado que creían que carecía de gusto y tenía demasiados gestos extravagantes.
Durante la década de los 20 figuró en la dedicatoria de las partituras de Hindemith, Korngold, Schmidt; Strauss, Ravel y Prokofiev le compusieron conciertos durante los años treinta y Britten en 1942, entre otros. El resultado de estas colaboraciones, sin embargo, no siempre fue el esperado: Wittgenstein era una persona muy exigente, y no dudó nunca en rechazar interpretar las obras que no le gustaban o hacer los cambios en la partitura que consideraba necesarios sin consultar el compositor: las libertades que se tomaba derivaban sin duda de su personalidad, excesivamente posesiva con todo lo que había surgido gracias a su bolsillo. «No se construye una casa para que otro pueda vivir. Yo he encargado y pagado las obras, toda la idea fue mía… Pero las piezas de las que tengo exclusivamente los derechos de interpretación deben ser mis siempre que continúe tocando en público; es el correcto y lo justo.» De hecho, Paul Wittgenstein era bastante caprichoso, rasgo de su carácter que le permitió desdeñar el Cuarto concierto de Prokofiev sin ningún tipo de consideración: «Gracias por el concierto, pero no entiendo una sola nota y no lo tocaré», le dijo, provocando que éste fuera el único concierto que el compositor no pudiera ver interpretada en vida. Klaviermusik Op. 29 de Hindemith también terminó en el cajón del olvido, y no se interpretó hasta 81 años más tarde de su composición, en 2002, después de la muerte de la viuda de Wittgenstein.
Wittgenstein obtuvo la nacionalidad estadounidense en 1946, después de haberse instalado en 1938. Con el ascenso al poder de los nazis, el músico, consciente de que no se les calificaría de judíos a pesar de la posición social de su familia, intentó convencer a su familia para que se trasladara con él en Suiza. Como judío, no se le permitiría tocar en público y sus paseos por el campo serían más incómodos al pasar por delante de las señales de Juden verboten. En julio del mismo año que el Anschluss, Wittgenstein huyó del Reich, abandonando a sus hermanas, que se negaron a seguirle. Cuando más tarde lo intentaron, fueron arrestadas y se presentaron ante el tribunal con el orgullo propio de una familia rica y famosa de la alta burguesía del país. Finalmente, fueron absueltas y, para terminar de asegurar su estancia en Viena, intentaron negociar su protección a cambio del dinero de la familia con el Reichsbank. Sin embargo, se encontraron con la firme oposición de Paul, que ya vivía en Estados Unidos y se negaba a establecer acuerdos con los nazis y a ayudarles siquiera por el simple deseo de sus hermanas de no abandonar su país natal. El pianista siempre llevó con orgullo sus raíces judías, algo demostrado en una pequeña anécdota que contó Ludwig. Éste, cuando era pequeño, quería apuntarse con su hermano a un club de gimnasia de Viena, pero el acceso se les denegó porque el local estaba restringido a personas de “raza aria”. Aunque Ludwig estaba dispuesto a mentir sobre sus orígenes con el fin de ser aceptado, Paul se negó. Finalmente, sin embargo, no se tuvo en cuenta la opinión de Paul y las divisas familiares —que bien podrían considerarse como la fortuna privada más grande del continente— fueron transferidas al banco berlinés en una acción que ayudó a financiar los gastos del frente nazi durante la Segunda Guerra Mundial.
Paul Wittgenstein vivió el resto de su vida en Estados Unidos, donde ejerció de intérprete y profesor. En este último ámbito, publicó, en 1957, tres volúmenes de piezas con el objetivo de mejorar la técnica para la mano izquierda. Finalmente, murió en Nueva York en 1961, acontecimiento que supuso el descubrimiento de partituras que se le habían dedicado y que, posiblemente porque no le gustaban, ni las había interpretado ni había dejado que lo hiciera otra persona.
A continuación, lo recordamos en el día de su nacimiento, con su versión de La Fileuse Op 157 Nº 2, de Joseph Joachim Raff.