El
29 de mayo de 1892 nació en Sala Capriasca, Suiza, Alfonsina
Storni, su primera lengua fue el italiano y en 1896 su familia se
trasladó a San Juan, de donde son sus primeros recuerdos: “Estoy
en San Juan, tengo cuatro años; me veo colorada, redonda, chatilla y
fea. Sentada en el umbral de mi casa, muevo los labios como leyendo
un libro que tengo en la mano y espío con el rabo del ojo el efecto
que causo en el transeúnte. Unos primos me avergüenzan gritándome
que tengo el libro al revés y corro a llorar detrás de la puerta”.
En
1901, la familia se instaló en la ciudad de Rosario y su madre,
abrió una pequeña escuela domiciliaria y pasó a ser la cabeza de
una familia numerosa, pobre y sin timón.
Instaló
el “Café Suizo”, cerca de la estación de tren en el que a los
diez años, Alfonsina lavaba platos y atendía las mesas, pero el
proyecto fracasó.
En
1907 llegó a Rosario la compañía de teatro de Manuel Cordero y
Alfonsina reemplazó a una actriz que se encontraba enferma.
Con
el permiso de su madre se sumó a la compañía y recorrió Santa Fe,
Córdoba, Mendoza, Santiago del Estero y Tucumán, actuando en obras
como Espectros, de Ibsen, La loca de la casa, de Pérez Galdós, y
Los muertos, de Florencio Sánchez.
En las cartas se refería
a esta época: “A los trece años estaba en el teatro. Este salto
brusco, hijo de una serie de casualidades, tuvo una gran influencia
sobre mi actividad sensorial, pues me puso en contacto con las
mejores obras del teatro contemporáneo y clásico (…). Pero casi
una niña y pareciendo ya una mujer, la vida se me hizo insoportable.
Aquel ambiente me ahogaba. Torcí rumbos…”.
Cuando
volvió a Rosario, decidió cursar la carrera de maestra rural en
Coronda, obteniendo su título profesional y consiguió un puesto de
maestra y se vinculó a dos revistas literarias, Mundo Rosarino y
Monos y Monadas.
En
esas publicaciones aparecieron sus poemas durante todo ese año, y si
bien no hay testimonio de ellos, sí sabemos de otros publicados al
año siguiente en Mundo Argentino, y que tienen resonancias
hispánicas.
Al terminar el año de 1911, se trasladó a
Buenos Aires y el nacimiento de su hijo Alejandro, el 21 de abril de
1912, definió en su vida una actitud de mujer que se enfrentó sola
a sus decisiones. Trabajó en un comercio y colaboraba en la revista
Caras y Caretas.
La inquietud del rosal, su primer libro fue
publicado con grandes dificultades económicas y apareció en 1916.
En
un homenaje al novelista Manuel Gálvez, Alfonsina Storni recitó con
aplomo sus propios versos y en junio de 1916, apareció en Mundo
Argentino un poema titulado “Versos otoñales” en una publicación
donde aparecian escritos de poetas de la talla de Amado Nervo y Rubén
Darío.
 |
Amado Nervo |
_cropped.jpg) |
Rubén Darío |
En
1919 Nervo llegó a la Argentina como Embajador de Mejico, y
frecuentó las mismas reuniones que Alfonsina, que le dedicó un
ejemplar de La inquietud del rosal, y en la dedicatoria lo menciona
como “poeta divino”.
Vinculada
entonces a lo mejor de la vanguardia novecentista, se relacionó con
José Enrique Rodó, de Uruguay que como ella, escribía en Caras y
Caretas y con Manuel Ugarte y con José Ingenieros.
 |
Manuel Ugarte |
 |
José Ingenieros |
El 18 de
abril de 1918 se le ofreció una comida en el restaurante Génova, de
la calle Paraná y Corrientes, donde se reunía mensualmente el grupo
de Nosotros, y en esa oportunidad se celebró la aparición de El
dulce daño.
Los oradores fueron Roberto Giusti y José Ingenieros,
su gran amigo y protector, a veces su médico.
También
en ese año recibió una medalla de miembro del Comité Argentino Pro
Hogar de los Huérfanos Belgas, junto con Alicia Moreau de Justo y
Enrique del Valle Iberlucea.
Por
ese tiempo comenzaron sus visitas a la ciudad de Montevideo, donde
frecuentó a sus amigos uruguayos.
Juana
de Ibarbourou lo contó: “En 1920 vino Alfonsina por primera vez a
Montevideo. Era joven y parecía alegre; por lo menos su conversación
era chispeante, a veces muy aguda, a veces también sarcástica.
Levantó una ola de admiración y simpatía… Un núcleo de lo más
granado de la sociedad y de la gente intelectual la rodeó
siguiéndola por todos lados. Alfonsina, en ese momento, pudo
sentirse un poco reina”.
Alfonsina publicó Irremediablemente en 1919 y Languidez en 1920 que mereció el Primer Premio Municipal de Poesía y
el Segundo Premio Nacional de Literatura, lo que la colocaba muy por
encima de sus pares.
Conoció
al pintor Emilio Centurión y a Horacio Quiroga que ya era un autor
reconocido y que había publicado sus libros más importantes.
La
amistad con Quiroga fue la de dos seres distintos. Quiroga la
nombraba frecuentemente en sus cartas, sobre todo entre los años
1919 y 1922, y su mención la destaca de un grupo donde había no
sólo otras mujeres sino también otras escritoras.
Cuando
Quiroga resuelve irse a Misiones en 1925, Alfonsina no lo acompaña.
Quiroga le pide que se vaya con él y ella, indecisa, consulta con su
amigo el pintor Benito Quinquela Martín, hombre ordenado y
sedentario, le dijo: “¿Con ese loco? ¡No!”.
 |
Horacio Quiroga |
En 1925 publicó Ocre, un libro que
marcó un cambio decisivo en su poesía, continuó como profesora de
Lectura y declamación en la Escuela Normal de Lenguas Vivas, y por
aquella época muerió José Ingenieros, que la dejó un poco más
sola.
Gabriela Mistral, la reconocida poetisa chilena, relató
su encuentro con Alfonsina Storni en las páginas de El Mercurio.
“Extraordinaria la cabeza, recuerda, pero no por rasgos ingratos,
sino por un cabello enteramente plateado, que hace el marco de un
rostro de veinticinco años”. “Cabello más hermoso no he visto,
es extraño como lo fuera la luz de la luna a mediodía. Era dorado,
y alguna dulzura rubia quedaba todavía en los gajos blancos. El ojo
azul, la empinada nariz francesa, muy graciosa, y la piel rosada, le
dan alguna cosa infantil que desmiente la conversación sagaz y de
mujer madura”.
 |
Gabriela Mistral |
El 20 de marzo de 1927 se estrenó su obra
de teatro, que despertó las expectativas del público y de la
crítica. El día del estreno asistió el presidente Alvear con su
esposa, Regina Pacini.
Al día siguiente la crítica se ensañó con
la obra, y a los tres días tuvo que bajar de cartel. El diario
Crítica tituló “Alfonsina Storni dará al teatro nacional obras
interesantes cuando la escena le revele nuevos e importantes
secretos”. La escritora se sintió muy dolida por su
fracaso.
Alfonsina Storni intervino en la creación de la
Sociedad Argentina de Escritores y su participación en el
gremialismo literario fue intensa.
En
1928 viajó a España en compañía de la actriz Blanca de la Vega, y
repitió su viaje en 1931, en compañía de su hijo y allí conoció
a otras mujeres escritoras, y la poeta Concha Méndez le dedicó
algunos poemas.
Al
año siguiente, publicó sus Dos farsas pirotécnicas: Cimbelina y
Polixene y la cocinerita, colabora en el diario Crítica y en La
Nación; sus clases de teatro son la rutina diaria.
En
1931, el Intendente Municipal la nombró jurado y es la primera vez
que ese nombramiento recayó en una mujer.
Alfonsina
Storni afirmó a proposito de su designación: “La civilización
borra cada vez más las diferencias de sexo, porque levanta a hombre
y mujer a seres pensantes y mezcla en aquel ápice lo que parecieran
características propias de cada sexo y que no eran más que estados
de insuficiencia mental. Como afirmación de esta limpia verdad, la
Intendencia de Buenos Aires declara, en su ciudad, noble la condición
femenina”.

En la Peña del café Tortoni conoció a Federico
García Lorca, durante la permanencia del poeta en Buenos Aires entre
octubre de 1933 y febrero de 1934 y le dedicó un poema, “Retrato
de García Lorca”.
El 20 de mayo de 1935 Alfonsina fue
operada de un cáncer de mama.
En 1936 se conoció la noticia
del suicidio de Horacio Quiroga y le dedicó un poema de versos
conmovedores y que presagian su propio final.
El 26 de enero
de 1938, en Colonia, Uruguay, Alfonsina recibió una invitación del
Ministerio de Instrucción Pública que organizó un acto para reunir
a las tres grandes poetisas americanas del momento, en una reunión
sin precedentes: Alfonsina, Juana de Ibarbourou y Gabriela Mistral.
En
la invitación pedían “que haga en público la confesión de su
forma y manera de crear”.
Divertida
y entusiamada, encontró un título muy adecuado para su conferencia:
“Entre un par de maletas a medio abrir y las mancillas del
reloj”.
Hacia mitad de año apareció Mascarilla y trébol y
una Antología poética con sus poemas preferidos.
Los
meses que siguieronn fueron de incertidumbre y temor por la
enfermedad.
El
23 de octubre viajó a Mar del Plata y hacia la una de la madrugada
del martes veinticinco Alfonsina abandonó su habitación y se
dirigió al mar.
A
la mañana siguiente, dos obreros descubrieron el cadáver en la
playa y a la tarde, los diarios titulaban sus ediciones con la
noticia: “Ha muerto trágicamente Alfonsina Storni, gran poetisa de
América”.
A
su entierro asistieron los escritores y artistas Enrique Larreta,
Ricardo Rojas, Enrique Banchs, Arturo Capdevila, Manuel Gálvez,
Baldomero Fernández Moreno, Oliverio Girondo, Eduardo Mallea,
Alejandro Sirio, Augusto Riganelli, Carlos Obligado, Atilio
Chiappori, Horacio Rega Molina, Pedro M. Obligado, Amado Villar,
Leopoldo Marechal, Centurión, Pascual de Rogatis, López
Buchardo.
El 21 de noviembre de 1938, el Senado de la Nación
rindió un homenaje a la poeta y el orador fue el senador socialista
Alfredo Palacios que dijo:
“Nuestro progreso material
asombra a propios y extraños. Hemos construido urbes inmensas.
Centenares de millones de cabezas de ganado pacen en la inmensurable
planicie argentina, la más fecunda de la tierra; pero frecuentemente
subordinamos los valores del espíritu a los valores utilitarios y no
hemos conseguido, con toda nuestra riqueza, crear una atmósfera
propicia donde puede prosperar esa planta delicada que es un poeta”.

A continuación la actriz Perla Santalla interpreta Voy a Dormir y en la voz de Mercedes Sosa, Alfonsina y el Mar.
Seguidamente y para completar este homenaje, Paco Ibañez.