lunes, 3 de junio de 2013

Manuel Belgrano


Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano, nació en Buenos Aires, Virreinato del Perú, el 3 de junio de 1770 y murió en Buenos Aires, el 20 de junio de 1820.

Fue un intelectual, economista, periodista, político, abogado y militar de las Provincias Unidas del Río de la Plata, actual República Argentina.

Belgrano fue un destacado representante de la población criolla de Buenos Aires, y uno de los principales impulsores de la emancipación de España.

Junto a otros patriotas impulsó la destitución del virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros, lo cual produjo la Revolución de Mayo; Belgrano integró la Primera Junta que dirigió el gobierno desde entonces.

Se le encargó la dirección del Ejército del Norte, y aunque fue derrotado por las fuerzas realistas, sentó las bases de la declaración de independencia paraguaya de 1811.

En 1812 creó la bandera de Argentina en la actual ciudad de Rosario, y dirigió el éxodo jujeño, tras lo cual se impuso a los españoles en las batallas de Tucumán y Salta.


No es intención en este homenaje ahondar en datos biográficos, pero para conocer distintos aspectos de su vida y de su pensamiento, citamos frases y reflexiones.


Ni la virtud ni los talentos tienen precio, ni pueden compensarse con dinero sin degradarlos.

Mucho me falta para ser un verdadero padre de la patria, me contentaría con ser un buen hijo de ella.

Sirvo a la patria sin otro objeto que el de verla constituida, ése es el premio al que aspiro.

No es lo mismo vestir el uniforme militar, que serlo.

A quien procede con honradez, nada debe alterarle. 

He hecho cuanto he podido y jamás he faltado a mi palabra.

Bien puede pesarle a todos los demonios, pero en mí no tendrán jamás cabida.

Desde la más remota antigüedad hasta nuestros días, la historia de los siglos y de los tiempos nos enseña cuánto aprecio han merecido todos aquéllos que han puesto el cimiento a alguna obra benéfica a la humanidad.

Deseo ardorosamente el mejoramiento de los pueblos. El bien público está en todos los instantes ante mi vida.

El honor y el premio son los resortes para que no se adormezca el espíritu del hombre.

El miedo sólo sirve para perderlo todo.

El modo de contener los delitos y fomentar las virtudes es castigar al delincuente y proteger al inocente.

Me hierve la sangre, al observar tanto obstáculo, tantas dificultades que se vencerían rápidamente si hubiera un poco de interés por la patria.

Este país, que al parecer no reflexiona ni tiene conocimientos económicos, será sin comercio un país desgraciado, esterilizando su felicidad y holgando su industria.

Bien puede pesarle a todos los demonios, pero en mí no tendrán jamás cabida.

El honor y el premio son los resortes para que no se adormezca el espíritu del hombre.

La agricultura es la madre fecunda que proporciona todas las materias primeras que dan movimiento a las artes y al comercio.

Yo no sé más que hablar la verdad y expresarme con franqueza esto me lo he propuesto desde el principio de la revolución y he seguido y seguiré así.

La vida es nada si la libertad se pierde.

Estoy muy acostumbrado a contrastes y más espíritu tengo en ellos que en las prosperidades; me ocurre siempre en éstas que después del buen tiempo viene el malo y en éste que ha de venir aquél.

Sin educación, en balde es cansarse, nunca seremos más que lo que desgraciadamente somos.

Me glorío de no haber engañado jamás a ningún hombre y de haber procedido constantemente por el sendero de la razón y de la justicia, a pesar de haber conocido la ingratitud.

En mis principios no entra causar males sino cortarlos.

Ninguna cosa tiene su valor real, ni efectivo en sí mismo, sólo tiene el que nosotros le queremos dar; y éste se liga precisamente a la necesidad que tengamos en ella; a los medios de satisfacer esta inclinación; a los deseos de lograrla y a su escasez y abundancia.

No hallo medio entre salvar a la patria o morir con honor.

Trabajé siempre para mi patria poniendo voluntad, no incertidumbre; método no desorden; disciplina, no caos; constancia no improvisación; firmeza, no blandura; magnanimidad, no condescendencia.

Se apoderaron de mí las ideas de libertad, igualdad, seguridad, propiedad, y sólo veía tiranos en los que se oponían a que el hombre fuese donde fuese, no disfrutase de unos derechos que Dios y la naturaleza le habían concedido.

Mis intenciones no son otras que el evitar la efusión de sangre entre hermanos.

Los gobiernos ilustrados, conociendo las ventajas que prometen el premio y el honor, han echado mano de estos principios motores del corazón humano para todas las empresas.

No busco glorias si no la unión de los americanos y la prosperidad de la patria.

Que no se oiga ya que los ricos devoran a los pobres, y que la justicia es sólo para aquéllos.

¿Qué otra cosa son los individuos de un gobierno, que los agentes de negocios de la sociedad, para arreglarlos y dirigirlos del modo que conforme al interés público.

Nadie me separara de los principios que adopté cuando me decidí a buscar la libertad de la patria amada, y como éste solo es mi objeto, no las glorias, no los honores, no los empleos, no los intereses, estoy cierto de que seré constante en seguirlos.

Esta paz tan estimable se compra al duro precio de la sangre y de la muerte.

Mis ideas no se apartan de la razón y justicia que concibo, ni jamás se han dirigido a formar partidos, ni seguirlos.

Nuestros patriotas están revestidos de pasiones, y en particular, la de la venganza; es preciso contenerla y pedir a Dios que la destierre, porque de no, esto es de nunca acabar y jamás veremos la tranquilidad.

En vano los hombres se empeñan en arrastrar a su opinión a los demás, cuando ella no está cimentada en la razón.

No busco el concepto de nadie, sino el de mi propia conciencia, que al fin es con la que vivo en todos los instantes y no quiero que me remuerda.

Sirvo a la patria sin otro objeto que el de verla constituida, ése es el premio al que aspiro.

Los hombres no entran en razón mientras no padecen.

El modo de contener los delitos y fomentar las virtudes es castigar al delincuente y proteger al inocente.

Deseo que todos sepan el bien para alegrarse, y el mal para remediarlo, si aman a su patria; así que nada oculto ni ocultaré jamás.

Parece que la injusticia tiene en nosotros más abrigo que la justicia. Pero yo me río, y sigo mi camino.