Cecil Blount DeMille, más conocido como Cecil B. DeMille, nació
en Ashfield, Massachusetts, Estados Unidos, el 12 de agosto de 1881, y murió en
Hollywood, California, Estados Unidos, el 21 de enero de 1959. Productor y
director de cine.
El sitio www.biografiasyvidas.com
publicó este recordatorio.
Cecil B. DeMille
(Cecil Blount De Mille o DeMille; Ashfield, 1881 -
Hollywood, 1959) Productor y director de cine estadounidense recordado
especialmente por sus superproducciones de epopeyas históricas y religiosas.
Hijo del dramaturgo Henry Churchill DeMille, en cuyas obras participó durante su
infancia y primera adolescencia, cursó estudios en el colegio militar de
Pennsylvania y en la Academia de Artes Dramáticas de Nueva York. Tras su
graduación, inició su carrera como director de teatro y de cine mudo, y en 1913
fundó la productora Jesse Lasky Feature Play junto a Samuel Goldwyn y otros. En
1915 dirigió La marca del fuego, aclamada por la crítica y el público, a la
siguieron varias comedias; en 1923 dirigió su obra maestra, Los diez
mandamientos, con la que inició una larga lista de superproducciones, género en
el que se especializó. De entre sus grandiosas películas posteriores cabe
destacar Rey de Reyes (1927), Cleopatra (1934) y El mayor espectáculo del mundo
(1952). De talante muy conservador y periódicamente enfrentado con los sindicatos,
no consiguió que la crítica respondiera a sus películas con el mismo entusiasmo
demostrado por el público.
Cecil B. DeMille |
Nacido en el seno de una familia creativa, su padre fue maestro además de actor y autor dramático (trayectoria que continuó su otro hijo, William), mientras que su madre, también maestra, impartía clases de inglés en la Lockwood Academy de Brooklyn. El joven Cecil decidió estudiar Arte Dramático en Nueva York, adonde se trasladó la familia, tras pasar por la Escuela Militar de Pennsylvania y ser rechazado como soldado para luchar en la guerra contra España.
En 1900 logró interpretar algunas obras en Broadway (A
Repentance, To Have and to Hold, Hamlet, My Wife’s Husbands) y formó parte,
entre otras, de la compañía de Mary Pickford, gracias a la ayuda del director
teatral David Belasco, amigo de su padre. Fueron años en los que, además de
casarse con la actriz Constance Adams, se dedicó a producir y dirigir algunas
obras (The Bohemian, The Mikado, The Marriage Not) y a escribir otras en
solitario o con su hermano William (Son of the Winds, The Stampede, The Royal
Mounted, After Five, Church Play), lo que le ayudó a alcanzar la experiencia
suficiente y a conocer a fondo la puesta en escena, la dirección de actores y
el mundo del espectáculo en general. Quizá la seguridad adquirida fue la que le
animó a entrar de lleno en el mundo del cine, medio en el que tenía buenos
contactos y donde conocía a numerosos empresarios.
En 1913 decidió crear una empresa de producción denominada
Jesse Lasky Feature Play Company (para la que contó como socios con Samuel
Goldwyn y Jesse Lasky), que poco después se fusionó con la Famous Players para
dar lugar a la Famous Players Lasky. Esta plataforma permitió a DeMille iniciar
su carrera como director y guionista con películas como El mestizo y La llamada
del Norte (ambas de 1914), en una etapa muy prolífica en la que contó con un
excelente colaborador en la persona del operador Alvin Wyckoff. Desde sus
primeras obras demostró una gran preocupación por los aspectos narrativos,
desde el guión (que siempre cuidó con esmero) a la representación. En este
sentido, formó parte del reducido grupo de directores que buscaron consolidar
una estructura narrativa eficaz para el progreso del relato y la aplicación de
los recursos necesarios para obtener una mayor expresividad.
A sus órdenes trabajaron actrices como Blanche Sweet (La
muchacha del dorado Oeste, 1915), Geraldine Farrar (Tentación, 1916; Juana de
Arco, 1917) y Mary Pickford (Alma de las cumbres; La pequeña heroína, 1917). En
aquellos años, DeMille decidió trabajar sobre temas más comprometidos, que
evolucionaron desde la comedia simple a aquella otra que ahondaba en los
problemas de pareja, vistos desde los postulados más conservadores pero
encerrando pese a ello buenas dosis de crítica a los convencionalismos
sociales. En este sentido, profundizó con agudeza en las películas
interpretadas por Gloria Swanson (A los hombres, 1918; Macho y hembra, 1919;
¿Por qué cambiar de esposa?; La fuerza de un querer, 1920; El señorito
Primavera, 1921), con las que refrendó su interés por introducir una sugerencia
moralista en contraste con la sensualidad emanada de una actriz con grandes
recursos. Su habilidad para sortear todos los inconvenientes que pudieran
surgir tras la proyección fue notable, al centrar algunos de los pasajes más
resolutivos en épocas históricas pasadas.
A partir de 1923, Cecil B. DeMille decidió ampliar su
horizonte como productor. Se alió con Adolph Zukor para Los diez mandamientos
(1923) y, dos años más tarde, se independizó para constituir la Producers
Distributing Corporation, con la que realizó El Rey de Reyes (1927) y otras
películas de alto presupuesto y compleja realización que, sorprendentemente,
alcanzaron una notoriedad fuera de lo común y que marcaron la trayectoria de
DeMille para una inmensa mayoría de espectadores. Este cine espectacular
encerró grandes dosis de intimismo, aspecto que con los años se valoraría mucho
más. El propio realizador confirmó que su trabajo le resultó mucho más atractivo
al dirigir ciertos melodramas como Triunfo (1924), La cama de oro (1925) o La
incrédula (1929).
A partir de la implantación del sonido, DeMille pensó en
desarrollar al máximo sus propuestas. Sin embargo, no encontró el camino
adecuado entre las historias del viejo Oeste y el cine histórico y bíblico. El
western dio cobijo a varias películas de singular interés, y en El prófugo
(1931), la tercera versión que dirigió de la historia de Edwin Milton Royle,
presentó un trabajo muy interesante pero incomprendido. Con Búfalo Bill (1936),
el director buscó adentrarse en la leyenda del cazador y explorador William
Frederick Cody, más conocido como Buffalo Bill, sin olvidarse del necesario
romanticismo entre los personajes de la historia, y con Unión Pacífico (1939)
quiso reconstruir la unión del país a través del ferrocarril con el apoyo de
los hombres y mujeres que vivieron y sufrieron para conseguir dicho logro. En
cada caso, DeMille contó con la actriz ideal para sus aventuras, y respondieron
con igual fuerza interpretativa Lupe Vélez, Jean Arthur, Barbara Stanwyck o
Paulette Goddard en Policía Montada del Canadá (1940), Piratas del Mar Caribe
(1942) y Los inconquistables (1947).
Sus producciones históricas estuvieron rodeadas del éxito
que despertó siempre la superproducción en buena parte del público. El signo de
la Cruz (1932) reunió la riqueza del gran decorado con la sensualidad y el
erotismo que afloró de las relaciones que surgieron en el entorno de Nerón y su
esposa Popea. Cleopatra (1934) fue una de las versiones más logradas de todas
las que se acercaron hasta la fecha a la última reina de Egipto, amante de
Julio César y Marco Antonio. Como en la película anterior, Claudette Colbert se
convirtió desde su papel de Cleopatra en el eje de la historia, que mantuvo la
inteligente apuesta sensual que tanto preocupó a DeMille. Las cruzadas (1935)
supuso un notable acercamiento a una historia muy lejana para los
estadounidenses; con todo, DeMille consiguió aglutinar lo fundamental (medios y
ambientación) y crear algunos de los momentos más vibrantes que se recuerdan en
este tipo de películas.
Charlton Heston y Yul Brynner en Los diez mandamientos (1956) |
Los temas bíblicos son, para muchos, las referencias de la
obra de DeMille. Evidentemente, consiguió algunas de sus cotas más importantes,
pero la comercialidad y el tono de superproducción que rodeó a sus trabajos
restan en alguna medida el carácter apasionado e íntimo de su realización. No
obstante, tanto Sansón y Dalila (1949), en la que Hedy Lamarr se convierte en
tentación con la misma fuerza que lo había sido Gloria Swanson en su momento,
como Los diez mandamientos (1956), con dos inolvidables interpretaciones de
Charlton Heston y Yul Brynner, son dos monumentales aportaciones de uno de los
directores más completos que dio el Hollywood clásico.
Cecil B. DeMille fue un director poco convencional. Ejerció
una dictadura férrea sobre los rodajes e igualmente a la hora de preparar al
detalle sus producciones. Además de contar con una de las mejores secretarias
personales que hubo en Hollywood, Gladys Rosson, supo rodearse de un buen
equipo, especialmente de operadores y directores de fotografía, pues, aparte de
Wyckoff en su primera etapa, aprovechó posteriormente las aportaciones de otros
como J. Peverell Marley, Harold Rosson, Karl Struss y Victor Milner. También
influyó en su obra el trabajo de la guionista Jeannie McPherson; y Anne
Bauchens fue la eficaz colaboradora que necesitó para el montaje de casi todas
sus películas.
Su itinerario creativo se fundamentó en el diseño de grandes
decorados (extensos exteriores y exuberantes y cuidados interiores) en los que
logró conjugar las grandes acciones con otras más íntimas en historias con un
gran acontecimiento de fondo, sobre móviles muy definidos y relaciones
conflictivas que emanan del deseo de comunicarse, aunque los personajes se
muevan entre la luz y la sombra misteriosa que encierra todo ser humano.
Aunque fue uno de los directores que fundaron en 1927 la
Academia de las Ciencias y Artes Cinematográficas de Hollywood, y pese a que en
1949 recibió el Oscar Honorífico por toda su carrera, el trabajo de Cecil B.
DeMille no fue muy premiado por la Academia. No llegaron a la treintena la
nominaciones, y sólo destacan el Oscar a la Mejor Fotografía de Milner por
Cleopatra, el Oscar al Mejor Montaje a Bauchens por Policía Montada del Canadá,
el Oscar a los Mejores Efectos Especiales por Piratas del mar Caribe y los dos
Oscar a la Mejor Película y Mejor Guion Original que recibió El mayor
espectáculo del mundo.
A continuación, lo recordamos en el día de su nacimiento, con un fragmento de la película Los Diez Mandamientos.