Giovanni Palatucci nació en Montilla, Nápoles, Italia, el 31
de mayo de 1909 en el seno de una familia de firmes convicciones religiosas.
Tras cursar brillantemente estudios de Derecho, y contra la
voluntad de su padre, ingresó en la Policía.
Su primer destino fue como
comisario adjunto en Génova, una ciudad en la que permaneció apenas trece
meses, debido a que hizo declaraciones públicas donde criticó el exceso de
burocracia en la Policía, y esto tuvo consecuencias decisivas en su vida.
Fue traslado al Departamento de Extranjeros de la comisaría
de Fiume, entonces italiana y hoy croata. Pocos meses después de su llegada,
Benito Mussolini promovió las “leyes raciales”, que reservaron a los judíos
italianos el mismo trato discriminatorio y vejatorio que aplicaban los alemanes.
En el inicio de la Segunda Guerra Mundial, el Duce
intensificó su acercamiento a Adolf Hitler, y los judíos, que hasta ese momento
habían gozado de una gran tolerancia, comenzaron con los padecimientos.
Giovanni Palatucci y sus subordinados se organizaron para salvar
a miles de víctimas gracias a una eficaz red de solidaridad.
Durante el desempeño de sus funciones, como comisario de la
ciudad de Fiume, entre 1937 y 1944, procuró dinero, documentos y salvoconductos
falsos a los perseguidos del nazismo.
En febrero de 1943, Palatucci ascendió al puesto de Jefe de Policía
de Fiume, y en vez de darle información a los alemanes sobre “extranjeros” para
ser deportados, destruyó los expedientes.
La relación de Palatucci con sus superiores se tornó muy
peligrosa, y el embajador suizo en Trieste, le ofreció un pasaje seguro para
que huyera a Suiza, él aceptó, pero se lo envió a su prometida, una joven
judía.
Como consecuencia del armisticio que Italia firmó con los aliados
en 1943, las tropas alemanas invadieron el territorio, y ante ese panorama, Palatucci
ordenó la destrucción de toda la documentación de su departamento relativa a
los judíos y pidió al Registro Civil que no emitiera documento alguno sobre los
judíos sin informarle con anticipación.
La táctica resultó eficaz, pues entre
enero y julio de 1944 Palatucci y sus policías lograron salvar a un millar de
judíos.
La Gestapo descubrió la maniobra y el 13 de septiembre de
1944, Giovanni Palatucci fue arrestado, acusado de conspiración y enviado a la prisión
de Trieste, y luego al Campo de Concentración de Dachau.
Cuando ya estaba en el tren de la muerte, uno de sus
hombres, Pietro Capozzo, enterado de la suerte de su jefe, corrió a la
estación, se puso delante de los vagones y empezó a hablar en voz alta con la
esperanza de que Palatucci lo reconociera.
Poco después, cayó una nota de la
ventanilla firmada por Palatucci en la que se podía leer: “Capuozzo, da gusto al
chico que esto escribe y avisa a su madre de que está a punto de irse a
Alemania. Adiós”.
Giovanni Palatucci murió el 10 de febrero de 1945, en el
Campo de Concentración de Dachau, en Alemania, pocas semanas antes de la
liberación. Tenía sólo 36 años.
En 1995 el gobierno italiano le concedió la Medalla de Oro
al Mérito Civil, 50 años después de su muerte.