El Diario Infobae, en su edición digital, publicó este artículo firmado por Gustavo Sierra.
Hace 40 años asesinaron a Sadat, el líder egipcio
que lanzó una guerra con Israel y firmó la paz
más duradera
El líder carismático y apasionado murió el 6 de octubre de 1981. Fue a raíz del ataque de un
comando terrorista mientras presidía un desfile militar en El Cairo
El presidente egipcio Anward al-Sadat no tenía que haber muerto ese 6 de octubre de 1981 en el que fue asesinado. De acuerdo al ex agente de inteligencia Abbud al-Zumar, que participó del atentado, su hora estaba marcada para tres años más tarde, cuando los extremistas islamistas hubieran organizado todo para que el magnicidio fuera parte de una revolución que instalara a los rebeldes para siempre en el poder en El Cairo.
Lo que precipitó el ataque fue una serie de arrestos ordenados por Sadat que llevaban inevitablemente a desmantelar la red. Habían caído 1.500 activistas y simpatizantes de los grupos musulmanes radicalizados a los que el régimen militar veía como enemigos que estaban tratando de organizar una revolución islamista al estilo de la que Khomeini había liderado en Irán. Adelantó los tiempos. Los radicales todavía no tenían el poder para lanzar la revolución, pero sí el suficiente para asesinar al presidente.
La historia de Egipto está marcada en el último siglo por la confrontación de la organización integrista de los Hermanos Musulmanes y la casta militar nacionalista y laicista. La “Hermandad Musulmana”, en árabe al-Ikhwān al-Muslimūn, es una organización religioso-política fundada en 1928 por Hassan al-Banna. De orientación islamista, propugna el retorno al Corán y a los hadices (los dichos del Profeta) como pautas para “una sociedad islámica moderna y justa”. La Hermandad se extendió rápidamente por Egipto, Sudán, Siria, Palestina, Líbano y el norte de África gracias, sobre todo, a su actividad benéfica. De su interior fueron saliendo diferentes grupos radicalizados, desde la Jihad Islámica de Ayman al-Zawahiri, el ahora líder de la red terrorista Al Qaeda desde la muerte de Osama bin Laden, hasta el partido que llevó a Mohamed Morsi a la presidencia de Egipto en junio de 2012 y que fue depuesto por un golpe militar encabezado por el general Abdel Fattah el-Sisi, que se mantiene hasta hoy en el poder.
De entre los Hermanos Musulmanes también surgieron los grupos que estuvieron detrás de la muerte de Sadat. Según Tala’at Qasim, ex jefe de la organización extremista Gama’a Islamiyya, entrevistado en Middle East Report, fue el pequeño Grupo Islámico integrado en la red de la Jihad Islámica el que organizó el asesinato y reclutó a los asesinos. Los miembros del “Majlis el-Shura” (“Consejo Consultivo”) del Grupo, encabezado por el famoso “sheij ciego” Omar Abdel Rahman –ideólogo y organizador del atentado contra el World Trade Center de Nueva York en 1993- fueron arrestados dos semanas antes del asesinato, pero no revelaron los planes existentes.
Sadat era un líder carismático y apasionado. También enigmático y quijotesco. Lanzó una guerra sorpresa contra Israel, pero unos años más tarde hizo la paz, sorprendiendo incluso a algunos de sus asesores más cercanos al viajar a Jerusalén para dirigirse en persona al Knesset (parlamento) israelí. Reforzó las relaciones económicas y políticas con Estados Unidos, alejándose de los estrechos vínculos de su predecesor con la Unión Soviética. Junto con el primer ministro israelí Menachem Begin, ganó el Premio Nobel de la Paz en 1978 por los Acuerdos de Camp David, que siguen siendo la piedra angular del proceso de paz árabe-israelí, congelado desde hace tiempo.
Graduado en la Academia Militar de El Cairo en 1938, se unió a la organización de Oficiales Libres de Gamal Abdel Nasser, participó en el golpe que derrocó la monarquía en 1952 y apoyó el ascenso al poder de Nasser en 1956. Fue su vicepresidente en dos períodos (1964–66, 1969–70) y al morir Nasser en 1970 accedió a la presidencia del país. Considerando que el apoyo soviético había sido insuficiente en la lucha árabe con Israel inició una reorientación de la política exterior egipcia en un sentido pro-occidental. En 1972 expulsó a miles de técnicos y consejeros soviéticos.
En octubre de 1973 se alió a Siria para lanzar el primer ataque contra Israel. Esa guerra del Yom Kippur, que terminó con el ejército israelí recuperando el territorio perdido y expulsando a las fuerzas árabes, permitió que Sadat consiguiera un gran prestigio en el mundo árabe. Este prestigio y solidaridad se concretó en el uso del arma del petróleo como represalia por el apoyo occidental a Israel. El alza de precios acordada por la OPEP en 1973 desencadenó una profunda crisis en la economía capitalista occidental.
Tras la guerra restableció relaciones diplomáticas con Washington el 7 de noviembre de 1973 y se comprometió con la política de “pequeños pasos” lanzada por Henry Kissinger. En noviembre de 1977 efectuó una visita histórica a Israel y defendió su plan de paz ante la Knesset. El presidente Jimmy Carter medió en las negociaciones que culminaron con la firma junto al líder israelí Menajem Begin de los Acuerdos de Camp David el 17 de septiembre de 1978. El 26 de marzo de 1979 se firmó el tratado de paz entre Israel y Egipto, el primero entre el estado hebreo y una nación árabe, y que aún sigue vigente. Egipto recuperó por este tratado la península del Sinaí y obtuvo ayuda militar y económica de Estados Unidos. Pero la consecuencia fue la condena y el boicot de los otros estados árabes y Sadat se enfrentó a una fuerte oposición interior que reprimió duramente. Fue cuando los terroristas islamistas decidieron asesinarlo.
La oportunidad apareció el 6 de octubre de 1981 con el desfile anual de la victoria que se celebraba en El Cairo para conmemorar la Operación Badr, en la cual el ejército egipcio cruzó el Canal de Suez y recuperó una pequeña parte de la península del Sinaí israelí al comienzo de la Guerra de Yom Kippur. El estratega del ataque fue Abbud al-Zumar, el coronel de la inteligencia militar, cuyo plan integral era “matar a los principales líderes del país, capturar el cuartel general del Ejército y la Seguridad del Estado, el edificio de la central telefónica y, por supuesto, el de la radio y televisión, desde donde se difundirían las noticias de la revolución islámica”, desencadenando, esperaba, “un levantamiento popular contra la autoridad secular en todo el país”. La célula operativa estaba liderada por el teniente Khalid el Islambouly.
Los militares en el poder habían ordenado incautar todas las municiones por lo que los soldados desfilaban con las armas, pero sin poder de fuego. Los islamistas ya tenían todo el armamento preparado en una mezquita que estaba dentro del perímetro de seguridad. Se apoderaron de uno de los camiones que participaban de la parada militar. El comando estaba integrado por Islambouly, de 24 años, el oficial de la reserva Hussein Abbas, de 28, y tres civiles: Abdel Halim Abdessalam, de 29, Ata Tayel Hemeda, 28, y el teórico del grupo, Abdessalam Farrag, 28, ingeniero de profesión.
Tuvieron suerte, en el momento en que se aproximaban al palco oficial pasó rasante un escuadrón de aviones Mirage de la Fuerza Aérea Egipcia y todos miraron hacia el cielo. Tuvieron unos segundos para bajarse del camión y pasar prácticamente desapercibidos hasta que comenzaron a disparar al lado del escenario. Sadat estaba protegido por cuatro capas de seguridad y ocho guardaespaldas. Sobre ellos cayó una lluvia de proyectiles mientras se producía una desbandada de gente que les hizo muy difícil cualquier defensa. Islambouly logró acercarse a Sadat con tres granadas de mano ocultas bajo su casco. El presidente se puso de pie creyendo que era un soldado que venía a saludarlo. El sobrino del líder egipcio, Talaat el Sadat, que estaba allí en ese momento y logró sobrevivir, explicó que “pensó que los asesinos eran parte del espectáculo cuando se acercaron a las gradas disparando, así que se quedó para saludarlos”. Fue cuando Islambouly arrojó las granadas mientras sus cómplices continuaban disparando indiscriminadamente los rifles de asalto AK-47 y las metralletas Port Said. Las esquirlas de una de las granadas alcanzaron a Sadat que cayó entre las sillas abandonadas por los invitados.
Fueron tres minutos de balacera. Junto al presidente cayeron y murieron en el lugar el general de división Hassan Allam, el general que presidía la delegación de Omán, Khalfan Nasser Mohammed, los funcionarios gubernamentales Samir Helmy Ibrahim, Saeed Abdel Raouf Bakr y Al Anba ‘Samuel, el fotógrafo oficial Mohammed Yousuf Rashwan, el ingeniero chino Zhang Baoyu, el embajador de Cuba y en obispo copto ortodoxo, Anba Samuel. Otras 28 personas quedaron heridas, entre ellos el vicepresidente Hosni Mubarak , el ministro de Defensa irlandés James Tully y cuatro militares estadounidenses. El embajador sueco Olov Ternström logró escapar ileso. Uno de los atacantes murió y los otros tres resultaron heridos y arrestados. Sadat fue trasladado en avión a un hospital militar, donde lo atendieron y operaron once médicos. No pudieron hacer nada. Ya se había desangrado. Anunciaron su fallecimiento dos horas después. Oficialmente, la causa de la muerte fue “un violento choque nervioso y hemorragia interna en la cavidad torácica, donde se desgarraron el pulmón izquierdo y los principales vasos sanguíneos que se encuentran debajo”.
La insurrección que supuestamente iba a acompañar el ataque sólo prosperó en Asyut, en el Alto Egipto. Los rebeldes tomaron el control de la ciudad durante unos días y 68 policías y soldados murieron en los combates. El control del gobierno se restableció cuando descendió sobre la ciudad una unidad de paracaidistas leales. El 14 de octubre de 1981, el vicepresidente Hosni Mubarak se convirtió en el nuevo presidente egipcio y gobernó con mano de hierro por 30 años hasta que una revolución popular lo derrocó y los Hermanos Musulmanes lograron el poder a través de las urnas.