Jesús de Monasterio y Agüeros nació en Potes, Cantabria, España, el 21 de marzo de 1836, y murió en Casar de Periedo, Cantabria, España, el 28 de septiembre de 1903. Violinista y compositor.
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publicó este recordatorio firmado por Asunción Miralles de Imperial y Pasqual
del Pobil.
Jesús de Monasterio y Agüeros
Biografía
Monasterio y Agüeros, Jesús de. Potes (Cantabria),
20.III.1836 – Casar de Periedo (Cantabria), 28.IX.1903. Violinista, compositor,
director, profesor y académico, uno de los principales impulsores de la música
instrumental durante el siglo xix en España.
Fue bautizado en la iglesia parroquial de San Vicente Mártir
(Potes) el día 24 de marzo, siendo su padrino el presbítero Francisco Antonio
de Caldas, y actuando como testigos Mathías de la Madrid y José Bulnes, ambos
vecinos de la villa de Potes. Único hijo varón de Jacinto Monasterio y Caldas y
de Isabel Agüeros y Manrique de la Vega, tuvo dos hermanas, Regina y Ana. Su
padre, Jacinto, maestrante de Granada, fue nombrado por Su Majestad a consulta
de la Cámara para el corregimiento de la villa de Boñar, en la provincia de
León en 1824 y, enterado de que en la villa de su jurisdicción algunas personas
a título de voluntarios realistas usaban una clase de cocorda o divisa
diferente a la de la nación española, prohibió la misma, y, debido a este
enfrentamiento, el intendente de León le formó causa, a consecuencia de la cual
sufrió prisión en Valladolid hasta que se le hizo justicia y le recompensaron
sus buenos servicios con la vara de alcalde mayor de la villa de Rueda.
Desengañado de la política, se retiró en 1834 al solar de origen de su mujer,
donde, para distraer su amargura, dedicó muchos ratos a la música. Así pues, en
el entorno tranquilo de la villa de Potes, recibió Jesús dos decisivas
influencias: la de su madre, Isabel, que lo aficionó al conocimiento de su
tierra, Liébana, y la de su padre, Jacinto, que le inculcó la afición musical,
inclinándolo de forma decisiva a la práctica del violín.
Escribió su hija Antonia que, mientras tocaba un día Jacinto
el violín, le pareció oír sollozos, y el tratar de informarse, se encontró
detrás de la puerta a su hijo Jesús, de unos cinco años, llorando
desconsoladamente, y al preguntarle por el motivo de su tristeza, el niño
contestó “es esa música la que me hace llorar”.
De esta manera comprendió Jacinto que aquella sensibilidad
era reveladora de un gran temperamento artístico, y desde ese mismo instante se
dedicó a enseñarle Solfeo y Violín. Con sólo cinco años y un pequeño violín,
regalo de su padre, Monasterio interpretó los bailes de moda en la romería de
Aliezo (Cantabria), iniciando lo que sería su trayectoria artística.
Acompañado por su padre, empezó a recibir sus primeras
lecciones en Palencia, del primer violinista de la catedral, y posteriormente
en Valladolid donde un gran intérprete, José Ortega y Zapata, le transmitió su
experiencia y conocimientos acerca del arte del violín. El 14 de enero de 1843,
debutó en el Liceo Artístico de Valladolid donde, según las noticias de la
época, “causó una admiración inexplicable con los prodigios que hizo tocando el
violín: este angelito, más pequeño que el instrumento que tenía entre manos,
fue coronado y nombrado socio de mérito entre mil muestras de aprobación
general”. Siguiendo el consejo de su maestro, ese mismo año se trasladó para
perfeccionar sus estudios a Madrid, donde lo conoció el general Espartero,
regente del reino, y, tan en gracia le cayó, que después de escucharlo le
regaló un medio violín de mérito que había sido construido para el infante
Sebastián. En el Carnaval de ese año y con ocasión de un baile de trajes dado
en el Palacio Real, el pequeño, que ya era conocido cariñosamente en los
ambientes del Madrid mundano como “el niño Jesús”, fue presentado a otra niña,
algo mayor que él, que después pasaría a regir los destinos de España con el
nombre de Isabel II. Llamado para ser oído, y después de interpretar varias
piezas, “debió quedar cansadito de tocar y de recibir caricias y viendo un
sillón en rincón alejado, se subió a él y quedó dormido”. La Reina, a través
del Regente, le concedió una pequeña pensión con duración hasta 1848, que le
permitió continuar su formación de violinista. En Madrid lo hizo con José Vega,
recibiendo más tarde lecciones de los profesores de la Real Capilla Juan
Guillermo Ortega y Antonio Daroca, y completando sus estudios con Juan Díez en
el Conservatorio. En la primavera del año 1843 ofreció en Madrid numerosos
conciertos y el mismo año emprendió una gira por diversas provincias, donde
cosechó importantes éxitos. Continuó su periplo al año siguiente acompañado de
su padre, pero la caída de Espartero hizo que perdiera su pensión y el deseo de
llevarlo al Conservatorio de París tropezó con grandes dificultades, ya que,
aunque viajó hasta esa ciudad y trató de conseguir la ayuda económica que le
permitiría continuar allí sus estudios, tuvo que volver a España sin lograr sus
propósitos.
Nuevamente el padre se refugió en la casa familiar de Potes,
donde falleció en 1845, dejando huérfano al niño en compañía de su madre y su
hermana Regina, y a la espera del nacimiento de su otra hermana, Ana, por la
que siempre manifestó el músico una gran predilección.
No obstante la desgracia, pudo contar con la tutoría de Basilio
Montoya, amigo de su padre y gran aficionado también a la música, quien,
vencida la oposición materna, acompañó a Jesús a París y a Bruselas en 1849.
Tras ser admitido como alumno del Real Conservatorio de
Música de Bruselas, Basilio confió a Jesús a los maestros François Auguste
Gevaert y Manuel García, quienes ya lo habían escuchado en París, y a la
dirección artística del violinista Charles Bériot, de quien recibió incluso
clases particulares. Se estableció en la pensión de Paul Brown y completó su
formación en el Conservatorio de la ciudad con las clases de Armonía a cargo de
Lemmens y de Contrapunto con François Joseph Fétis, director de la institución.
El 30 de julio de 1852, y en reñido certamen, obtuvo
Monasterio el premio de honor del Conservatorio, tras superar el problema
surgido por su escasa edad, dieciséis años. Durante esta estancia suya en
Bruselas fue retratado por el pintor J. Schubert, hermano del gran músico.
Con los laureles cosechados en Bélgica emprendió viaje a su
patria, donde le esperaban los honores de quienes le negaron poco antes su
ayuda para ser lo que ahora era, pero antes se detuvo en París por aquello de
que los aplausos parisinos resuenan en el mundo entero.
El 3 de febrero de 1854 fue nombrado violinista honorario de
la Real Capilla, lo que le dio opción a la primera vacante de violín. Meses
antes había recibido la distinción de miembro honorario de la Academia
Pontificia de Santa Cecilia de Roma.
En octubre de 1854 comenzó en Ostende una gira de conciertos
por toda Europa. En Inglaterra visitó Londres, Manchester, Birmingham,
Liverpool y diversas ciudades de Escocia e Irlanda, junto a intérpretes
consagrados, como Ernst, Madame Pleyel, M.
M. Wuille,
Duhen o Strenbrugghe. Después regresó a París para comenzar otra gira
por Bélgica, ofreciendo conciertos en salas como la Educación de Lieja o La
Grande Armonía en Bruselas, y participando en el ciclo de conciertos ofrecidos
a beneficio de los más desfavorecidos y de los profesores y coros del Teatro
Real de la Moneda después de su incendio. De estas giras y, sobre todo, de su
estancia en Inglaterra e Irlanda dejó escritas gran cantidad de anotaciones que
ilustraban cuanto había vivido, la acogida que se le dispensó, o los
importantes personajes de las Cortes europeas que conoció. Aprendió a valorar
realidades distintas a las existentes en su patria española, por ejemplo la
diferencia entre los silbidos ingleses del público entusiasta y jubiloso y la
silba española de rechazo.
En 1859 fue nombrado profesor del Conservatorio y caballero
de la Real Orden de Carlos III, y el 28 de noviembre de 1861 inició su segunda
gira internacional de conciertos en Bruselas, recorriendo Bélgica, Holanda y
diversos estados de Alemania en un periplo que concluyó en la primavera del
siguiente año.
En Berlín visitó a Meyerber, quien lo acompañó al piano en
la interpretación de dos de sus composiciones más famosas, el Concierto para
violín en Si menor y el Adiós a la Alhambra. Los duques de Sajonia ofrecieron
al músico el puesto de director musical, un título nobiliario, plena libertad
para dar conciertos y otras consideraciones de orden económico que fueron
rechazadas por Monasterio por razones familiares, especialmente la precaria
salud de su madre, y por su interés en mantener sus plazas en el Conservatorio
y en la Capilla Real; por idénticos motivos tampoco aceptó la propuesta de
ocupar la plaza de su maestro Bériot en el Conservatorio de Bruselas.
Monasterio quiso ante todo “contribuir al desarrollo musical de su país,
llevando a cabo una labor de difusión y renovación pedagógica especialmente del
repertorio instrumental”. En Madrid le ofrecieron los puestos de violín solo y
segundo director de la orquesta del Teatro Real.
La preocupación de Monasterio por la situación de la música
de cámara en el panorama musical español quedó plasmada en la creación, junto
con el pianista Juan María Guelbenzu, de una formación dedicada a la difusión
de este repertorio, la Sociedad de Cuartetos, en febrero de 1863. Dicha
formación la integraron los violinistas Rafael Pérez, Tomás Lestán y el
violonchelista Ramón Rodríguez Castellanos, y durante más de treinta años dio a
conocer el hasta entonces desconocido repertorio clásico de los maestros
vieneses y obras contemporáneas de autores como Brahms, Saint-Saëns, Dvorak o
Svendsen. La infanta Isabel, La Chata, asistió a sus conciertos y su
vinculación con esta sociedad llegó a ser tan estrecha que en el futuro se
convertiría en su presidenta de honor. Esta actitud de la infanta no extraña,
ya que durante el reinado de su madre, Isabel II, los músicos más virtuosos de
la época, y Monasterio era uno de ellos, se beneficiaron del mecenazgo de la
Casa Real y fueron personajes admirados y muy valorados en la Corte. La misma
actitud persistió en el reinado de Alfonso XII tras la Restauración; entre los
músicos contaba la infanta Isabel con verdaderos admiradores y amigos y, así,
el 8 de enero de 1879, Jesús de Monasterio la visitó en Palacio y, tratando de
alegrar su espíritu, ensombrecido por el reciente fallecimiento de su abuela la
reina María Cristina, le regaló como primicia un ejemplar de sus nuevos
estudios de violín, que iban a ser utilizados en varios conservatorios de
Europa. Años después, tras la muerte de Alfonso XII, desde principios de 1886,
nuevamente fue la infanta Isabel quien recibió en audiencia a los músicos, que
aportaron un poco de alegría cultural a las tristes jornadas de la Corte, y
concretamente al insigne violinista, al cual entregó una importante cantidad de
dinero para mejorar aún más su sólida carrera profesional.
Además de violinista y compositor, Jesús de Monasterio fue
director de orquesta. En 1864 dirigió conciertos para la Sociedad Artístico
Musical de Socorros Mutuos, que culminaron con la fundación de la Sociedad de
Conciertos en 1866, de la que llegó a ser director y vicepresidente. Su
actividad como concertista prosiguió durante el año siguiente, participando,
entre otros, en los ciclos de conciertos sacros.
El 27 de noviembre de 1869, y a pesar de las negativas de la
que será su suegra, Antonia Prieto Labat, viuda de Antonio de Rávago Gómez de
la Torre, contrajo matrimonio con Casilda de Rávago y Prieto, joven a la que
Monasterio conocía desde largo tiempo atrás, cuando era casi una niña, puesto
que pasaba temporadas en la casa que la familia de ella tenía en Potes. Su
hermana Anita, como la llamaban cariñosamente, se había casado con José de
Rávago y Prieto, y Jesús había seguido visitando a Casilda esporádicamente en
Casar de Periedo, San Vicente de la Barquera y Santander. No aceptó la
negativa, basada posiblemente en el poco predicamento de los artistas en
círculos familiares de antiguo abolengo, cual era el caso de Casilda, y como
ella también le correspondía, fue depositada en casa de Jerónimo de la Parra
hasta la fecha de su enlace, que tuvo lugar en la iglesia parroquial de San
Lorenzo Mártir, de Casar de Periedo. La joven esposa era ocho años menor que el
músico, pero fruto de su matrimonio nació el 21 de septiembre de 1870 su
primera hija, Antonia, a la que siguieron Jesús María y María Carmen, que
fallecieron a muy corta edad, Isabel, Pilar y José María. Todos ellos fueron
objeto de gran atención y cariño por parte de su famoso padre, y no sólo ellos,
también lo fueron su madre, Isabel de Agüeros, por quien el artista sentía un
cariño muy especial, su hermana Anita y su sobrina Barquerina, hija de ésta,
que falleció con sólo doce años. A ellas y a su desgracia dedicó, con la
aportación de la inspirada letra de su gran amiga Concepción Arenal, su
Desconsuelo de una madre.
Hombre de profundas creencias religiosas y de gran corazón,
en el verano de 1860 Monasterio fundó en Potes, y para hombres, una Conferencia
de San Vicente de Paúl, Conferencias fundadas en España por su amigo, el músico
Santiago Masarnau, en 1849 para consolar a los enfermos y presos, dar
instrucción a niños pobres abandonados o reclusos y proporcionar los auxilios
religiosos a los que necesitaban en su última hora. En esta tarea también lo
secundó Concepción Arenal, quien, animada por el violinista, creó el grupo
femenino de dichas Conferencias en Potes.
La figura de Monasterio fue esencial en la consolidación del
estilo romántico en España. Como compositor fue romántico en expresión y armonía,
y clásico en formas, virtuoso en función del significado y brillante en
recursos. Como intérprete, su violín era laborioso pero nunca agotador, buscó
la claridad, la elegancia y la brillantez del sentimiento. En él predominó la
musicalidad y el sentimiento a cualquier elemento efectista exagerado, y eso
buscó inculcar también a sus alumnos.
En 1873 por decreto del Ministerio de Fomento se creó,
dentro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, la Sección de
Música, que nació con doce miembros, y Monasterio era uno de ellos. Su toma de
posesión tuvo lugar el 30 de junio de ese año y, entre sus propuestas dentro de
la institución, destacó la petición de sustituir el discurso de ingreso de los
nuevos miembros de la Sección de Música por el estreno de una composición,
medida que finalmente fue desestimada. Dos años después, en 1875 prestó
juramento como violín segundo principal de la Real Capilla y a comienzos de
1876 se le condecoró con la Encomienda de Isabel la Católica y recibió el
título de gentilhombre. En 1878 solicitó el permiso de Alfonso XII para visitar
la Exposición Universal de París, donde le otorgaron la Medalla de Plata por
sus Veinte estudios artísticos de concierto. En noviembre de 1887 fue
trasladado a la cátedra de Perfeccionamiento de Violín y de Música Instrumental
de Cámara, cátedra creada para él. A lo largo de cuarenta y seis años en el
Conservatorio recibieron sus enseñanzas Juan Antonio Espino, Enrique Fernández
Arbós, Julio Alarcón, Julio Casares, Pablo Casals y otros destacados
intérpretes. En 1894 fue nombrado director del Conservatorio, cargo que ocupó
hasta 1897, en que presentó su dimisión al no estar de acuerdo con la política
musical del Ministerio, y su renuncia sirvió para concienciar a la sociedad y a
los poderes fácticos de la importancia del Conservatorio y de su papel en la
sociedad.
En los últimos años de su vida disfrutó también con otra de
sus aficiones, la fotografía, y aún hoy se conservan algunas de las que realizó
a sus familiares o a determinados enclaves de su tierra lebaniega, testigos de
tiempos pasados.
La última actuación de Monasterio en Madrid tuvo lugar en
1903, en el Círculo-Patronato de San Luis y su última aparición pública fue su
asistencia en el Casino del Sardinero de Santander, como presidente honorífico
del Orfeón Cantabria, a la interpretación de la Rapsodia montañesa de Espino,
en agosto de 1903.
Allí, a petición de los asistentes, tocó su Adiós a la
Alhambra.
El 4 de septiembre escribió desde Casar de Periedo su última
carta a su querida hija Antoñita, la cual acompañó de una tarjeta fechada el
día anterior para su nieta Mariuca, y falleció cristianamente, igual que había
vivido, el 28 de ese mismo mes. Fue enterrado en el cementerio de Casar, desde
donde se trasladaron sus restos a la iglesia de San Lorenzo de Casar de
Periedo, lugar en el que descansan eternamente, pues su familia, teniendo en
cuenta su voluntad, no accedió a que fueran inhumados en el Panteón de Hombres
Ilustres de la Montaña en Santander.
Obras de ~: Violín y piano: Nocturno, 1852 (rev. en 1874);
Adiós a la Alhambra, 1855; Adieu, Romance sans paroles, 1855; Gran fantasie
nationale sur des airs populaires espagnols, 1855; Rondó liebanense, 1857;
Pequeña fantasía de salón, 1860; Fiebre de amor, 1867; Melodía para violín o
violoncello y piano, 1874; Sierra Morena, 1883. Violín y orquesta: Fantasía
original española, 1853; Adiós a la Alhambra, 1855; Gran Fantasie Nationale sur
des airs Populaires Espagnols, 1855; Concierto para violín y orquesta en Si
menor, 1859 (rev. en 1880). Orquesta: Adiós a la Alhambra, 1855; Aria Chiesa,
1861; Marcha fúnebre y triunfal, 1864; Scherzo Fantástico, 1865; Andantino
expresivo, c. 1871; Andante religioso, 1872; Melodía para orquesta en Sol
menor, 1872; Estudio de concierto en Si bemol, 1874; Veinte Estudes artistiques
de Concert por violón avec acompagnement d’un second violón, 1878; Andante
melódico, s. f. Piano: La Violeta, 1849; Tristeza. Romanza sin palabras para
piano, 1861; Scherzo Fantástico, 1875; Adiós a la Alhambra, 1897. Obras para
otros instrumentos: Allegretto (oboe), 1861; Andantino melódico (clarinete),
1861; Moderato (clarinete), 1862; Marcha solemne, 1870; Melodía para violín o
violoncello y piano, 1874; Barcarola, s. f.; El regreso a la Patria. Escena
marítima para voces solas, s. f. Obras vocales: La violette et le camélia,
1855; Le Retour des Matelots, 1855; Las dos hermanas. Dúo para canto Op. 16,
1857; Acuérdate de mí, 1857; El cautivo, 1860; El triunfo de España, 1860;
L’Échange (El Trueque), 1861; Salve a cuatro voces Op. 30, 1862; Salve para
tiple y contralto, 1863; Le Chrétien mourant (El Cristiano moribundo), 1867;
Desconsuelo de una madre, 1867; Sí, recuerdo, 1868; Amor de madre, 1870;
Plegaria a la Santísima Cruz, 1872; Véante mis ojos, 1882; Requiescat in pace,
1882; Dies irae, 1882; Album de S.A.R. la Srma. Sra. Infanta D.ª Isabel de
Borbón, 1883; O vos omnes, 1883; Cántico a la Santísima Virgen, 1884; Plegaria
a cuatro voces solas, 1886; Sequentia del Oficio del Patriarca Santo Domingo,
1886; Antífona del Patriarca Santo Domingo, 1886; Qui manducat meam carnem,
1888; O Sacrum Convivium, 1897; Invitatorio Christum regem saeculorum, 1900
(rev. en 1903); Ave verum corpus, s. f.; Seule, s. f.;
Bibl.: J. Castro y Serrano, Los cuartetos del Conservatorio.
Breves consideraciones sobre música clásica, Madrid, Centro General de
Administración, 1866; J. de Monasterio, “Declaraciones íntimas”, en Blanco y
Negro, año III, n.º 99 (25 de marzo de 1893); SAJ [J. Alarcón, S.J.], Un gran
artista. Estudio biográfico, Madrid, Razón y Fe, 1910 (reed. Madrid, 1986); A.
de Monasterio, Jesús de Monasterio, 1934 (ms.); J. Montero Alonso, Jesús de
Monasterio. Antología de escritores y artistas montañeses, Santander, Imprenta
y Encuadernación de la Librería Moderna, 1954; R. Sobrino Sánchez, El
sinfonismo español en el siglo XIX: la Sociedad de Conciertos de Madrid, tesis
doctoral, Oviedo, Universidad, 1992; R. M. Conde López, Exposición Obra y
Música de Ataúlfo Argenta y Jesús de Monasterio, Santander, Ayuntamiento, 1993;
M. García Velasco, La obra musical de Jesús de Monasterio, trabajo de
investigación, Oviedo, Universidad, Departamento de Historia del Arte y
Musicología, 1996-1998; G. Moreno Martínez y F. J. Romero Naranjo, “Nuevas
aproximaciones a Jesús de Monasterio”, en Música y Educación: Revista
Trimestral de Pedagogía Musical, año XII, 3, n.º 39 (octubre de 1999), págs.
81-92; “Monasterio y Agüeros, Jesús”, en E. Casares Rodicio (dir. y coord.),
Diccionario de Música Española e Hispanoamericana, vol. VII, Madrid, Sociedad
General de Autores y Editores, 2000, págs. 664-676; M. García Velasco, El
violinista y compositor Jesús de Monasterio: estudio biográfico y analítico,
tesis doctoral, Oviedo, Universidad, 2003; G. Moral Álvarez, Proyecto
Centenario Jesús de Monasterio (1836-1903). Actividades y material didáctico,
Santander, Gobierno de Cantabria, Consejería de Cultura, Turismo y Deporte,
2003; M. J. Rubio Aragonés, La Chata. La infanta Isabel de Borbón y la corona
de España, Madrid, La Esfera de los Libros, 2003; R. M. Conde López, J. M.
García Laborda y J. R. Saiz Viadero, Jesús de Monasterio (1836-1903) en su
centenario, Santander, Gobierno de Cantabria, Consejería de Cultura, Turismo y
Deporte, 2004.
Asunción Miralles de Imperial y Pasqual del Pobil
A continuación, lo recordamos en el día de su nacimiento,
con Adios a la Alhambra, en la versión de Eva León en violín, y Emilio González
Sanz en piano.