Enrique Fernández Arbós nació en Madrid, España, el 24 de
diciembre de 1863, y murió en San Sebastián, España, el 2 de junio de 1939. Violinista,
director de orquesta y compositor.
El sitio www.dbe.rah.es
publicó este recordatorio firmado por Paulino Capdepón Verdú.
Enrique Fernández Arbós
Biografía
Fernández Arbós, Enrique. Madrid, 24.XII.1863 – 2.VI.1939.
Director de orquesta, violinista, compositor y escritor.
Se formó musicalmente con su padre, el militar Cayetano
Fernández y Alcaután, razón por la que Enrique Fernández Arbós siempre mostró
gran interés por la música marcial. La familia se trasladó de Alicante primero
a Valencia y al poco tiempo a Madrid con el fin de que estudiara en el
Conservatorio, donde en 1872 se alzó con el segundo premio de Solfeo, en
calidad de discípulo de José Gainza; cuatro años más tarde, obtuvo el de
Violín, en la clase de Jesús de Monasterio, y en 1877 también el de Armonía,
que estudiaba bajo la dirección de Miguel Galiana.
Gracias al apoyo de la infanta Isabel de Borbón, amplió
estudios en el Conservatorio de Bruselas, cuyo director (Gevaert) puso a Arbós
en contacto con Albéniz.
Allí trabajó con dos maestros, Henri Vieuxtemps y Kufferath
(Hubert-Ferdinand), antiguo discípulo de Mendelssohn en Leipzig y que
desempeñaba por entonces la cátedra de Contrapunto y Fuga.
Todavía estaba centrado en su faceta exclusiva como
violinista, la cual, en realidad, jamás abandonó. De hecho, en 1924, ya
convertido en un director célebre, al ingresar Arbós en la Real Academia de
Bellas Artes de San Fernando para ocupar la vacante producida por la muerte de
Tomás Fernández Grajal, el título de su discurso de aceptación fue Del violín,
de su técnica, de su interpretación, de su estilo y de su relación con la
evolución de la música, en el que establece por vez primera la relación entre
la escuela violinística española y la belga a partir de Jesús de Monasterio,
discípulo de Bériot, y éste continuador de un discípulo de Viotti.
Una crónica de Asmodeo (seudónimo de Cepeda y Taborcias)
informó a los españoles de los triunfos logrados por “los españoles de
Bruselas”: Albéniz, Arbós y Eusebio Daniel habían obtenido las máximas
distinciones en Piano, Violín y Contrapunto, respectivamente.
Una estancia de Joachim en Bruselas le permitió conocer el
arte de Arbós a comienzos de 1880, lo que provocó la inmediata invitación al
músico español para que se trasladara a Berlín a cursar estudios con él y
trabajar la composición con Herzogenberg, con lo que comienza el capítulo
alemán de Arbós. A su regreso tocó en varias ciudades españolas y se presentó
en Madrid con la Orquesta de la Sociedad de Conciertos, que dirigía Tomás
Bretón. Interpretó los conciertos de Mendelssohn y Wienawski, colaboró con
Albéniz y ofreció una serie de conciertos que lo convirtieron en uno de los
destacados protagonistas del mundillo musical madrileño.
Al acrecentarse su fama recibió la oferta del puesto de
concertino en la Orquesta de Boston, pero su vocación de director había
comenzado a forjarse ya en 1904, con motivo de los conciertos del Gran Casino
de San Sebastián, y cuajó plenamente en lo que fue su gran obra: la Orquesta
Sinfónica de Madrid que, desde 1939, lleva además el nombre de Orquesta Arbós.
Con respecto al cambio en la orientación artística, según
testimonio de José María Franco y Bordons, discípulo y amigo de Arbós, fue el
24 de abril de 1890, en el Teatro de la Comedia. Dos años después, en 1892,
dirigió una serie de conciertos en la Biblioteca Nacional con motivo de la
exposición celebrada para conmemorar el IV Centenario del descubrimiento de
América. En San Sebastián se celebraban conciertos desde el día de la
inauguración del Casino, interpretándose un repertorio de salón en el que
alternaban Meyerbeer y Verdi con Milloecker y Auber. La orquesta estaba
integrada en buena parte por profesores madrileños que habían pasado de la
Sociedad de Conciertos a la naciente Orquesta Sinfónica de Madrid. La temporada
se extendía a lo largo de los tres meses de verano, y Arbós tenía a su cargo
dos programas semanales. Apenas cumplida la primera temporada, Fernández Arbós
fue nuevamente solicitado.
En 1905, Londres requirió la presencia del maestro español
como director de los conciertos sinfónicos y de cámara, pero un nuevo proyecto
fijó su atención: la Orquesta Sinfónica de Madrid. Con la desaparición de la
Sociedad de Conciertos, algunos de sus integrantes más sobresalientes —Hierro,
Francés y Yuste— concibieron la idea de crear una nueva formación capaz de
competir con las más prestigiosas. Se formó una junta organizadora el 6 de
enero de 1904 y tras el período inicial de Cardelás se pensó en Arbós, que
dirigió el primer programa con la que sería ya su orquesta el 16 de abril de 1905.
En 1908, las actividades de la Sinfónica se programaban con arreglo a un plan
que, en cierto modo, definiría toda su existencia con Arbós: serie de
conciertos en el Teatro Real, serie de cuatro conciertos en Barcelona y
“excursión artística” por provincias.
El primer viaje a París se produjo en 1913; la crítica
parisiense se volcó en elogios, destacando por encima de todo una crítica muy
favorable de Debussy en diciembre de ese año. La fama de Arbós crecía y su
carrera de director adquirió tintes internacionales, dirigiendo en Londres,
París, Milán y Roma. Manuel de Falla llegó a hablar de “renacimiento” de la
música española y al cumplir el maestro los setenta años, catorce autores
representativos compusieron obras basadas en las notas del nombre ARBÓS, según
la nomenclatura sajona, equivalente a la latina la-re-si-do-sol.
Por su parte, Adolfo Salazar escribió lo siguiente: “Este
maestro reunía la doble condición de ser español y de poseer una cultura
extranjera, es decir, la posibilidad de hacer asequible este tipo de cultura al
auditor español.
La Sinfónica de Madrid, dirigida por Arbós, va a convertirse
inmediatamente en el órgano más eficaz de cultura musical instrumental que haya
existido en España desde la fundación de la Sociedad de Conciertos.
La nueva orquesta, con un criterio muy definido, vino a
acentuar esa labor progresiva que ha distinguido en España a los organizadores
de nuestros conciertos. La Sinfónica, desde sus primeros conciertos, hizo
comprender que ‘no venía a meter paz sino espada’; que venía a luchar por los
ideales de los músicos modernos, sin dejar de rendir todo su homenaje y su
esfuerzo a los grandes maestros del pasado, que aún eran muy poco conocidos
entre nuestro público”.
Pero no puede olvidarse la faceta creativa de Arbós. De sus
obras destaca la orquestación e inspiración, de lo cual constituye buen ejemplo
la Petite suite espagnole (Ausencia, Noche de Arabia, Habanera, Baile Andaluz).
El primer número fue escrito hacia 1897; los otros tres proceden de la ópera
cómica El centro de la tierra. Otras obras son Tres piezas para violín y
orquesta (Zambra, Guajira y Tango), también para violín y piano. El “Bolero” es
una parte de las Trois piecès originales dans le genre espagnol pour violon,
violoncelle et piano, compuestas en Berlín en torno a 1884. Víctor Espinós cita
una Romanza y humoresca para violonchelo y piano, que no se ha conservado y de
la que no hay más datos. Del ámbito de la canción se tienen referencias de
algunas obras no localizadas: Ici bas, Chanson de Fortunio, Tú y yo y Rimas. Sí
se ha podido localizar la obra En la playa.
Dentro del género del teatro lírico produjo El centro de la
tierra, estrenada en el Teatro Apolo el 25 de noviembre de 1884 con poco éxito.
Sin embargo, algunos números, incluidos por su autor en la Petite suite, fueron
siempre bien recibidos. En sus memorias dice Arbós que dejó compuestos dos
números para la ópera de Albéniz El anillo mágico, aunque no precisa cuáles
son. Dentro de la creación del maestro destacan también algunas intrumentaciones,
como La mártir cristiana, El sueño de una noche de verano, de Mendelssohn, y
varios fragmentos lberia, de Albéniz.
Asimismo, escribió algunos comentarios sobre Scriabin, Alban
Berg y La Consagración de la Primavera, de Stravinsky, y en 1934-1935 colaboró
con cierta asiduidad en la prensa de Madrid escribiendo sobre la ópera, la
crisis de la profesión musical, la música y el niño, el festival de la Sociedad
Internacional de Música Contemporánea (SIMC) en Praga y la enseñanza musical.
Su último escrito trató precisamente sobre su maestro Jesús de Monasterio y vio
la luz en 1936.
Obras de ~: Música escénica: El centro de la tierra; El
anillo mágico. Música sinfónica: Petite suite espagnole; Tres piezas para
violín y orquesta. Música de cámara: Tres piezas para violín y piano; Trois
pièces originales dans le genre espagnol, pour violon, violoncelle et piano.
Canciones: Chanson de Fortunio; En la playa; Ici bas; Rimas; Tú y yo.
Instrumentaciones: El Sueño de una noche de verano, de Mendelssohn; Iberia de
Albéniz; La mártir cristiana, de Bottesini.
Escritos: Del violín, de su técnica, de su interpretación,
de su estilo y de su relación con la evolución de la música, discurso de
recepción del electo académico de Bellas Artes de San Fernando, Madrid, Rivadeneira,
1924.
Bibl.: C. Debussy, “Musique espagnole”, en La Revue
Musicale, 1 de diciembre de 1913; H. Collet, L’Éssor de la musique espagnole au
xx siècle, Paris, 1929; V. Espinós, Arbós. Al hilo del recuerdo, Madrid, Espasa
Calpe, 1942; E. Fernández Arbós, Arbós, ed. J. M. Franco, Madrid, Ediciones
Cid, 1963; E. Franco, “El maestro Arbós, una batuta al servicio de la música
española”, en Cuadernos de Música, 1 (1990); E. Franco, “Fernández Arbós,
Enrique”, en E. Casares Rodicio (dir. y coord.), Diccionario de la Música
Española e Hispanoamericana, t. I, Madrid, Sociedad General de Autores y
Editores, 1999.
Paulino Capdepón Verdú
A continuación, recordamos a
Enrique Fernández Arbós en el día de su nacimiento, con el Trío en
estilo español, en la versión de Patricia Cordero en violín, Eva Esteban en
violonchelo, y Duncan Gifford en piano.