La temperatura en Italia comienza a cambiar y el verano empieza a sentirse por las calles empedradas rodeadas por los muros romanos y etruscos que calientan el ambiente. Luego de un período que quedará marcado en la historia del mundo, la península se redescubre. Es casi mediodía y en la región de Umbría en el centro norte italiano, Marcello Ramadori nos abre las puertas de su casa. No solo es una casa sino también “un templo” afirma, a la música y la cultura.

Con 75 años de edad, Marcello es originario de la región y vive en Perugia, ciudad distinguida por el flujo de jóvenes que vienen aquí a estudiar la lengua de Dante desde todas partes del mundo y por albergar también al festival de jazz más importante de Europa. Es politólogo, escritor y músico, y un conocedor del tango argentino: de Carlos Gardel y de Astor Piazzolla. Nos instalamos en su estudio, su esposa Graziella nos convida unos vasos de espumante de la zona para refrescarnos y comenzamos a hablar del músico argentino considerado como el más importante y relevante a nivel mundial, Astor.

Hijo de inmigrantes italianos, Astor Piazzolla nace y crece en Mar del Plata hasta entrada su primera infancia cuando la familia decide emigrar a New York en 1925. El padre Vicente -nonino-, era originario de Trani, una ciudad pequeña en Puglia al sur de Italia mientras que su madre Assunta Manetti había nacido en la Toscana en un pueblo llamado Massa Sassorosso, en la actual provincia de Lucca. En una entrevista realizada por la RAI en 1976, Astor hace referencia a sus dos nacionalidades cuando comienza a contar sobre sus primeros años: “Mi vida musical fue extraña, nosotros éramos inmigrantes italoargentinos en los Estados Unidos cuando mi padre entra a casa y me muestra un estuche que portaba dentro un bandoneón, me lo da y me dice esto es un instrumento para hacer tango”.

Es en Nueva York donde tiene contacto con su primer bandoneón, y cuenta en la entrevista italiana, donde entre otros personajes que opinan sobre él se encuentra ni más ni menos que Jorge Luis Borges, que hasta ese momento solamente su padre Vicente escuchaba a Gardel y De Caro. Por las tardes viviendo en el East Village neoyorkino escucha sonar Bach por parte de un vecino húngaro que continuamente tocaba el piano. Es allí también donde se concreta su primer y único encuentro con Carlos Gardel y donde participa, aun siendo un niño, en la película El día que me quieras, producida por la Paramount en ese entonces.

La relación de Piazzolla con Italia es muy cercana y no solo por sus orígenes sino también por la admiración que despertó entre músicos, artistas y público de distintas latitudes de la península. Marcello nos cuenta que fue recién entre mediados y finales de los años ´70 que descubrió la música del bandoneonista. Y es que la primera noticia donde se menciona el nombre de Astor Piazzolla es en un artículo del Corriere della Sera de 1971. En esa edición se anunciaba el repertorio de músicos que sonarían en el programa italiano Senza Rete. Entre nombres como Charles Aznavour, Zanicchi y Lucio Dalla, se nombraba las dos piezas musicales Nonino mio y Nostalgia porteme, a cargo del “bandoneonista y compositor de vanguardia argentino acompañado por su instrumento típico sudamericano”. En dicha presentación también estuvo Amelita Baltar y juntos tocaron por primera vez en Italia la balada para un loco.

Marcello tiene una colección de discos de tango argentino. Toca el cajón gitano, la batería y la fisarmonica y afirma que su desarrollo musical tuvo un antes y un después, desde que escuchó por primera vez la música rioplatense. Sin siquiera conocer el continente americano puede expresar la idea de lo que significa el tango. “La poesía del tango argentino es sin duda una de las más exquisitas que hay, pero no solo por la letra sino también en la melodía, en esa nostalgia que expresa y que emociona automáticamente”.

En otra entrevista hecha por RAI Italia sobre la música de Piazzolla, la periodista encargada encuentra a Jorge Luis Borges y le pregunta sobre el tango. El escritor entonces toma una posición y responde con una historia personal: “Una vez en Texas un amigo me hace escuchar unos tangos, de esos tangos que más detesto y pensaba -que miseria todo esto- pero de todos modos tenía mis ojos llenos de lágrimas, por eso una cosa es mi juicio intelectual sobre las letras y otra muy distinta son mis sentimientos hacia el tango”.

En esta misma línea encontramos un punto común con el italiano que escucha tangos, ya que por barreras idiomáticas entendiendo que el tango además contiene mucho del lunfardo, la melodía en toda su forma transmite sin dudas un sentimiento único. En palabras de Ramadori esto puede ser entendido como nostalgia, pero también con el disfrute y el goce de quien tiene muchas historias que contar, es decir que ha vivido.

Piazzolla pasaría de ser un nombre más en un artículo de diario a ser tapa de las principales editoriales italianas. “Diría que entre el ochenta y el noventa por ciento de los tangos fueron escritos por descendientes de italianos y nace en lugares emblemáticos como en el barrio de La Boca en Buenos Aires. A principios de siglo -XX- estaba permitido bailarlo entre varones, ya luego en la época del cine mudo comienzan a escucharse los tango románticos que se asemeja en algún punto a las canciones napolitanas de la época, en fin el tango cobra vida por las afluencias migratorias y los italianos tienen mucho que ver en ello”, comentaba el músico marplatense en este documental de RAI emitido en 1976.

Marcello nos trae el recuerdo de sus primeros encuentros musicales que hacían con otros artistas y donde comenzaron a tocar sus primeros tangos como Libertango (1974), una de las obras épicas de Piazzolla. “Siempre tuvimos una referencia en Italia que podía encontrar una similitud -salvando las distancias- con el tango y eran las composiciones de Raoul Casadei, pero Astor es único”, reconoce, y agrega: “Muchos de nosotros que no conocemos Argentina creo que logramos entender a través de su música la alegría y el dolor de un pueblo”.

En 1972 los estudios de la RAI en Roma abrirían sus puertas a dos artistas emblemáticos: uno era Piazzolla, la otra era Mina, una de las voces italianas más conocidas a nivel mundial. Entre ambos interpretaron Balada para mi muerte, en una trasmisión que rompió récords de audición y exigió por parte de la italiana una preparación previa para, con voz de tango, pronunciar un español porteño.

Desde ese entonces a la fecha hay músicos que fueron contemporáneos, y nuevas generaciones que montan milongas en las distintas regiones italianas, incluso más allá del oleaje migratorio argentino. El tango y Piazzolla son sinónimos aquí.

Desde la historia de Ramadori que conserva sus discos y añora un bandoneón, hasta las hemerotecas completas de los diarios más importantes que siguen reproduciendo el apellido Piazzolla, el músico rioplatense más relevante del siglo XX continúa aún emocionando.

Ya se va haciendo la tarde y desde un balcón en Italia, Marcello pone play en su equipo de sonido y un bandoneón se asoma, sin duda ambos en este instante pensamos a las tardecitas de Buenos Aires.

Astor Piazzolla Milonga del ángel