Virginia Katherine McMath, más conocida como Ginger Rogers, nació en Independence, Misuri, Estados Unidos, el 16 de julio de 1911, y murió en Rancho Mirage, California, Estados Unidos, el 25 de abril de 1995. Actriz, bailarina y cantante.
El sitio www.lavozdegalicia.es
publicó este recordatorio firmado por Lourdes Gómez.
LEYENDAS DEL CINE
GINGER ROGERS, ¿POR QUÉ NO PODÍA BESAR A FRED ASTAIRE EN LAS
PELÍCULAS?
Fue actriz, cómica, bailarina y cantante, pero ha pasado a
la historia por las diez películas que rodó con Fred Astaire. Aquellos
musicales hicieron más soportable la época de la Gran Depresión. Recordamos la
vida de Ginger Rogers, su fulgurante carrera y aquellos filmes donde bailar
parecía algo tan fácil.
POR LOURDES GÓMEZ
Viernes, 03 de Junio 2022 | Actualizado 05/06/2022, 09:07h
Claro que Fred Astaire fue grande, pero Ginger Rogers hacía
lo mismo de espaldas y con tacones». La frase, de una famosa tira cómica
americana, se convirtió en una expresión popular para reivindicar el mérito no
reconocido de las mujeres, empezando por Ginger, a quien nunca faltó talento ni
carácter: tuvo una carrera más larga, heterogénea e incluso exitosa que la de
su famosa pareja de baile. Como ella misma dijo poco antes de morir en 1995,
«no hay tiempo suficiente en el mundo para hacer todo lo que quiero hacer, pero
nadie podrá decir que no lo intenté».
Actriz, cómica, cantante y bailarina, Ginger hizo 73
películas en 40 años, ganó un Oscar -por un papel dramático- actuó en musicales
de Broadway y participó en varias series de televisión, pero lo cierto es que
siempre será recordada por las diez películas que hizo con Astaire. Ginger y
Fred fueron una pareja de leyenda, cuando Hollywood producía esa categoría de
estrellas, y juntos iluminaron los años de la Gran Depresión desde que hicieron
su primera película, Volando a Río, en 1933.
Él llevaba peluquín.Ginger y Fred en su primera película, Volando a Río, en 1933. Las coreografías eran la mayor obsesión del bailarín, un perfeccionista, pero también le preocupaba su poco pelo. En sus memorias, ella contó que él usaba un pequeño peluquín en los primeros filmes.
La química entre ellos fue la clave del éxito; una magia que
conseguían con su compenetración artística y sus sugerentes miradas hasta el
punto de «hacer el amor bailando», según la crítica de la época. Pero ese fue
todo el amor que hicieron, por mucho que la prensa sensacionalista se empeñase
en emparejarlos.
Ni siquiera en sus películas hay escenas, ya no de sexo,
sino de amor explícito: nunca se dieron un beso en la pantalla. La razón de
ello, explicó Ginger en sus memorias en 1991, fue la mujer de Astaire, Phyllis,
que llegó a imponerlo por contrato. «Una cosa es segura. Nunca le caí bien y no
quería bajo ningún concepto que pudiese caerle bien a su marido». Ginger, de
todas formas, deja claro que tampoco hubo un interés sentimental por parte de
ninguno de los dos. Según ella, Astaire, que murió en 1987, no se entusiasmaba
por casi nada, al margen de los caballos que criaba en su rancho. Solo estaba
obsesionado con las coreografías, sobre las que no dejaba que ella opinase, y -esta
es la única ‘maldad’ que cuenta Ginger en sus memorias- usaba bisoñé (un
pequeño postizo capilar) desde las primeras películas.
Paso a dos
Sea como fuere, ambos se llevaron bien profesionalmente y no
escatimaron elogios el uno al otro. Eran una pareja eficaz y rentable. Como
resumió Katharine Hepburn: «Ella le aportaba a él sex appeal y él a ella,
clase».
Ginger y Fred no flirtearon fuera de la pantalla. La mujer
de él se ocupó de que no hubiera ni siquiera besos de amor en las películas
Pero, a pesar de aquel éxito, Ginger siempre tuvo claro que
quería tener una carrera por sí sola. Trabajadora incansable, en 1933 hizo,
además de Volando a Río, otras nueve películas. Y reclamó buenos papeles que no
implicasen bailar hasta que en 1940 consiguió el Oscar por Espejismo de amor.
En esta determinación juega un papel clave la madre de Ginger, Lela Leibrand.
Lela responde a todos los tópicos de madre de la artista’ y, en Hollywood, era
tan conocida como su hija. Tanto que Martin Scorsese recoge en El aviador, su
película sobre Howard Hughes, el romance que Ginger tuvo con el multimillonario
e incluye una escena en la que madre e hija acuden juntas a una cita y flirtean
al unísono. La prensa rosa se ensañaba con aquella relación dominante de Lela,
pero Ginger la defendía a capa y espada. Admitía que su madre era la persona
que dirigía su carrera, pero porque era «maravillosa y excepcional».
Una larga despedida.
Una larga despedida.La madre de Ginger, Lela, fue su
representante y su mejor amiga. En Hollywood, era casi tan conocida como su
hija, quien, por cierto, no era rubia natural, como se ve en la imagen. De
hecho, en los primeros años de su carrera, la prensa bromeaba con que el color
de su pelo cambiaba tanto como el clima de California.
Lela Leibrand había llegado a Los Ángeles como guionista y
era un personaje por méritos propios. Mujer muy religiosa, consiguió en 1915 el
divorcio y la custodia de su hija, que había nacido en Misuri en 1911, con el
nombre de Virginia Katherine McMath. Criar a su hija sola no le impidió ser una
de las primeras mujeres que se unió al cuerpo de Marines en la Primera Guerra
Mundial. En ese tiempo, Virginia se quedó con sus abuelos y pasó a llamarse
Ginga, apodo que le pusieron sus primos. Aquel nombre derivó en Ginger, al que luego
añadió el apellido del segundo marido de su madre, John Logan Rogers.
La familia se instaló en Texas, donde Lela escribía críticas
de teatro para un periódico local. Allí Ginger, aún adolescente, comenzó a
participar en concursos de baile. Aunque nunca recibió clases, demostraba un
talento natural que su madre incentivó. A los 15 años ya estaba de gira con una
compañía de variedades, y a los 17 se casó por primera vez con un bailarín. Un
matrimonio que duraría muy poco y que sería el primero de una larga lista.
Madre e hija se trasladaron luego a Nueva York, donde Ginger consiguió algunos
papeles en Broadway y conoció a Fred Astaire. Pero pasarían todavía cuatro años
hasta que la productora RKO los emparejara en Volando a Río y cambiaran para
siempre la historia de los musicales.
Sodoma y Gomorra
Ya en los años 50, después de hacer la última cinta con
Astaire, Vuelve a mí, Ginger hizo varias incursiones en la televisión, aunque
casi siempre como artista invitada. Fue a mediados de los 50 cuando tuvo su más
importante ‘resurgir’, en el papel protagonista de Hello, Dolly! en Broadway.
Su última película fue Harlow, en 1965, a sus 54 años. Siguió actuando en
teatros y clubes con un espectáculo llamado Ginger Rogers & Co hasta ya
pasados los 60, pero la muerte de su madre en 1977 la afectó profundamente.
Su madre, reportera y guionista, dirigió su carrera con mano
de hierro. Ginger se casó 5 veces. ‘Creo en el matrimonio’, decía
Pese a que hizo todavía alguna actuación, su salud se
deterioró y se vio obligada a pasar casi todo el tiempo en una silla de ruedas
en su rancho de Oregón, donde acabaría falleciendo el 25 de abril de 1995, a
los 84 años, de un ataque cardíaco. Pero ni en esos años estuvo apartada de la
actualidad.
Ginger Rogers hizo su última película en 1965, pero siguió actuando en teatros y clubes todavía diez años más, hasta la muerte de su madre en 1977, que le afectó profundamente.
Activista conservadora y tan religiosa como su madre,
perteneció a dos organizaciones singulares: la Ciencia Cristiana, un sistema de
creencias que defiende que puede curar enfermedades a través de la fe, y Las
Hijas de la Revolución Americana, una sociedad conservadora que solo admite
como socias a quienes puedan probar que descienden de los primeros colonos de
Estados Unidos. Desde esas organizaciones, defendió siempre los postulados
republicanos y hasta criticaba las películas de los 80 porque le parecían
«Sodoma y Gomorra». Pese a ello, insistía en que no era puritana y sus
creencias no le impidieron casarse cinco veces, dos de ellas con hombres mucho
más jóvenes que ella. No tuvo hijos con ninguno. Y siempre decía que no
lamentaba no tenerlos. Cuando le preguntaron al final de su vida si aún creía
en el matrimonio, respondió: «Es la única forma civilizada de relacionarse; el
resto es caos. Nadie cree en el matrimonio más que yo. ¿Es que acaso no lo he
demostrado una y otra vez?».
A continuación, la recordamos en el día de su nacimiento,
con un fragmento de la película Sombrero de copa, con Fred Astaire.