El periodista e investigador Carlos Szwarcer, nos ha cedido gentilmente este artículo que fue publicado en la revista cultural Raíces Nº 62, Sefarad Editores, Madrid, España, correspondiente a marzo de 2005.
A continuación la tercera y última parte.
La calle Gurruchaga, hoy
¿Dónde sino en Gurruchaga se hizo presente al mismo
tiempo identidad y pacífica convivencia entre etnias tan diferentes, dónde el
mayor despliegue y exteriorización del fulgor de esa mixtura? Gurruchaga
enriqueció la diversidad cultural propia de Villa Crespo y de Buenos Aires,
ciudad signada por la inmigración y el cosmopolitismo (17).
Sin embargo hoy esta arteria no es muy distinta a otras
de la ciudad, incluso podría parecerse a cualquiera de Latinoamérica. ¿Qué fue
del vigor de aquella policromía? ¿Por qué a comienzos del siglo XXI en sus
veredas, fachadas y umbrales predomina la monotonía, el óxido y los grises?
Hasta el Café y Bar Izmir, último baluarte secular sefaradí, que fuera designado “Café Notable
de la Ciudad de Buenos Aires”, cerró recientemente, después de siete décadas de señorío, y finalmente fue
demolido en abril de 2004, a pesar de las acciones de una agrupación ciudadana
por evitarlo. La ausencia de leyes eficaces para la defensa y protección de
edificios representativos como el mencionado, una burocracia obstaculizadora en
diversas áreas de gobierno y la penosa apatía de las instituciones de la comunidad, son algunos de los aspectos
a tener en cuenta si se quiere modificar
esta realidad. Si analizamos las tres últimas décadas, observamos que muchos
“djidios” atenuaron parte de su herencia milenaria, influencia, acaso, de las
múltiples transformaciones globales contemporáneas que impactan profundamente en el entramado cultural
de toda la sociedad, en tanto no es casual que el djudezmo hace más de diez
años fuera declarado por la UNESCO una de las lenguas “en peligro de
extinción”.
Diremos, para concluir, que después de un siglo de
presencia sefaradí en Villa Crespo, aunque mucho parezca extraviado o
desvanecido, hay ligeros movimientos de recuperación que subyacen y que
esperamos no sean tardíos: hijos, nietos y bisnietos de aquellos primeros
sefaradíes parecen querer enarbolar la bandera del recuerdo frente a cierta
indiferencia de los últimos años. Las nuevas generaciones han comenzado a asumir
la necesidad de rescatar y recrear su rica cultura a partir de la lengua,
imágenes familiares, costumbres, canciones, dichos, refranes y sus múltiples
expresiones cotidianas, para que no sólo los rituales religiosos se consagren.
Pese a que las instituciones no toman cabal conciencia de la urgente necesidad de organizarse seria y eficientemente para salvaguardar su patrimonio cultural, están apareciendo voluntades que sin apoyos económicos, escasos recursos propios, pero mucha energía, coinciden en encarar la problemática actual y han decidido desempolvar tradiciones, escribir y dar a conocer sus propias vivencias de la niñez, cuando en torno a una mesa celebraban la vida junto a sus abuelos y padres; hoy se recogen testimonios, historias y anécdotas de los pocos mayores y ancianos que sobreviven, para no perder las fuentes de las que ellos abrevaron, ni los lejanos orígenes, ni su impronta porteña, para que no se eclipsen las identidades que enriquecen el género humano, para que la memoria no se convierta también en polvo cuando aun nosotros hayamos pasado.
Tal vez estas acciones individuales o de pequeños grupos parezcan insuficientes y sea prematuro hablar de un renacimiento sefaradí, pero sí ha comenzado a correr un viento fresco de esperanza que sobrevuela el legado judeo-español que pervive y no se rinde, desvelo del que es testigo expectante Buenos Aires, refugio seguro de ilusiones, donde todo o casi todo es posible.
Pese a que las instituciones no toman cabal conciencia de la urgente necesidad de organizarse seria y eficientemente para salvaguardar su patrimonio cultural, están apareciendo voluntades que sin apoyos económicos, escasos recursos propios, pero mucha energía, coinciden en encarar la problemática actual y han decidido desempolvar tradiciones, escribir y dar a conocer sus propias vivencias de la niñez, cuando en torno a una mesa celebraban la vida junto a sus abuelos y padres; hoy se recogen testimonios, historias y anécdotas de los pocos mayores y ancianos que sobreviven, para no perder las fuentes de las que ellos abrevaron, ni los lejanos orígenes, ni su impronta porteña, para que no se eclipsen las identidades que enriquecen el género humano, para que la memoria no se convierta también en polvo cuando aun nosotros hayamos pasado.
Tal vez estas acciones individuales o de pequeños grupos parezcan insuficientes y sea prematuro hablar de un renacimiento sefaradí, pero sí ha comenzado a correr un viento fresco de esperanza que sobrevuela el legado judeo-español que pervive y no se rinde, desvelo del que es testigo expectante Buenos Aires, refugio seguro de ilusiones, donde todo o casi todo es posible.
Notas
17 Szwarcer, Carlos. “El Tortoni y el Izmir –un nexo
para la historia–”. Cuadernos del Tortoni Nº 9. Pág.1 a 9. Buenos Aires. 2003.
Carlos Szwarcer
Publicado en: Raíces Nº 62. Año XIX. Marzo de 2005. Sefarad Editores. Madrid, España.
Publicado en: Raíces Nº 62. Año XIX. Marzo de 2005. Sefarad Editores. Madrid, España.