LOS RASTROS DEL EX JERARCA NAZI
Relatos sobre El Ángel de la Muerte en Colonia Lanusse
Domingo 7 de septiembre de 2014 | 22:00
COLONIA LANUSSE.
Después de la rendición militar alemana en la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) y con la complicidad activa de las autoridades nacionales, Argentina fue refugio de criminales nazis de la talla de Adolf Eichmann o Josef Mengele. Durante el primer Gobierno de Juan Domingo Perón (1946-1955) se facilitó la huida de Europa y la llegada al país de varios jerarcas nazis, muchos de ellos con pedidos de captura. Los registros indican que Eichmann y Mengele (1911-1979) desembarcaron entre 1949 y 1950, tras haber iniciado sus gestiones de ingreso ante las autoridades argentinas en Europa durante 1948.
Mengele, un médico militar conocido como El Ángel de la Muerte, se sabe, vivió en paz en la región, con la anuencia de los Gobiernos de Argentina y Paraguay, pero también del Gobierno de Alemania. Lo que nunca pudo determinarse fue su real y exacto paradero. Por alrededor de tres décadas se habría movilizado entre Argentina, Paraguay y finalmente Brasil, donde falleció. En todos estos países hay rastros de su recorrido, como documentó El Terrritorio sobre la tierra de los gemelos, en Candido Godoi, localidad brasilera ubicada a 70 kilómetros de San Javier. En la localidad paraguaya de Hohenau (departamento de Itapúa), colegas del diario Última Hora identificaron una de las viviendas de Mengele, que allí hacía llamar doctor Fritz (ver página 10). Esa era otras de sus particularidades: el constante cambio de nombre. También se lo conocía como don José o el doctor alemán, distintas maneras de llamar a El Ángel Exterminador, El Doctor Muerte, El Carnicero o Schöne Josef, como se lo denominaba a Mengele en Auschwitz.
Ahora, los antiguos pobladores de la localidad misionera de Colonia Lanusse, que tuvo su propia historia de promesa de prosperidad y depende administrativamente del municipio de Wanda, aseguran que Mengele estuvo varios años habitando en una humilde vivienda, atendiendo a pacientes con el nombre del doctor Enrique Dumbarg.
Vecinos como Emilio Zemunich, quien permaneció por 49 años en Colonia Lanusse, no tiene dudas de que aquel que solía visitar a su padre y a quien le cebaba mate, era Mengele.
Otro colono, Antonio Kurylowicz (79), dijo que lo atendió a él y a su familia. “Me enteré después que era Mengele, porque todos los conocíamos como Dumbarg”.
Varios testimonios en la colonia coinciden que permaneció en el lugar -al menos una década- cumpliendo funciones de médico de la Compañía Samui y que su principal hobby era la cabalgata.
Según Antonio Cilezi (69), él fue “el lechero del doctor Dumbarg” por varios años. “No sé si era el nombre verdadero de él, porque estaba medio corrido (fugado); dicen que era Mengele, pero eso no sé” (ver página 5).
Esther Esquivel tiene en la actualidad 72 años y vive en Eldorado, pero siendo niña sus padres la llevaron a vivir a Lanusse, donde conoció a la hija del médico. Sobre él detalló prácticas despiadadas que realizaba a sus pacientes.
Las pistas en la Triple FronteraEn la desaparecida revista Siete Días Ilustrados, se publicó en 1967 un artículo bajo el título “La caza de los criminales de guerra”, escrito por Michele Ben Zohar. En ese escrito, al que pudo acceder este diario, se planteaba la búsqueda de Mengele en Latinoamérica. Daba cuenta que el doctor de Auschwitz, cuando terminó la guerra, se escondió en Alemania escudándose bajo varios nombres falsos, hasta que a fines de 1949, siguiendo las clásicas rutas de otros ex jerarcas nazis, cruzó Austria e Italia y entró subrepticiamente a Buenos Aires. Primero se hizo llamar doctor Gregory, pero pronto encontró que no hacía falta. Nadie lo molestaba. En 1954 alquiló un chalet en Sarmiento 1875, Olivos, y después se mudó a Virrey Ortiz 970, en Vicente López. Practicaba la medicina y era representante de la firma (de su hermano) KarI Mengele e Hijos, que producía maquinaria agrícola y que su padre había fundado a principios de siglo con domicilio en Gunzburg, Baviera. Su hermano Alois le enviaba con regularidad grandes sumas de dinero hasta que en 1959 falleció.
Entonces Josef se casó con la viuda de Alois, es decir, con su cuñada. Todo marchaba muy bien, pero el 5 de junio de ese año su nirvana saltó en pedazos. Fue cuando se emitió una orden de arresto: por cable, la Justicia alemana pidió a la Argentina su extradición.
La película Wakolda, dirigida por Lucía Puenzo, también se refiere a la presencia de este ex jerarca nazi en la ciudad de Bariloche. El filme narra la presencia de criminales de guerra nazis en la Patagonia, en particular la del médico de Auschwitz, y refleja cómo su familia, en Alemania, lo respaldaba económicamente y prosperó en los '50, primero montando una tienda de juguetes y después como socio de una empresa farmacéutica. La película tuvo nominaciones al premio Oscar 2014 en la categoría de mejor cinta en lengua no inglesa.
Desde 1959, siguiendo la citada crónica de la revista Siete Días, Mengele se estableció en Asunción. Cuando sus amigos alemanes le comunicaron que lo seguían buscando, comenzó una fuga incesante. Su mayor respiro lo tuvo cuando el fallecido jefe del gabinete militar de Alfredo Stroessner, el coronel José María Argaña, le concedió alojamiento no lejos de un aeropuerto de su propiedad. A raíz de la muerte de este coronel, en 1965, Mengele empezó viajes circulares entre Puerto Iguazú, Encarnación (Paraguay) y EIdorado.
Sus mujeres y destinoComo se indicó, Mengele se divorció de su esposa Irene y en 1958 se casó con la mujer de su hermano, Martha. Ella y su hijo se mudaron a Argentina para reunirse con Mengele, aunque ambos regresaron a Europa años después.
Los pobladores de Lanusse aseguran que Mengele formó en la colonia otra familia, que luego abandonó al huir a Brasil.
A pesar de los esfuerzos internacionales, jamás fue detenido y vivió impunemente al menos durante tres décadas bajo diversas identidades falsas. Los registros históricos indican que vivió de manera modesta en países como Argentina, Paraguay y Brasil, hasta su muerte en 1979, cuando se golpeó con un madero mientras nadaba en una playa y se ahogó. En 1992, los análisis de ADN confirmaron su identidad.
El origen del mal
Durante su estancia de 21 meses en Auschwitz, el doctor Mengele logró su infamia, ganándose el apodo de El Ángel de la Muerte.
Cuando los vagones de trenes repletos de prisioneros llegaban al campo de concentración, con frecuencia Mengele esperaba en el andén junto a otros médicos para seleccionar a los más aptos para el trabajo y la experimentación, así como quienes serían enviados inmediatamente a las cámaras de gas. Los gemelos resultaban particularmente interesantes para Mengele.
A partir de 1943, los gemelos eran seleccionados y ubicados en barracones especiales. Prácticamente todos los experimentos de Mengele fueron de un valor científico dudoso, pero financiados con miles de millones de marcos alemanes, dejando aparte su falta absoluta de ética, incluyendo intentos de cambiar el color de los ojos mediante la inyección de sustancias químicas en las pupilas de niños. Además, practicó amputaciones diversas y otras cirugías brutales, y en al menos una ocasión, un intento de crear siameses artificialmente mediante la unión de venas de hermanos gemelos (la operación fue un fracaso y el único resultado fue que las manos de los niños se infectaron gravemente). Sobre quienes se experimentaba, en caso de sobrevivir, casi siempre se los asesinaba para su posterior disección.
Por Antonio Villalba
avillalba@elterritorio.com.ar
Mengele, un médico militar conocido como El Ángel de la Muerte, se sabe, vivió en paz en la región, con la anuencia de los Gobiernos de Argentina y Paraguay, pero también del Gobierno de Alemania. Lo que nunca pudo determinarse fue su real y exacto paradero. Por alrededor de tres décadas se habría movilizado entre Argentina, Paraguay y finalmente Brasil, donde falleció. En todos estos países hay rastros de su recorrido, como documentó El Terrritorio sobre la tierra de los gemelos, en Candido Godoi, localidad brasilera ubicada a 70 kilómetros de San Javier. En la localidad paraguaya de Hohenau (departamento de Itapúa), colegas del diario Última Hora identificaron una de las viviendas de Mengele, que allí hacía llamar doctor Fritz (ver página 10). Esa era otras de sus particularidades: el constante cambio de nombre. También se lo conocía como don José o el doctor alemán, distintas maneras de llamar a El Ángel Exterminador, El Doctor Muerte, El Carnicero o Schöne Josef, como se lo denominaba a Mengele en Auschwitz.
Ahora, los antiguos pobladores de la localidad misionera de Colonia Lanusse, que tuvo su propia historia de promesa de prosperidad y depende administrativamente del municipio de Wanda, aseguran que Mengele estuvo varios años habitando en una humilde vivienda, atendiendo a pacientes con el nombre del doctor Enrique Dumbarg.
Vecinos como Emilio Zemunich, quien permaneció por 49 años en Colonia Lanusse, no tiene dudas de que aquel que solía visitar a su padre y a quien le cebaba mate, era Mengele.
Otro colono, Antonio Kurylowicz (79), dijo que lo atendió a él y a su familia. “Me enteré después que era Mengele, porque todos los conocíamos como Dumbarg”.
Varios testimonios en la colonia coinciden que permaneció en el lugar -al menos una década- cumpliendo funciones de médico de la Compañía Samui y que su principal hobby era la cabalgata.
Según Antonio Cilezi (69), él fue “el lechero del doctor Dumbarg” por varios años. “No sé si era el nombre verdadero de él, porque estaba medio corrido (fugado); dicen que era Mengele, pero eso no sé” (ver página 5).
Esther Esquivel tiene en la actualidad 72 años y vive en Eldorado, pero siendo niña sus padres la llevaron a vivir a Lanusse, donde conoció a la hija del médico. Sobre él detalló prácticas despiadadas que realizaba a sus pacientes.
Las pistas en la Triple FronteraEn la desaparecida revista Siete Días Ilustrados, se publicó en 1967 un artículo bajo el título “La caza de los criminales de guerra”, escrito por Michele Ben Zohar. En ese escrito, al que pudo acceder este diario, se planteaba la búsqueda de Mengele en Latinoamérica. Daba cuenta que el doctor de Auschwitz, cuando terminó la guerra, se escondió en Alemania escudándose bajo varios nombres falsos, hasta que a fines de 1949, siguiendo las clásicas rutas de otros ex jerarcas nazis, cruzó Austria e Italia y entró subrepticiamente a Buenos Aires. Primero se hizo llamar doctor Gregory, pero pronto encontró que no hacía falta. Nadie lo molestaba. En 1954 alquiló un chalet en Sarmiento 1875, Olivos, y después se mudó a Virrey Ortiz 970, en Vicente López. Practicaba la medicina y era representante de la firma (de su hermano) KarI Mengele e Hijos, que producía maquinaria agrícola y que su padre había fundado a principios de siglo con domicilio en Gunzburg, Baviera. Su hermano Alois le enviaba con regularidad grandes sumas de dinero hasta que en 1959 falleció.
Entonces Josef se casó con la viuda de Alois, es decir, con su cuñada. Todo marchaba muy bien, pero el 5 de junio de ese año su nirvana saltó en pedazos. Fue cuando se emitió una orden de arresto: por cable, la Justicia alemana pidió a la Argentina su extradición.
La película Wakolda, dirigida por Lucía Puenzo, también se refiere a la presencia de este ex jerarca nazi en la ciudad de Bariloche. El filme narra la presencia de criminales de guerra nazis en la Patagonia, en particular la del médico de Auschwitz, y refleja cómo su familia, en Alemania, lo respaldaba económicamente y prosperó en los '50, primero montando una tienda de juguetes y después como socio de una empresa farmacéutica. La película tuvo nominaciones al premio Oscar 2014 en la categoría de mejor cinta en lengua no inglesa.
Desde 1959, siguiendo la citada crónica de la revista Siete Días, Mengele se estableció en Asunción. Cuando sus amigos alemanes le comunicaron que lo seguían buscando, comenzó una fuga incesante. Su mayor respiro lo tuvo cuando el fallecido jefe del gabinete militar de Alfredo Stroessner, el coronel José María Argaña, le concedió alojamiento no lejos de un aeropuerto de su propiedad. A raíz de la muerte de este coronel, en 1965, Mengele empezó viajes circulares entre Puerto Iguazú, Encarnación (Paraguay) y EIdorado.
Sus mujeres y destinoComo se indicó, Mengele se divorció de su esposa Irene y en 1958 se casó con la mujer de su hermano, Martha. Ella y su hijo se mudaron a Argentina para reunirse con Mengele, aunque ambos regresaron a Europa años después.
Los pobladores de Lanusse aseguran que Mengele formó en la colonia otra familia, que luego abandonó al huir a Brasil.
A pesar de los esfuerzos internacionales, jamás fue detenido y vivió impunemente al menos durante tres décadas bajo diversas identidades falsas. Los registros históricos indican que vivió de manera modesta en países como Argentina, Paraguay y Brasil, hasta su muerte en 1979, cuando se golpeó con un madero mientras nadaba en una playa y se ahogó. En 1992, los análisis de ADN confirmaron su identidad.
El origen del mal
Durante su estancia de 21 meses en Auschwitz, el doctor Mengele logró su infamia, ganándose el apodo de El Ángel de la Muerte.
Cuando los vagones de trenes repletos de prisioneros llegaban al campo de concentración, con frecuencia Mengele esperaba en el andén junto a otros médicos para seleccionar a los más aptos para el trabajo y la experimentación, así como quienes serían enviados inmediatamente a las cámaras de gas. Los gemelos resultaban particularmente interesantes para Mengele.
A partir de 1943, los gemelos eran seleccionados y ubicados en barracones especiales. Prácticamente todos los experimentos de Mengele fueron de un valor científico dudoso, pero financiados con miles de millones de marcos alemanes, dejando aparte su falta absoluta de ética, incluyendo intentos de cambiar el color de los ojos mediante la inyección de sustancias químicas en las pupilas de niños. Además, practicó amputaciones diversas y otras cirugías brutales, y en al menos una ocasión, un intento de crear siameses artificialmente mediante la unión de venas de hermanos gemelos (la operación fue un fracaso y el único resultado fue que las manos de los niños se infectaron gravemente). Sobre quienes se experimentaba, en caso de sobrevivir, casi siempre se los asesinaba para su posterior disección.
Por Antonio Villalba
avillalba@elterritorio.com.ar