Donald Thomas Scholz, más conocido como Tom Scholz, nació en Toledo, Ohio, Estados Unidos, el 10 de marzo de 1947. Guitarrista.
El sitio www.guitarsexchange.com
publicó su biografía firmada por Sergio Ariza.
El hombre que no quiso ser estrella
Por Sergio Ariza
La historia de Tom Scholz se podría resumir como la del
hombre que no quiso ser estrella del rock. Tras deslumbrar al planeta con su
excelente disco de debut y vender más que lo que lo había hecho nadie con su
primera obra, Scholtz prefirió preservar su independencia artística al
resplandor del éxito, con una carrera en la que solo ha sacado discos cuando le
ha dado la gana. Un genio del estudio de grabación, con un Máster en el
prestigioso Instituto de Tecnología de Massachussets (MIT), que tiene un sitio
entre los grandes guitarristas, gracias a su peculiar sonido y a sus muchas
invenciones técnicas.
Scholtz comandó una banda llamada Boston que a mediados de
los 70 se convirtió en 'the next big thing' que dicen los americanos, o la gran
esperanza del rock pero que nunca llegó a igualar la grandeza y el éxito de su
primer trabajo. Un perfeccionista de su trabajo que siempre prefirió la paz
interior a buscar el éxito por el éxito. Scholz es un perfeccionista que se
aproxima a su música como un ingeniero a sus creaciones y que reconoce no
escuchar música más allá de la suya para no ser influido por ella. Y lo de
ingeniero no es solo una analogía, Scholz se graduó con un Máster en el
prestigioso Instituto de Tecnología de Massachussets (el MIT) y fue fichado por
la emergente Polaroid para trabajar en su empresa. Fue mientras trabajaba allí
cuando se gastó una fortuna (que todavía no tenía) en construirse un estudio en
el sótano de su apartamento en Watertown, Massachusetts. Todo lo aprendido en
el MIT y en su empresa lo empleó para encontrar el sonido que sonaba en su
mente. Fue allí donde creó las canciones que le darían la fama, entre ellas
'Peace of mind', una canción en la que habla sobre su estancia en Polaroid y en
el poco interés que tenía en escalar puestos corporativos en la compañía. Algo
que demuestra mucho su carácter y que deja clara una cosa, Scholz nunca fue un trepa,
ni en el rock ni en el mundo empresarial.
En 1975, en los tiempos libres que le dejaba su trabajo en
Polaroid, Scholz grabó las maquetas que le conseguirían un contrato en Epic.
Para hacerlas recibió ayuda del cantante Brad Delp, el guitarrista Barry
Goudreau, el bajista Fran Sheehan y el batería John 'Sib' Hashian. Cuando
finalmente firmó con Epic, los únicos dos miembros de la banda que lo hicieron
fueron Scholz y Delp. La compañía pidió a Scholz que las canciones se grabaran
en un estudio profesional con la ayuda de un productor profesional pero que
sonaran parecido a la maqueta. Scholz decidió no hacer caso y comenzó a grabar
el disco en su estudio casero, utilizando su propio equipo y pidiendo una baja
temporal en Polaroid. A pesar de que el productor contratado, John Boylan, puso
a su disposición una guitarra acústica Taylor hecha a mano de miles de dólares,
Scholz decidió usar su Yamaha de 100 dólares. Aun así, no hubo problemas entre
los dos y Boylan entendió que Scholz sabía lo que quería y conocía
perfectamente cómo conseguirlo. Lo único que se grabó fuera del estudio del
guitarrista fueron las voces de Delp, algo de lo que la compañía nunca se
enteró.
Quien sí se había enterado de que Scholz iba a probar
fortuna en el mundo del rock era su jefe en Polaroid. Paternalmente se le
acercó y le avisó que su aventura en el mundo de la música era muy arriesgada y
que allí solo triunfaba "uno entre un millón". Cuando dos años
después se volvieron a cruzar, Scholz, sonriente, le dijo "bueno, alguien
tiene que ser ese uno".
Y es que el disco de debut de Boston no solo fue un éxito.
Fue una sensación, vendiendo 17 millones de copias en todo el mundo y
convirtiéndose en el disco de debut más vendido de todos los tiempos (un récord
que batirían los Guns N' Roses con 'Appetite for destruction' en 1987). Desde
el segundo uno se sabe que es un disco en el que el estudio está utilizado como
un músico más. Lo primero que suena es 'More than a feeling' que se abre con un
'fade-in' de un arpegio de guitarra acústica. Para cuando te quieres dar cuenta
sabes que algo muy importante está a punto de pasar. Es solo el comienzo de una
canción llena de grandes sorpresas, hasta explotar en ese riff de acordes que
lleva a uno de los estribillos más reconocibles de la historia del rock. Luego
está la voz de Brad Delp, un tipo con una garganta capaz de alcanzar notas que
te hacen pensar que está tratada digitalmente, hasta que te paras a pensar que
estamos en 1976 y todavía faltan décadas para la invención del auto-tune... Y
luego están las guitarras, Scholz se convierte en uno de esos guitarristas con
sonido propio gracias también a su magia con el estudio de grabación. Cada
vibrato, cada ligado y cada 'bend' están doblados y suenan como una sección de
cuerdas. En una canción como 'More than a feeling' Scholz intenta alcanzar el
poder sinfónico de la música clásica que tanto le gustaba, una especie de
Wagner en el que los acordes de guitarra sustituyen a toda la orquesta.
Pero el disco tiene muchas otras cosas, más allá de su
canción más conocida. El inicio de 'Foreplay / Long Time' es puro rock
progresivo, pero aquí también caben momentos puro 'power pop' con un punto
Cheap Trick, hard rock e increíbles armonías, tanto vocales como a la guitarra.
El disco parecía hecho por un ingeniero metido a alquimista que buscara la
fórmula perfecta para lograr el éxito masivo y la consiguiera, tanto es así que
el disco estuvo 132 semanas seguidas en las listas de éxito
estadounidenses.
Pero la continuación de ese éxito haría ver que Scholz
estaba en esto por la música y no por el éxito en sí mismo. Nuevamente
encargándose de todo desde su estudio, composición, arreglos, producción,
cuidando hasta el último detalle, el autor de ‘More tan a feeling’ se puso a
trabajar en la que debía ser la continuación de su disco de debut. Cuando se
iban a cumplir los dos años de la aparición de su primera obra Scholz entregó
el resultado a Epic. Lo que ahora parece un periodo bastante corto de tiempo
entre disco y disco, era en ese momento considerado demasiado tiempo. Aun así,
Scholz no estaba satisfecho del todo y pensaba que la compañía le había hecho
apresurarse y entregar un trabajo por debajo de su estándar, principalmente en
la cara B del álbum. A pesar de todo el disco fue un éxito y tenía dos o tres
grandes canciones, como la titular, 'A Man I'll Never Be' o 'Feelin'
Satisfied', pero la discordia entre artista y compañía ya estaba sembrada y
Scholz juró que nunca volvería a entregar un trabajo hasta que pensase que
estaba terminado del todo. Su siguiente trabajo no aparecería hasta 8 años
después.
En ese tiempo su compañía de discos puso una demanda en su
contra, lo que hizo que todo se demorara más. En ese momento el guitarrista dio
permiso al resto de la banda para que se dedicaran a otras cosas, el
guitarrista Barry Goudreau sacó un disco en solitario en el que también
participaron Delp y Hashian. A Scholz le dio tiempo para volcarse en otra de
sus pasiones, la creación de equipamiento musical, que tuvo como mejor
exponente los amplificadores Rockman en 1982 (que serían utilizados, un año
después, en uno de los discos más vendidos de la década, el ‘Hysteria’ de Def
Leppard).
Tras ganar la batalla legal, en 1986 apareció su tercer
disco, 'Third Stage', que incluía 'Amanda', una balada que llegaría a lo más
alto de las listas de éxitos. Luego llegaron otros tres discos, 'Walk On',
publicado en 1994, 'Corporate America' en 2002 y 'Life, Love & Hope' en
2013. Discos fuera de cualquier corriente, con el distintivo sonido de Scholz
con su Les Paul Goldtop del 68 (que en realidad eran dos casi idénticas) de la
que Gibson haría una réplica con su Collector’s Choice Tom Scholz 1968 Les
Paul. En estos últimos tiempos Scholz ha afirmado no estar muy al tanto de lo
que sucede en el mundo de la música y de no comprar nuevos discos para que no
le influyan. Tanto es así que cuando Nirvana se convirtió en una sensación
mundial con ‘Smells like teen spirit’ y mucha gente vio un paralelismo entre el
riff de la misma y el de ‘More than a feeling’ declaró que las dos únicas cosas
que había escuchado de la banda eran muy buenas y que era un honor ser
mencionado en la misma frase que ellos. Otra prueba más de sus nulas ínfulas de
estrella.
En estos años ha pasado mucho tiempo también con su
fundación caritativa y de obra social con la que ha recaudado millones de dólares
para poner remedio al hambre en el mundo y para proteger los derechos de los
animales. Siguiendo su ritmo de trabajo, puede que no haya nuevo disco de
Boston hasta 2023 pero eso es lo de menos. Este humilde hombre tiene un puesto
por derecho propio entre los grandes guitarristas de siempre con un sonido
único, imitado en demasiadas ocasiones sin mucho acierto, creado por él mismo,
empleando la tecnología como el mago/ingeniero que también es.
A continuación, celebramos su cumpleaños, con Amanda.