María del Dulce Nombre Díaz Ruiz, más conocida como Marujita Díaz, nació en Sevilla, España, el 27 de abril de 1932, y murió en Madrid, España, el 23 de junio de 2015. Actriz, vedette y cantante.
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publicó este artículo firmado por Lidia García.
Marujita Díaz, una heroína folclórica con una vida tan poco
discreta como su vestuario
La cantante y actriz, figura legendaria del cine y teatro
español en los años cincuenta y sesenta, fue bautizada como la Reina de la
revista musical española.
Por Lidia García 18 de junio de 2022
Marujita Díaz una heroína folclórica con una vida tan poco discreta
como su vestuario
Un Seat Panda recorre las calles de Roma. Lo conduce una
mujer menuda que conoce la ciudad como la palma de su mano; es la periodista
Paloma Gómez Borrero, corresponsal de Televisión Española en el Vaticano desde
1976. Ella y sus acompañantes tienen una cita importante. Es seguramente la más
importante que se puede tener en esa ciudad: van camino a ser recibidos por el
papa Juan Pablo II. Llevan algo de prisa, pero no es la velocidad del coche lo
que atrae las miradas de los viandantes. Lo que muchos de ellos observan
alucinados es que de la ventanilla del copiloto de aquel Seat Panda asoma la
cabeza de una mujer con teja y mantilla. La señora lleva puesta una teja tan
alta que no cabe dentro del pequeño vehículo y se ha visto obligada a hacer
todo el trayecto con la ventanilla bajada y la cabeza afuera. Quien recorre las
calles de Roma de esta guisa es la inclasificable Marujita Díaz. A Dios
gracias, la cantante llega a Ciudad del Vaticano sana y salva, esquivando no
solo la torticolis sino lo que bien podría haber sido –cambiando echarpe por
mantilla– un trágico final a lo Isadora Duncan, la legendaria bailarina que
falleció estrangulada al quedar enganchado su pañuelo a la rueda del coche
descapotable en que viajaba.
Maruja va enjoyada de arriba abajo, maquillada con esmero y
–ferviente católica como es– está muy emocionada por conocer en persona a su
santidad. Incluso le pide a uno de los guardias suizos que aparte una valla
porque quiere arrodillarse y cantarle al papa eso de “No te vayas todavía, no
te vas por favor”.
Según detalla Pilar Gómez-Borrero –sobrina de la periodista–
en su libro Si vas a Roma, llama a Paloma, el guardia le respondió espantado:
“¡Kantar, aquí noooon se kanta!”. Marujita se quejó con vehemencia: “¿Que no
canto yo? Yo aquí canto porque me sale del alma”. La periodista, que había
intercedido para hacer posible el encuentro, tuvo que intervenir para
explicarle a Marujita que aunque en España era muy famosa, aquel guardia bien podría
echarla de allí si no se contenía un poquito. La folclórica, disgustada,
desistió en su empeño musical: “¡Ay!, ¡este tío vestido de máscara que me quita
la fe!”, exclamó. Cuando al fin pudo saludar al papa, sacó un enorme crucifijo
y se lo presentó diciendo: “¡El Cristo que está en la tumba de mi madre, me lo
bendiga, santidad!”. Con cara de entender más bien poco, Juan Pablo II bendijo
el crucifijo de la artista, que lloraba sin cesar. Marujita –devota, excesiva,
folclórica del tacón a la peineta– siempre recordó ese día con especial
emoción.
El verdadero nombre de la que llegaría a ser conocida como
la Reina de la Revista musical española, admirada también como cantante de
copla y virtuosa del chiribiteo ocular, era María del Dulce Nombre Díaz Ruiz.
Cuando, ya consagrada, acudió al programa Cantares en 1978, tuvo esta
conversación con Lauren Postigo sobre sus comienzos:
–¿Naces en Sevilla?
–Sí, como todas.
–¿Y debutas en galas infantiles?
–Como todas.
–Y te vienes a Madrid a buscar fortuna…
–Como todas.
–¿Con quién te vienes?
–Con mi madre.
–¡Claro, como todas! [ambos ríen].
Efectivamente, Marujita Díaz nació en Sevilla en 1932 y,
hasta su triunfo en la capital, siguió paso a paso el habitual viaje de la
heroína folclórica: familia humilde, raíces andaluzas, trabajo infantil y
centinela materna para contrarrestar los peligros de una industria voraz. La
infancia trianera de Maruja estuvo (como la de todas) cuajadita de coplas.
“Cuando tenía tres años mi madre me cantaba las canciones de Concha Piquer y yo
ya me emocionaba con las letras”, recordaba la artista a su paso por el
programa Qué tiempo tan feliz en 2010. A los seis años debutó en una compañía
infantil, cobrando un salario miserable pero que aún así ayudaba a la maltrecha
economía familiar. Un día, mientras cruzaba el puente de Triana para ir a los
ensayos con el estómago castigado por el hambre de la posguerra, se dijo a sí
misma: “A Dios pongo por testigo de que no volveré a pasar hambre”. “¡Y luego
Escarlata O'Hara me lo copió!”, decía Marujita entre risas en el programa de
María Teresa Campos.
Era frecuente que la pequeña Maruja acompañara a su madre a
vender carbón para el brasero por las calles de Sevilla hasta que, decididas
ambas a buscar un futuro mejor a costa del innegable talento de la niña, se
marcharon a Madrid. Uno de sus primeros trabajos en la capital fue cantar en
los descansos de las sesiones dobles del Cine Chueca. Allí se sacaba unas
pesetas mientras esperaba esa ansiada gran oportunidad que –como tantas veces
había oído– cambiaba el destino de una aspirante a estrella para siempre.
No tardaría en llegarle.
En 1948 debutó en el cine de la mano de Tony Leblanc en la
película La cigarra (Florián Rey, 1948), protagonizada por Imperio Argentina.
Apenas dos años después compartió pantalla con Luis Mariano y Carmen Sevilla en
El sueño de Andalucía, bajo las órdenes de Luis Lucia. Para la grabación de
esta coproducción hispano-francesa las dos artistas andaluzas se marcharon a
París acompañadas por sus respectivas madres. “Era un espectáculo vernos a las
cuatro por aquellos Champs-Élysées, como no me entendían yo me ponía a gritar
cualquier cosa y Carmen se tiraba al suelo de la risa”, solía recordar Díaz.
Soldadito español y Banderita española son dos de sus éxitos
musicales más recordados
La carrera cinematográfica de Marujita iba viento en popa.
En 1951 tuvo un pequeño papel en la película de culto Surcos (José Antonio
Nieves Conde), mientras que en 1953 le dio la réplica a Antonio Molina en la
película El pescador de coplas (Antonio del Amo), donde ambos interpretaban a
una pareja de hermanos pobres que luchaban por salir adelante. Cifesa, la
todopoderosa productora con la que Díaz había firmado un contrato de
exclusividad, anunciaba la cinta con la siguiente frase: “Son jóvenes
martirizados por los más duros trabajos y la más negra miseria, pero
estoicamente alegres”. La frasecita de marras condensaba a la perfección la
perversa política de representación de la pobreza de muchos productos
culturales del franquismo, esa que Manuel Vázquez Montalbán resumía en sus
brillantes análisis como el siempre recurrente “pobretes pero alegretes”.
Habitual de las famosas recepciones de La Granja que cada 18
de julio organizaba el dictador, Marujita puso voz en numerosas ocasiones a un
furor patriótico convenientemente alentado por el régimen. Soldadito español y
Banderita española son dos de sus éxitos musicales más recordados. El pasodoble
Banderita se refería en realidad a las guerras coloniales del reinado de
Alfonso XIII, de quien se llegó a decir que se afeitaba tarareando esta
canción. Era un número de la revista cómico-lírica Las corsarias, con libreto
de Enrique Paradas y Joaquín Jiménez y música de Francisco Alonso, que se
estrenó en el Teatro Martín de Madrid el 31 de octubre de 1919. Su revival, eso
sí, casaba perfectamente con el espíritu nacionalcatólico.
Marujita Díaz también participó activamente en el resurgir
que a finales de los años cincuenta y principios de los sesenta vivió el cuplé.
Muchas de las cancioncillas frívolas y chispeantes que triunfaban a comienzos
del siglo XX volvieron de la mano del éxito del programa radiofónico Aquellos
tiempos del cuplé, donde Lilián de Celis cantaba estas canciones, y
principalmente de la película El último cuplé (Juan de Orduña, 1957). Sara
Montiel y Lilián de Celis, con su propio historial de desencuentros y
rivalidades artísticas, fueron (junto con Olga Ramos) las más destacadas
cupletistas de la nueva hornada. Marujita Díaz no tardó en sumarse a la nueva
retromoda y en 1959 protagonizó Y después del cuplé bajo las órdenes de Ernesto
Arancibia.
Al año siguiente protagonizó el que tal vez fuera el mayor
de sus éxitos, Pelusa (Javier Setó, 1960). Su papel en esta comedia musical
ambientada en el mundo del circo le valió el Premio Nacional del Sindicato del
Espectáculo a la mejor actriz. Desde ese rodaje se sintió tan cercana al gremio
de los payasos que incluso participó en una manifestación de estos
profesionales del humor en 1966. Si bien protagonizó algunas producciones más,
como La corista (José María Elorrieta, 1960) o Canción de arrabal (Enrique
Carreras, 1961), en la década siguiente Marujita cosechó éxitos sobre todo en
el teatro musical. A lo largo de su extensa carrera actuó como primera figura
en numerosas revistas, zarzuelas y espectáculos de variedades como A todo
color, Las 4 copas, La verbena de la Paloma o Revista, revista, siempre
revista.
Pronto comenzó a alternar el teatro, el cine y la música
–donde cultivó desde copla, charlestón y tango hasta un sorprendente remix
tecno de la canción El parque de María Luisa– con numerosas apariciones
televisivas. En 1976 presentó el programa de Televisión Española Música y estrellas,
que pretendía revitalizar el género musical de la revista. También se entregó
al fragor de la prensa del corazón: en sus últimos años fue colaboradora
esporádica de Sálvame… y cómo olvidar el mítico cara a cara que protagonizó
junto a Sara Montiel en Salsa Rosa, donde ambas performaron una divertidísima
enemistad.
En aquella entrevista de Cantares que mencionaba al
principio, a la altura de 1978, Lauren Postigo le preguntó qué habría sido de
su carrera de haber nacido en Estados Unidos: “¿Hubieras sido Lizza Minnelli?”.
Marujita, muy resuelta, contestó: “No, hubiera sido Maruja Díaz pero más
promocionada”. Continuando en su línea, Postigo la acusaba de haberse hecho
famosa por haber tenido muchos hombres. “He tenido los justos”, replicaba ella.
“¿Y los justos cuántos son para ti?”, volvía a preguntar el presentador
insistiendo en la eterna sospecha sobre la sexualidad femenina. “Pues los que
he tenido”, afirmó tajante Marujita.
Tuvo varios romances tirando a muy sonados: desde el torero
Álvaro Amores hasta el simpar Dinio García pasando por el montaje que
protagonizó junto a Daniel Ducruet, el exmarido (y antes que eso
exguardaespaldas) de Estefanía de Mónaco. Marujita se casó dos veces. Primero
con el bronceado galán venezolano Espartaco Santoni, cuyas memorias llevaban
por modesto subtítulo El Arte de la Seducción. Memorias de un moderno Casanova.
Cuatro años duró el matrimonio, que pese a ser breve fue el más duradero de la
artista. Después pasó por el altar de nuevo con Antonio Gades, el talentoso bailarín
que acabaría casándose después con Pepa Flores. Este segundo enlace ni siquiera
llegó al año.
Si su vida privada no fue discreta, menos lo fue su
vestuario. Por poner un ejemplo, este outfit de inspiración goyesca con el que
cantó La calesera en televisión (mantilla fucsia de madroños y abanico king
size incluidos) se llevaría de calle cualquier pasarela de Drag Race. Frecuente
objeto de burla por sus “excesos” estéticos, lo cierto es que Marujita se
divirtió siempre con la moda y nos brindó modelazos camp que posiblemente
hubiéramos aplaudido sin reparo alguno a otras. El vestuario de Marujita
transitó desde los aires hippies con que vistió la canción andaluza en los
setenta al “más es más” desbocado de sus últimos años. Transparencias, encajes,
tejidos vaporosos, pañuelos anudados a la cabeza combinados con sombreros de
ala ancha, flores en el pelo y el sempiterno animal print. También le pirraba
la joyería, se refería a su nutrida colección de diamantes, turquesas y
esmeraldas como “charcutería fisna”.
Además, no se sentía atenazaba por la etiqueta. Cuando Sara
Montiel falleció en 2013 una octogenaria Marujita Díaz se plantó en su casa
desolada: llevaba un estampado de leopardo vetado en cualquier protocolo
funerario que en realidad bien podría tomarse como homenaje a la diva manchega,
devota de los mismos excesos.
Cuenta también Lolita Flores que la madrugada en que murió
su madre –la gran Lola Flores, a quien Marujita – la Díaz fue la primera en
aparecer. “Yo no sé cómo se enteró, iba vestida con una peluca, unas gafas de
sol, una boina blanca con una borla, un traje de chaqueta blanco como de
Chanel, unos botines y un bolso enorme”. Lolita cuenta que al verla subió las
escaleras y le dijo a su madre, ya dispuesta para ser velada: “Mamá, por Dios, no
te vayas a reír que va a entrar Marujita Díaz”.
La risa lo fue todo en la vida de Marujita. Desde los
tiempos de Pelusa solía usar una nariz de payaso para librarse de las
situaciones incómodas o salirse por la tangente cuando le convenía. Su ingenio
y rapidez le valió formar parte de la mítica Mesa camilla del programa de
Encarna Sánchez en la Cope junto a Mari Carmen Yepes, Carmen Jara y Paquita
Rico. En Directamente, Encarna Sánchez Juanele Zafra recoge algunas anécdotas
que dan buena cuenta de la estrecha relación entre las contertulias y del
carácter de Marujita. Cuenta que Marujita, reconocida tacaña y muy diestra
administradora de sus finanzas, iba a dar una fiesta en su casa y como sabía
que Encarna Sánchez nunca reparaba en gastos con sus amigas, pasó los días
previos a la fiesta deslizando en cada conversación lo mucho que le gustaba el
caviar. La locutora pilló la indirecta y el día de la fiesta le comentó a su
conductor que quería ir a comprar dicho manjar. Él le dijo: “Qué casualidad,
justamente ayer Maruja Díaz me dio la dirección de una tienda de delicatessen
donde dice que venden el mejor caviar de Madrid”. Con el achaque del gracejo,
Marujita no daba puntada sin hilo.
Especialmente en la última etapa de su vida, Marujita
cultivó el que tal vez sea el tipo de humor más difícil: la autoparodia. Si la
fecha de nacimiento era a menudo una cuestión controvertida en las biografías
de las folclóricas, en su caso alcanzó cotas de chiste nacional. Ella misma
alimentó la sorna cuando a principios de los ochenta, preguntada por Semana,
respondió con un enrevesado galimatías: “Catorce menos que Lola Flores, siete
menos que Paquita Rico, nueve menos que Carmen Sevilla y todos menos que Sara
Montiel”. En 1996 incluso protagonizó un spot publicitario de unas ópticas
donde se prestaba al chiste. En el anuncio aparecía Marujita bajando de un
coche, rodeada de guardaespaldas. Entraba en un banco y pasaba varios controles
de seguridad para llegar a abrir la caja fuerte donde tenía guardado su tesoro
más preciado: su DNI con su fecha de nacimiento. En ese momento se oía una voz
que decía: “Solo hay una razón en el mundo por la que Marujita está dispuesta a
revelar su fecha de nacimiento: que ahora en Ópticas San Gabino hacen un
descuento equivalente a la edad. Tantos años tienes, tanto descuento te hacen”.
Marujita Díaz falleció el 23 de junio de 2015 y sus cenizas
fueron esparcidas entre Madrid y Sevilla. Su colección de joyas y su extenso
vestuario fueron vendidos y el dinero recaudado, tal y como era su deseo, fue
donado a Mensajeros por la paz. Maruja señoreó no solo la copla, el charlestón
y la revista, sino también el difícil arte de la autoparodia. Renunció a la
venerabilidad de una retirada a tiempo, abrazó con entusiasmo las rosas y
espinas del mamarracheo televisivo y disfrutó de todas las lentejuelas del
disparate camp hasta el último de sus días. Y nosotros con ella.
A continuación, la recordamos en el día de su nacimiento,
con Luna De España.